Javier Milei es, efectivamente, una novedad. Y la dirigencia del PRO, de Patricia Bullrich a Luis Petri o Diego Santilli, le agradece haber instalado una agenda ultraliberal. Si alguien se encarga de decir que hay que pulverizar el Banco Central o generar un mercado de compra y venta de órganos humanos, después de esas barbaridades cualquier otra receta puede sonar cool. Alcanzar rápido el déficit cero, por ejemplo. O bajar abruptamente el gasto público, que es un modo de disfrazar el achicamiento de la inversión social en salud, infraestructura o educación.
Si el PRO usó a Milei, aunque todavía teme que a nivel nacional su figura rinda más que los mediocres resultados en elecciones provinciales, buena parte del resto del espectro partidario se quedó en la primera fase: Milei era la antipolítica. Pudo haberlo sido, pero ya no. Ya es una de las formas argentinas de la ola mundial de extrema derecha.
El riesgo es que, tras constatarlo, el arco político ajeno a la derecha y la ultraderecha se desdibuje aún más, porque entonces no solo estará sobreestimando a la extrema derecha sino achicando el campo propio. Se sabe lo que ocurre. Cuando los movimientos populares pierden representatividad, porque diluyen su identidad o se alejan de la sociedad real y de sus problemas cotidianos, aumenta la disponibilidad para la ultraderecha. Lo saben bien los franceses, desde cuando el voto sociológicamente comunista pasó al lepenismo.
Por eso es reparadora toda aproximación a la vida cotidiana de los que más sufren. Y por eso es sano el permanente rescate de la identidad. La identificación de una persona secuestrada y asesinada por la dictadura que presentarán en La Plata el Ministerio de Salud bonaerense, el Ministerio de Justicia, la Subsecretaría de Derechos Humanos y el Equipo Argentino de Antropología Forense no es la primera desde que se fundó el EAAF, en 1984. Pero sí lo es desde que se relanzó un programa que volvió a comprometer a toda la red de hospitales públicos en la toma de muestras de sangre.
No parece ser casual la relación de este relanzamiento con otras formas de recuperación de la memoria y la identidad. Como lo viene consignando Buenos Aires/12, avanzan el recuerdo popular y las causas judiciales por el antiperonismo convertido en terrorismo de Estado: los bombardeos a civiles en Plaza de Mayo, en el '55, y la Operación Masacre de 1956. Ésta no es, como dice Milei, la sociedad del punto y aparte.