Suelo ser un poco indecisa a la hora de tomar decisiones. Por lo que elegir una canción no fue una excepción a la regla. Di algunas vueltas hasta encontrarla. Cerré los ojos, tracé un puente que me llevó más de 20 años para atrás, y allí estaba. Rápidamente se conectaron varios puntos de mi vida haciendo un juego entre el pasado y el presente. La emoción siempre es guía cuando de decidir se trata, así que acá vamos.
En la casa de mi infancia se escuchaba mucha música. Entre mis 6 y mis 10 años, cada vez que hacía un paseo o me iba unos días a la casa de mis abuelos, me llevaba la grabadora de mi papá con los auriculares y algunos cassettes: Charly Garcia, Fito Paez, Queen, Marcela Morelo, Soda Stereo, son algunos de los que recuerdo. Los escuchaba a la hora de la siesta, en el pasillo del edificio. Subía y bajaba los siete pisos, a veces me quedaba escuchando atenta en algún escalón. Cantaba, bailaba, inventaba segundas voces y a veces también lloraba, me emocionaba. Me encantaba cantar en el pasillo, quizá por el efecto reverb que genera. Es algo que todavía sigo haciendo, pero por temas de tiempo y pudor ya no puedo pasarme horas y horas dando vueltas por ahí. La playlist de ese momento era un mix de música adquirida tanto por cuenta propia, como heredada. De mis viejos y mi hermano, el rock nacional e internacional, y gracias al corazón tanguero de mi abuela, no faltaba la ronda de cantores y la milonga cada fin de semana. Ella sin ser consciente llenó de arte y música en vivo, mi niñez.
Desde muy chica encontré en la voz un espacio de pertenencia y una forma de estar a solas conmigo. Cuando comencé a ir al corode la escuela, encontré que podía hacerlo con otros. Rápidamente se volvió el primer lugar al que iba por elección y en donde eso que sentía conmigo se amplificaba a mayor escala con los demás.
En el 2001 llega a casa, de la mano de mi hermano, el disco doble grabado en vivo en el Teatro Coliseo en 1981 de Serú Girán Yo no quiero volverme tan loco. Es un álbum que se editó 20 años después, cuando le llegó a Oscar Moro una grabación por medio de un fan que había asistido. Ahí apareció por primera vez esa canción que me acompañó durante los años siguientes y que por distintas razones, me sigue acompañando hasta el día de hoy.
"Inconsciente colectivo" era la primera canción que sonaba del disco 2. Escuchar la voz de Charly en ese momento es algo que todavía me emociona. Siempre fui gustosa de la música donde prima la melodía, creo que Serú es impecable en ese sentido. En la escuela rara vez coincidíamos con la música que escuchaban mis compañerxs. Me acuerdo que no me creían que el tema que los docentes habían elegido para nuestro acto de egresados de la primaria se llamaba “Brillante sobre el mic”, por ejemplo. En esa época mis amigas del curso sabían que iba al coro y a veces, me pedían que les cantara algo a capella. Mi mente en blanco, y a los segundos arrancaba “Nace una flor todos los días sale el sol…” A partir de ese momento, se convirtió en la canción pedida por ellas para que hiciera mi gracia. Recuerdo haberla entonado en los recreos, en alguna clase o en el garaje de algún cumpleaños. Nadie de ellas conocía el tema, pero no me extrañaba, como les dije; rara vez escuchábamos las mismas cosas.
Es curioso como con el paso del tiempo, esta anécdota se me había borrado por completo. Sin embargo la canción me acompaña en los distintos espacios educativos por donde me muevo como docente y trabajadora social ¿Cuántas canciones nos acompañan y acunan los tiempos de la vida? Hace 22 años esta composición conmovió sin saber bien por qué, a una niña de 11 años que entonaba su melodía por los pasillos de la escuela sin que nadie la conociera. Hoy me sorprende cómo las niñeces la cantan y conocen de su existencia.
Incluso en el coro donde trabajo en zona norte, la cantamos a dos voces y muchos de ellxs ya la conocían por los docentes de música de su escuela. Sin dudas creo que el lugar que ocupa hoy tiene que ver con la importancia que se le da en nuestro país a los Derechos Humanos y que por suerte podemos refugiarnos en las canciones y en sus referentes, para sanar tanto dolor colectivo. Muchos años después escuché la versión de Mercedes Sosa, que la tomó y la cantó en vivo por primera vez en 1982, hacia finales de la última dictadura cívico-militar.
Hace un par de años que volví a cantarla en el aula, pero esta vez desde el otro lado y con cierto criterio para entender que la voz es, fue y será el motor y que cuando se multiplica no hay quién la corrompa. Siempre va a ser necesario cantar de nuevo, una vez más.
Dani Negro es cantante, percusionista, compositora, docente y trabajadora social nacida en la Ciudad de Buenos Aires. Compartió escenario junto a Juan Falú, Mora Martinez, Luchos Hoyos, Simón Marziali, Chiqui Ledesma, Noelia Gareca, Micaela Chauque, entre otros. Participó del Homenaje a Jorge Marziali “Marziali, cerca nuestro”, en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), en el concierto de Juan Falú en el teatro Caras y Caretas y en el V Festival de músicas mujeres en la localidad de Tilcara - Jujuy “Jallala Warmi”, organizado por la red de mujeres músicas de Jujuy. En los últimos años, realizó giras tanto por el norte, como por el sur del país con sus distintos proyectos. Participa de Indaié dúo junto a la cantante y guitarrista Inés Crespo, proyecto dedicado a la música latinoamericana creada y realizada por mujeres. En mayo de 2023 lanzó, a través del sello Club del Disco, Nido (1), la primera parte de su álbum debut, integrado por composiciones propias de raíz folclórica. Este trabajo de gran arraigo en la música del norte argentino y andina está disponible en plataformas digitales.