Durante la mayor parte del período colonial la ciudad de Salta conformó, junto a otras ciudades de la región, la gobernación del Tucumán. Hacia el este de dicha jurisdicción se extendía un vasto territorio ocupado por pueblos indígenas no sometidos por la conquista, los españoles distinguían dentro de esa población chaqueña a los de “suave índole”: los grupos lule-vilela y mataco-mataguayo; y a los “belicosos”, del conjunto guaycurú, formado por los pueblos toba, abipón y mocoví.
En la segunda mitad del siglo XVIII, impulsada por el crecimiento económico y demográfico experimentado en la región y la necesidad de pasturas para la cría e invernada de mulas, la presión hispano-criolla sobre esos territorios orientales fue intensa. Las corrientes migratorias altoperuanas contribuyeron a aumentar la presión sobre la tierra y el poblamiento de las fronteras del Chaco con la instalación de estancias y pequeños productores ganaderos.
Al mismo tiempo, el siglo XVIII presentaba una nueva cara para la monarquía española puesto que en sus inicios se produjo un cambio de dinastía y asumieron el gobierno los Borbones. Uno de los objetivos de las reformas borbónicas fue maximizar la extracción de excedentes de las colonias y excluir –o limitar– la expansión de otras potencias rivales. En este sentido, la colonización de las fronteras fue clave, los intentos de conquistar el Chaco se enmarcaron dentro de este nuevo panorama. El territorio tenía potencial agropecuario y una estratégica ubicación, la cual permitía agilizar las comunicaciones entre el Paraguay, Río de la Plata, Tucumán y Alto Perú.
Hasta la década de 1770 y con diferentes resultados se organizaron las llamadas “entradas generales” en las que españoles armados ingresaban a territorio no conquistado para reducir y evangelizar a los indios “infieles”. El corolario de estas entradas fue el establecimiento de reducciones, muchas de ellas de efímera existencia en la que los jesuitas tuvieron todo el protagonismo. A partir de ese momento cesaron los ataques indígenas a Salta.
Para que las reducciones funcionaran los padres se vieron obligados a negociar con los indígenas, muchas fueron el resultado de diferentes pactos. Las comunidades aceptaban formar pueblos pero a cambio de bienes, las reducciones no tenían posibilidades de éxito si no contaban con carne de res y lana, si algo de eso faltaba los indios regresaban a sus tierras.
Cuando los jesuitas fueron expulsados en 1776 hubo un proceso de apropiación de tierras y desarrollo ganadero por parte de estancieros particulares, las reducciones fueron utilizadas para la invernada de ganado y los fuertes se constituyeron en los únicos núcleos defensivos. La mayoría de los indios abandonaron las reducciones, regresaron a los montes o se instalaron como agregados o peones en las estancias, algunos ingresaron en los fuertes como milicianos.
El pacto
Es así que a fines del siglo XVIII el peso de la conquista dejó de residir en las reducciones y pasó a centrarse en la negociación y el establecimiento de alianzas entre el mundo colonial y los indígenas. El proceso de pactos entre los agentes coloniales y los pueblos chaqueños buscó afianzar las relaciones de amistad y paz para establecer rutas y lazos comerciales más estables de acuerdo con la señalada impronta borbónica.
El proceso de diálogo y acercamiento fue plasmado en sucesivos tratados y pactos entre los cuales el más conocido es el del gobernador de Salta del Tucumán, Gregorio Matorras, y el cacique mocoví Paikín. Matorras era un próspero comerciante español radicado en Buenos Aires, fue el único gobernador del Tucumán que en el siglo XVIII compró su cargo. Antes de ser nombrado como tal había presentado al virrey un proyecto de “reducción y población” del Chaco para formar allí una provincia denominada Divina Pastora. Matorras estaba convencido de la inutilidad de la guerra contra el indígena, sostenía que la paz era condición ineludible para adelantar la frontera, para asegurar la ocupación, alivianar el peligro de los ataques guaycurúes en las rutas comerciales y abrir otros caminos a la circulación.
En 1774 se produjo el encuentro entre Matorras y Paikín dentro del territorio chaqueño, que suscitó la firma de un tratado de paz con agrupaciones mocovíes y tobas. La expedición de Matorras al Chaco fue largamente planeada iniciándose los procesos de negociaciones con los grupos mocoví varios años antes de que se llevara a cabo. Apenas asumido el cargo, Matorras realizó una visita a las reducciones fronterizas en la cual cinco caciques mocovíes que tenían sus tolderías a orillas del Bermejo, le solicitaron una reducción. Tres años más tarde, en junio de 1773, se presentó en la ciudad de Salta un hijo de Paikín solicitando una reducción para su grupo. La posibilidad de incorporarse a una reducción suponía ciertos beneficios para los indios, como señalamos más arriba en el momento de la fundación se les entregaban regalos, donaciones, y envíos puntuales de carne vacuna y productos que contribuyeran a su subsistencia. Podían ser, también, un refugio ante conflictos con otros grupos y lejos de suponer una sedentarización y un adoctrinamiento rigurosos, los pobladores indígenas iban y venían entre ellas y el interior chaqueño sin cortar los vínculos con parientes, aliados o amigos que permanecían autónomos. La estadía en las reducciones se incorporó así a las prácticas sociales indígenas, junto con la cacería o la recolección, y el abandono de ellas formó parte de los movimientos estacionales.
La entrada al Chaco para firmar el tratado de paz tomaría cuerpo hacia mediados de 1774, solventada por el mismo Matorras. Acudieron a ésta junto con el gobernador, Francisco Gabino Arias en calidad de comandante general de la expedición, los misioneros Lorenzo Suárez de Cantillana y Fray Antonio Lapa y oficiales, capitanes y tropas. La comitiva estuvo acompañada por Colompotop, líder indígena agregado a la reducción de Macapillo. El procurador general del cabildo de Córdoba, Blas Joaquín de Brizuela, fue designado como escribiente del diario de la expedición. Tomás Cabrera también participó de la expedición y pintó el cuadro donde se muestra el encuentro.
El 20 de julio de 1774 se produjo el encuentro. Los líderes indígenas que llegaron al campamento español asentado en el paraje La Cangayé (actual provincia del Chaco, cerca del pueblo de Juan José Castelli), a orillas del río Bermejo, fueron obsequiados con ropas, alimentos y otras "baraterías", entregándosele a Paikín un bastón con puño dorado y explicándole sus intenciones de convertirlos a la fe católica y en vasallos del rey proponiéndoles reducción. El corolario de estas negociaciones fue la firma de las paces, el 29 de julio, entre Matorras, cinco caciques mocovíes y dos caciques tobas, entregándosele a Paikín, en calidad de cacique principal, el testimonio de ellas. Las intenciones de los agentes coloniales frente a estos pactos con los indígenas quedan claras, la de los mocovíes se mencionan en las fuentes que detallan la expedición: ser auxiliados en las sangrientas guerras que tenían con los abipones, especialmente con el cacique Ychoalay, bautizado como José Benavides, líder de la reducción de San Gerónimo en la frontera santafesina. Como hemos mencionado, tras la expulsión de la Compañía de Jesús y frente a los crecientes incentivos comerciales desplegados por los portugueses y a la paulatina liberalización planteada por España, las reducciones de indios abipones y mocoví comenzaron a participar activamente en el comercio de mulas, vacunos y esclavos. Así, el control de las rutas comerciales y el predominio sobre ellas y sobre los potenciales mercados se convirtieron en los ejes que atravesarían los principales conflictos interétnicos durante esta época. En este contexto las agrupaciones indígenas se interesaron por establecer acuerdos favorables y particulares con determinados sectores del poder colonial en áreas específicas.
Las actuaciones de Matorras difirieron de las de sus antecesores pues estuvieron marcadas por el buen trato dispensado y los regalos entregados a los indígenas en el marco de una nueva estrategia frente a las poblaciones no reducidas. Sin embargo, la relación establecida entre Matorras y los grupos liderados por Paikín, y los otros caciques no condujo a una pacificación del Chaco ni produjo una estabilización de las relaciones entre las ciudades coloniales y los grupos mocoví del Chaco. Apenas finalizada la expedición Paikín retomó sus prácticas habituales ya que nunca había cejado en su empeño de atacar a los abipones reducidos en la jurisdicción de Santa Fe, murió en 1776 en uno de los combates con Ychoalay.
El tratado puso en evidencia la existencia de una situación de contacto e interpelación mutua, pero no de una dominación, intervención o pacificación. El sector colonial no tenía la voluntad ni la posibilidad de incorporar efectivamente a los grupos chaqueños no reducidos ni la de ocupar efectivamente el territorio chaqueño.
*Doctora en Historia. ICSOH-UNSa-CONICET