En el campo de las ciencias sociales en nuestro país nadie podría decir que no leyó o escuchó hablar por ejemplo de Michel Foucault. Pero ¿cuántas personas leyeron o escucharon nombrar a Frantz Fanon? Siendo que su obra es revolucionaria, como consecuencia del racismo epistémico, pocas personas en estas latitudes conocen sus pensamientos, sobre todo en el campo de la salud mental.
Frantz Fanon nació el 20 de julio de 1925, en Martinica, colonia francesa ubicada en el Caribe. A sus 18 años emigró a Francia, donde fue reclutado para luchar en la Segunda Guerra Mundial; finalizada la guerra estudió medicina y se especializó en psiquiatría. Obtuvo su título en el año 1951, y comenzó a trabajar en un hospital psiquiátrico de Argelia. Involucrado políticamente desde temprana edad, comienza a colaborar al Movimiento de Liberación Nacional argelino. Dado que Argelia en ese momento era una colonia francesa, fue seguramente por las similitudes con su pueblo de orígen que allí se interesó por los efectos de la colonización. Fanon murió a los 36 años, muy joven, pero dejó un legado enorme para el antirracismo.
Hoy elegimos recordarlo a partir de su libro "Piel negra, máscaras blancas", publicado en 1952; trasciende las disciplinas e invita a la reflexión, sobre todo a quienes se dedican actualmente a los estudios poscoloniales.
¿Cómo se pone en juego la asimilación de la cultura ajena? ¿Cuánto es posible adaptarse a un ambiente colonizador? Y a qué costo subjetivo y comunitario hacerlo. Estas son algunas de las preguntas que mueven al autor a escribir este detallista libro en que desarrolla con más profundidad la tesis con la que culmina sus estudios, “Contribución al estudios de los problemas de la negritud”. “Piel negra, máscaras blancas” fue su primer libro; sus ideas están sin duda vigentes, y es un gran aporte para pensar el racismo, la colonización, y sus impactos en el psiquismo.
En consonancia con la psiquiatría de la época, utiliza exhaustivamente categorías analíticas para describir aquello de lo que sus camaradas adolecían en la guerra. Usa términos muy propios de su disciplina, como la alienación mental, pero en un sentido más amplio que sus colegas contemporáneos, ya que observa lo individual del fenómeno como consecuencia del contexto histórico. Por ello, al centrarse en la identidad, y en la subjetividad, es un libro que cautiva más allá de las disciplinas psi. La potencia de este libro está en su propio título: Piel negra, máscaras blancas refiere a los mecanismos de alienación puestos en juego en algunos casos para sobrevivir, en otros para probar una migaja de poder que el Otro ofrece, siendo ese Otro siempre blanco.
Analiza centralmente la cuestión de la identidad, del Yo, el blanco como Ideal del Yo y las psicopatologías que traen las comparaciones en personas negras cuya identidad ha sido borrada. Particularmente en este libro analiza los efectos del desarraigo socio-cultural de las comunidades negras colonizadas. Así, el proceso de deshumanización, dirá Fanon, hace que las personas quieran alcanzar una adaptación imaginaria, que por supuesto en un mundo donde lo blanco es la hegemonía nunca termina por ser suficiente y por ello produce diversas psicopatologías. “Es un hecho: los blancos se consideran superiores a los negros. Es también un hecho: los negros quieren demostrar a los blancos, cueste lo que cueste, la riqueza de sus pensamientos, la potencia igual de su mente. ¿Cómo salir de ahí?” se pregunta Fanon.
La opresión no es solo material, territorial, esto lo explicaba muy bien; para vencer la alienación mental es necesario entender que aún hasta el día de hoy el colonialismo es una fuerza de relaciones de poder. Su visión es contundente: “...la alienación intelectual es una creación de la sociedad burguesa. Yo llamo sociedad burguesa a toda sociedad que se esclerotiza en unas formas determinadas, prohibiendo toda evolución, toda marcha, todo progreso y todo descubrimiento. Llamo sociedad burguesa a una sociedad cerrada en la que vivir no es un plato de gusto, en la que el aire está corrompido y las ideas y las gentes en putrefacción. Creo que un hombre que adopte una posición en contra de esta muerte es, en cierto sentido, un revolucionario”. Su obra es una oda a la emancipación, un llamado a todos los pueblos colonizados a que se re-encuentren y re-construyan su identidad, porque solo ese es el camino de la liberación.