"El orígen del CASo está muy vinculado a pensar el rol de las instituciones culturales. De hecho, nació como consecuencia directa de CASA TOMADA, que fue un proyecto que reclamaba los museos para les artistas." Las palabras de Florencia Curci, directora del Centro de Arte Sonoro, son fundamentales para dimensionar la acción de un espacio surgido hace seis años como la primera institución del país dedicada a la producción, investigación y difusión de prácticas artísticas vinculadas al sonido y la escucha.
Repasar su historia ayuda a evidenciar un perfil institucional que, según Florencia, quizás no fue explícito durante este tiempo. Aunque quienes han transitado el tercer piso de la Casa Nacional del Bicentenario saben que se trata de uno de los lugares de experimentación sonora más ricos y atractivos. "El CASo es un espacio abierto para hacer juntes, no solamente para mostrar", remarca, y ese quehacer colectivo se materializa hoy en la presentación de Centro de Arte Sonoro. Cinco años, el libro que recopila todo el trabajo realizado en su primer lustro.
La apertura a la que se refiere Florencia ha dado lugar a expresiones, reflexiones, miradas críticas y nuevos cruces experimentales que hasta entonces no tenían espacio dentro de un escenario institucional público, generando un espontáneo acercamiento de la comunidad. "Capaz es una pavada, pero a mí me conmueve que cualquier persona sienta que puede golpear la puerta y charlar un rato; me parece que hay una apropiación ahí que está buena."
Centro de Arte Sonoro. Cinco años busca ser lo más exhaustivo posible en tanto catálogo e instrumento para la investigación, consignando nombres, proyectos y tipos de actividades. "Hay un ecosistema de artistas, curadores/as, formadores/as que de alguna manera configuran una escena que creemos que este libro ayuda a consolidar", entiende Curci.
Rastrear toda esa información, contrastar agendas con flyers, con fotos, llevó más trabajo del que habían pensado. "Los primeros años de actividad del CASo estuvieron signados por la urgencia y cierto vacío institucional más que por la conciencia de archivo", recuerda. "Desde 2021 estamos más ordenades en los procesos, también porque la relación con el Ministerio de Cultura es completamente distinta a la de 2017, cuando ni siquiera había un ministerio", retoma sobre los años de gestión macrista.
No fue una decisión propia que el libro de los cinco años saliera cumplidos ya los seis, pero se abraza la contingencia y esta tarde se festeja doble: el libro y los seis años y pico de vida del Centro de Arte Sonoro, con entrega de ejemplares y la performance La piel es el escenario. Instrumento para la escucha, de Emilia Álvarez, y la instalación Vapor Tropical - Memorias bailables, de DJ Latigx. Todo desde las 19 en el tercer piso de la Casa Nacional del Bicentenario, Riobamba 985.
"El proceso de armado del libro nos sirvió para observar cómo fue mutando el CASo en base a nuestras prácticas espontáneas y a las distintas personas que se acercaban a activar. Y cómo a su vez esas prácticas fueron cristalizando áreas de trabajo cada vez más definidas", explica Curci. Identificadas esas áreas, el equipo del CASo invitó a referentes a escribir textos de contextualización.
Allí está la secretaria de Patrimonio Cultural, Valeria González, con el texto de inicio. Y tiene sentido: "El CASo no existiría sin CASA TOMADA y CASA TOMADA no hubiese existido sin la dirección de Valeria González en la Casa Nacional del Bicentenario", resuelve Florencia. También escriben Mene Sevasta, quien rastreó una genealogía del término Arte Sonoro en Argentina para su tesis doctoral; Seba Rey, dando cuenta del CASo como plataforma de aprendizaje colectivo; y Nicolás Varchausky, un poco responsable de que el equipo se embarcara en la creación de Radio CASo, un proyecto que rápidamente se volvió imprescindible para la difusión de sus acciones.
El Centro de Arte Sonoro empezó siendo parte de la familia de los museos nacionales, pero funcionaba más a la manera de un centro cultural, ya que no tenía acervo. "Hoy, y creo que eso el libro lo refleja muy bien, cuenta con un archivo muy grande que contiene obras sonoras de artistas de todo el país. Y el hecho de que sea un acervo en proceso y no una colección cerrada también colabora con esa cercanía a la comunidad."
- El CASo abrió espacios de debate e interdisciplina realmente inclusivos. ¿Hay un elitismo del que hay que correrse para interpelar en los tiempos actuales?
- En Argentina tenemos el privilegio de tener educación pública hasta el nivel superior y eso permea tanto en el ambiente académico como en el extra académico, sitúa la discusión en otro lado. Trabajamos con todas las universidades que podemos, porque tenemos el objetivo de que les artistas más jóvenes vean a los museos como un espacio natural de desarrollo profesional. Pero concuerdo en que hay muchos espacios que se ciñen únicamente al marco académico, y eso los sofoca un poco. En ese sentido, el CASo ayuda a oxigenar, porque se vincula también con otras comunidades de aprendizaje, como los laboratorios y talleres de artistas o escuelas de otros niveles. Y además propone lógicas de funcionamiento colectivas.
Florencia menciona el ciclo deFormaciones, que tuvo una primera versión con la comunidad de la Maestría en Arte Sonoro de la Untref y una segunda versión con trabajos de la escuela primaria La Semilla, de La Falda, Córdoba. "En ambos casos les docentes y alumnes produjeron obras y sentidos en una relación distinta a la del aula, juntes. En definitiva, creo que la universidad es necesaria, coincido en que tiene que salir de sí misma para interpelar, y que hay que salir de la academia, sobre todo para aprender."
Al rememorar esos primeros flashes del CASo, vienen imágenes del guiso sonoro, Casa Tomada, la enorme montaña de arena, el piano-cama y una batería ahí disponibles para usar en el mismo ambiente. "Todo eso está en el libro, y es hermoso recordarlo."
- ¿Qué ves en el futuro para el CASo?
- ¿Me estás pidiendo el libro de los 10 años? ¡Ese sí que va a ser larguísimo!