No existe la hospitalidad, escribió elocuentemente Jacques Derrida en un libro que tiene mucho que decir sobre los dilemas de la extranjería, el turismo y las migraciones en Occidente. La aseveración de La hospitalidad pretendía dar cuenta del frecuente fracaso de las relaciones interpersonales occidentales -y/ o entre personas y animales- que se expresan particularmente en aquellas situaciones que refieren a la acogida o recibimiento de una humanidad o ser considerado “otro” -un extraño, un extranjero, un huésped, etc- en un espacio -territorio, país, nación, continente, hogar, casa, hotel, etc- considerado propio.

En términos filosóficos, Come From Away, es una profunda obra que contradice y está en las antípodas de esa tajante afirmación derridiana. Y, a la vez, en términos artísticos cumple el rol fundamental de toda comedia musical que se precie de tal: en un intervalo de tiempo -en este caso aproximadamente 107 minutos- poblado de alegres, melancólicas y siempre bellas canciones y una brillante coreografía devuelve algo de fe en la humanidad e ilumina el mundo, en este caso en el contexto de uno de los hechos más terroríficos del naciente siglo XXI.

Para ello parte de un hecho real: cuando el espacio aéreo de Estados Unidos se cerró tras los ataques a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, un pequeño pueblo de Canadá en la isla de Terranova llamado Gander recibió 38 aviones y albergó amorosamente alrededor de 7000 tripulantes de diferentes partes del mundo (además de perros, gatos y hasta dos chimpancés, una preñada) -algo que casi duplicaba su población- sin pedir nada a cambio.

Así el pueblito de Gander dio cuenta de los actos que Derrida describía propios de la hospitalidad pura, hiperbólica, ideal, absoluta (aquella que no existía en Occidente): recibir y alojar al arribante -el extranjero, el extraño, el visitante inesperado, el recién llegado de otro país– sin ponerle condiciones, antes de saber y de pedirle o preguntarle lo que sea, ya sea un nombre o ya sean los documento y los papeles que acrediten su identidad, antes de preguntarle de dónde viene o cuánto tiempo va a quedarse, su parentesco o clase social.

Porque, si aquel que hospeda pregunta el nombre del huésped para que la nominación actúe en carácter de inquisición policial, de fichaje, de otorgamiento de derechos o de control de fronteras; si aquel que hospeda impone las reglas, las condiciones, los plazos, los derechos y las obligaciones para la permanencia, la hospitalidad se deteriora y deviene en meras leyes de la hospitalidad. De la manera en que, a nivel global, esas leyes se radicalizarían siniestramente tras los sucesos de septiembre 2001, la obra brinda también testimonio.

A partir de una exhaustiva investigación periodística y una cuidadosa recopilación de testimonios, los autores Irene Sankoff y David Hein construyeron una sólida dramaturgia -genialmente recreada en su versión local por Carla Calabrese y Marcelo Kotliar- que hizo hincapié en aquellas historias -una pareja de gays que se llaman invariablemente Kevin; el naciente amor otoñal entre una viuda texana y un solterón inglés, una veterinaria abocada al cuidado de la mascotas, una pionera piloto de aviones que lucha contra los prejuicios machistas- que dan cuenta de cómo esta experiencia de genuina convivencia hospitalaria de cinco días transformó la vida de los habitantes de Gander y de sus huéspedes.

La potencia de la/s historia/s que se pretende/n narrar precisa de una escenografía despojada y de un grupo de intérpretes sobresalientes -entre los que destacan Edgardo Moreira, Gariela Bevacqua, Marisol Otero, Mela Lenoir, Argentino Molinero, Agustín Pérez Costa y Pato Witis-, que tienen la virtud de interpretar múltiples roles y cambiar permanentemente de personajes (quizás para reflejar las formas subversivas en que las personas pueden cambiar al encuentro real con otras humanidades), pasar naturalmente del lenguaje hablado al cantado y adecuar coreográfiamente la escenografía a las mutantes situaciones (inmenso trabajo de la directora Carla Calabrese y de Agustín Pérez Costa) en un escenario que lo exige todo de ellas y ellos.

Como si se tratara de la versión invertida de Teorema de Pier Paolo Pasolini, en Come From Away más que el huésped, son las y los que hospedan quienes tienen la batuta y el poder a partir del lenguaje del amor, la fiesta, la cópula, el alcohol y el cuidado, para metamorfosear la existencia de todas y todos los huéspedes. Más allá del final necesariamente agridulce y con ribetes trágicos y dolorosos, el clímax a puro baile y canto -músicos bajo la excelsa dirección musical de Santiago Rosso- revela una vez más que una de las principales estrategias humanas para sobrevivir y soportar la precariedad de las vidas es hospedar -en cuerpo, mente y corazón- a las diversidades.

Come From Away de Irene Sankoff y David Hein. Dirigida por Carla Calabrese. Con Gabriela Bevacqua, Carla Calabrese, Sebastián Holz, Melania Lenoir, Fernando Margenet, Argentino Molinuevo, Edgardo Moreira, Silvina Nieto, Marisol Otero, Agustín Pérez Costa, Pablo Sultani, Silvana Tomé, Manu Victoria, Lali Vidal, Patricio Witis, Luli Asad, Fátima Seidenari. Viernes y sábados 20 y 30 horas y domingos 19 y 30 horas. Teatro Maipo. Esmeralda 443. CABA