El intendente de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodriguez Larreta, criticó la política de control de precios del actual gobierno e indicó que no se bajan “mandando militantes de La Cámpora a controlar o apretar supermercados”. Tras contar que viajó a Israel a estudiar el plan de estabilización de 1985, detalló los contenidos del programa de estabilización que aplicará en caso de llegar a la presidencia. 

Pese a prometer que bajará la carga impositiva, sostuvo que equilibrará las cuentas públicas enumerando una serie de buenas intenciones donde la única medida concreta sería “eliminar el déficit de empresas públicas como Aerolíneas Argentinas”. También pregonó que logrará la “estabilidad cambiaria” por medio de “un Banco Central independiente”, eliminará los múltiples tipos de cambio y recuperará el crédito. Luego indicó que “el salario real va a estar recuperado al final del mandato”, mostrando que para la clase trabajadora no tiene siquiera falsas promesas.

El plan de estabilización de Larreta tiene pocas similitudes con el aplicado por Israel en los ochenta. Si bien ambos comparten la vocación por el equilibrio de las cuentas públicas y cierta devaluación inicial (que Larreta esconde bajo el eufemismo de unificar los tipos de cambio), los parecidos se acaban allí. 

Mientras que Larreta no se anima a plantear controles de precios, Israel aplicó un congelamiento inicial de los precios por tres meses. Por su parte, el programa israelí también tuvo en cuenta la inercia inflacionaria, negociando con los sindicatos un aumento salarial inicial a cambio de eliminar su indexación. Por último, el programa de Israel funcionó en los hechos con un ancla cambiaria que congeló el tipo de cambio tras su alza inicial, bancando una apreciación del tipo de cambio que fue la que permitió que los salarios reales recuperaran el poder adquisitivo que perdieron en los primeros meses. Esa política se sostuvo mediante una asistencia financiera norteamericana no reembolsable equivalente al 7,5 por ciento de su PBI.

El ajuste fiscal de Larreta suena a verso desde que plantea bajar impuestos y el déficit de las empresas públicas, de lograr eliminarlo, sólo representa un punto del producto aproximadamente. Además de no tener en cuenta el problema de la inercia inflacionaria y evitar hablar de congelamiento de precios, tampoco cuenta con herramientas claras para estabilizar el tipo de cambio. A diferencia de Israel, que contó con el “ayuda” financiera de los EEUU, el próximo gobierno argentino deberá enfrentar gigantescos vencimientos de deudas a partir de 2025 que forzarán una nueva reestructuración. 

Frente a semejante panorama externo, las propuestas de un Banco Central independiente (que ya lo es) y recuperar el crédito, son puro humo. La devaluación implícita en la unificación cambiaria, puede forzar cierta caída de los ingresos y la actividad que deprima las importaciones. Sin embargo, dado que no se plantean congelamientos de precios ni medidas contra la indexación, la suba del dólar oficial acelerará fuertemente la tasa de inflación.

@AndresAsiain