Verónica Chen es una de las voces más particulares del ecosistema audiovisual nacional. Desde su irrupción a principios del milenio con Vagón fumador, una de las películas clave del por entonces efervescente Nuevo Cine Argentino, pasando por un documental intimista y biográfico como Viaje sentimental o la mixtura de géneros y formatos propuesta en Mujer conejo, la realizadora ha hecho de su historia personal y sus obsesiones temáticas las bases de una filmografía ecléctica, impredecible y difícil de clasificar.
“En cada película intento hacer lo que en ese momento siento que me manda el guion que quiero filmar”, dice Chen ante Página/12. Una buena forma de comprobar la validez de esa afirmación es la retrospectiva con seis títulos de su obra –las mencionadas Vagón fumador (2001), Mujer conejo (2013) y Viaje sentimental (2010), además de Por la razón o por la fuerza (2008), Rosita (2018) y Marea alta (2020)– que ofrece el sitio de streaming gratuito Octubre TV hasta fin de mes en el marco del ciclo Mujeres y cine.
El origen de buena parte de esas particularidades hay que buscarlo en su biografía. Hija de un chino que llegó a la Argentina huyendo de la invasión japonesa y de una descendiente directa de italianos, Chen vivió la infancia en Estados Unidos a raíz del trabajo en una empresa exportadora de su padre. A la Argentina recién volvería a los once años. “Todas las experiencias te marcan, y esa infancia me dio una mirada un poco externa de la cultura argentina. Cuando llegué, no sabía quién era San Martín, por lo que tuve que aprender cosas muy básicas siendo un poco más grande”, recuerda quien hizo sus primeras armas en el cine asistiendo a César D’Angiolillo, Pino Solanas, Marco Bechis y Daniel Burman: “Absorbí muchísimo del cine de ellos. Trabajé como asistente de montaje primero y como montajista después, pero lo que más interesaba era estar con directores en actividad e ir a los rodajes. Recuerdo mucho el concepto del montaje como algo musical de Pino. Y haber estado con Marco Bechis en Garage Olimpo también fue una experiencia fundante”.
-¿Qué recuerdos tenés de Vagón fumador?
-La recuerdo con mucho cariño. Ya pasaron más de veinte años, y con mi última película, Los terrenos, quise volver a cierta experimentación formal que asocio con Vagón fumador. Ahí sentía una libertad total porque era mi primera película y nunca había filmado nada, salvo los cortos de la escuela. La filmamos los fines de semana durante tres años y la terminamos en plena crisis del 2001. Como había muchos rodajes nocturnos en cajeros y la calle, absorbimos mucho de lo que era la ciudad en ese momento tan crítico.
-Después de dos ficciones como Vagón fumador y Agua (2006) filmaste Viaje sentimental, en el que exponés tus memorias a través de fotografías, imágenes de viajes y canciones. ¿Por qué te inclinaste por una propuesta tan distinta?
-Fue una experiencia bisagra. Me cuesta muchísimo llamarla "película" porque la hice solo para mí y, como les gustó a algunas personas cercanas, me atreví a mostrarla en el Malba, pero después circuló muy poco. Me da pudor porque habla sobre la memoria y mis recuerdos de años durante los que viajé muchísimo. De hecho, surgió casi de casualidad, cuando, ordenando mis fotos, que en ese momento no eran digitales, descubrí que eran bastante particulares: casi siempre ventanas o paisajes, pocas o ninguna persona. Me dio mucha curiosidad, y terminó siendo una película sobre mi forma de recordar. Era algo muy privado, no es que me dije: “Bueno, ahora hago mi tercera película". Yo considero a Mujer conejo como la tercera, la otra es una obra intermedia que hice en un verano por una necesidad interna mientras esperaba financiación.
-Mencionaste a Mujer conejo, una mezcla entre policial, thriller, animación y drama de denuncia social. Diego Brodersen escribió en la crítica de Página/12 que fue como “si quisieras sacudirte todo aquello que se dijo de tu cine hasta ese momento”. ¿Había un deseo de incursionar en nuevos terrenos?
-En cada película intento hacer lo que siento que me manda el guion que quiero filmar. Ahí me doy cuenta cada una es muy diferente a la anterior: Agua era muy diferente a Vagón fumador, Viaje sentimental era diferente a esas dos, Mujer conejo fue diferente a todas las anteriores, y así sucesivamente. Me sigue pasando ahora, cuando intento probar algo que siento que no probé antes o lo hice pero sin ir a fondo. En Mujer conejo estaba muy entusiasmada con el cómic y la animación, que me formaron en la infancia y todavía me encantan. También me interesaba plasmar el mundo de los chinos, que conozco muy bien pero sentía que no lo había abordado nunca, incluso siendo descendiente por el lado de mi papá.
-En una entrevista contaste que en Vagón fumador, Agua y Mujer conejo no te interesaba trabajar con actores de manera naturalista, y que desde Rosita empezaste a trabajar en una línea si se quiere más realista. ¿A qué se debió ese cambio?
-A partir de Rosita incursioné en una línea más realista porque empecé a centrarme más en el mundo de los personajes. Tomaba uno al que quería seguir hasta el final y ese personaje marcaba el camino. Al recorrer la narración a través de sus ojos, se volvió mucho más realista la forma de trabajar con las actrices. Además, tanto en Rosita como Marea alta y Los terrenos, mis últimas películas, las protagonistas son mujeres. Al estar muy cerca de ellas, la actuación se vuelve más verdadera. Es un camino en el que me siento muy bien y contenta. Sin renegar de nada de lo anterior, donde la experimentación era más formal, siento que ahora estoy encontrando una forma de contar con la que me siento cómoda. En Los terrenos, que filmé el año pasado en Uruguay, intenté volver a la experimentación formal de Vagón fumador, pero con la protagonista mujer.
-Actualmente estás trabajando en lo que llamás “el cuarteto de la costa”. ¿De qué se trata?
-Tanto Marea alta como Los terrenos forman parte de un conjunto de cuatro películas con mujeres que transcurren en la costa durante una estación distinta. Marea alta fue en otoño y se correspondía con una protagonista que estaba, por decirlo de alguna manera, en el "otoño de su vida", digamos. Todas tienen protagonistas que por alguna razón están vinculadas con el mar, un elemento que las llama. Siento que el agua es un elemento muy presente en todas mis películas. La tercera se llama Mar dorado, transcurre en un camping durante el verano y la filmo el año que viene. La última, que haré en unos años, corresponde al invierno.