Ahora que el Primavera Sound Buenos Aires anunció los artistas que se presentarán en sus dos jornadas, cuando Blur se suba al escenario el domingo 26 de noviembre lo hará con nuevo disco. Se titula The Ballad of Darren, y fue lanzado este viernes. En los últimos días, se develó su arte de tapa, y en la antesala pusieron a circular sendos singles: “The Narcissist” (lanzado el 18 de mayo) y “St. Charles Square” (publicado el 29 de junio). También ofrecieron entrevistas en la que, más que hablar propiamente del repertorio, explicaron el contexto en el que se dio esta vuelta al estudio. Lo más cercano a una descripción de su noveno álbum la dio Damon Albarn, cantante del grupo, al decir que no son tan básicos como AC/DC.
Por más que generó indignación entre los fans de la legendaria banda de hard rock, la metáfora sirvió para calentar la previa de un disco que no figuraba, al menos inmediatamente, en los planes de nadie. Aunque al final de cuentas es un álbum muy bueno, por lo menos en comparación con su antecesor, The Magic Whip, lanzado en 2015. Lo que distancia a lo nuevo de su antecesor es la clara organización de las ideas, así como el sentimiento de honestidad, sinceridad y contemporaneidad que emana de sus 10 canciones. Se trata de un trabajo reflexivo no sólo en lo musical, sino también en lo lírico. Donde el presente es lo importante e imperante, pero no urgente. Y es que a los 54, 55 o 59 años todo se mide mejor.
La primera escucha quizá pueda desconcertar, porque en principio The Ballad of Darren (Darren es asistente de Albarn y ex guardaespaldas de la banda) se parece más a un disco solista del frontman que a una labor colectiva. Sólo en principio. Progresivamente, el guitarrista Graham Coxon gana espacios desenfundado esa viola distintiva, capaz de pasar en un tris de una melancolía irremontable al intento de furia controlada. Tal como lo deja en evidencia en “St. Charles Square”. El single evoca la impronta de “Death of a Party”, temazo de su álbum homónimo de 1997. Sin embargo, en este caso, con su viola de guía, arrastra esa impronta crepuscular hacia una circunstancia más diurna.
El tema que se va poniendo mejor cuando el disco suena una y otra vez es el que inaugura el repertorio. Aunque el baterista Dave Rowntree reconoció que la rivalidad con Oasis fue buscada y los benefició, hoy el grupo niega haber sido parte del britpop. Partiendo de esa certeza mutante o camaleónica, lo que es irrefutable es que la paleta del pop le sirvió a los de Londres para probar con el cubismo, el cinetismo y también con el R&B. “The Ballad” abre el juego de “Tender” para mostrarlos en este caso alineados con The Commodores, sazonados con una pizca de Carole King. De gourmet. A propósito del paladar, “Avalon” redime la ricette della nonna de la canción. La buena, la de autor, la nutritiva, la que emociona. Y por más que su generación era un bardo, lo que los hizo distintos fue que nunca perdieron ese eje.
Si “Avalon” se conecta en intenciones barrocas y orquestales con su clásico “The Universal” (y de manera muy sugerente le filtra un guiño a “You Never Give Me Your Money”, de The Beatles), siguiendo con las autorreferencias “The Heights” podría considerarse una versión 2023 de “End of a Century”. Más sónica e impoluta, pero igualmente con ese dejo de canción de fogón que se enerva a tal punto que se torna en una suerte de “marcha de la bronca”. Siempre sin perder el glamour. A pesar de que nació en el Reino Unido de Tony Blair al frente del gobierno (la era llamada “Cool Britania”), Blur a su manera, mediante sátiras magníficas como el himno “Parklife”, alertaba sobre ese menemismo a la británica. Nadie los escuchó.
Ahora su país padece la soledad y asfixia que les dejó el Brexit, reforzadas por la pandemia. Melancolía que se aprecia en la foto de la tapa (es de autoría de Martin Parr, cuya temática suele girar en torno a los balnearios) de The Ballad of Darren: la alegría resplandeciente de una pileta en contraste con un cielo a punto de diluviar. Todo un espiral a la inversa. “Los últimos meses, el último año no ha sido fácil”, reconoció en Francia, recientemente, Damon Albarn. “Pero la música me permite sacar todo eso. Es la única forma que conozco para superar este tipo de eventos. Y es más barato que la terapia”. A este estado de bajón (o también de concienciación) que rocía al álbum hay que añadirle el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
“Los bloques de viviendas se derrumbaron. Con los auriculares puestos no oirás tanto”, dice uno de los pasajes de “Russian Strings”, en alusión a lo que se vive en este momento en la Europa Oriental. Además, como pocas veces se le escuchó, Albarn canta con un tono confesional realmente creíble. En contraste con otro tiempo, donde imperaba lo coercitivo, el más reciente disco de Blur evidencia la camaradería de cuatro viejos conocidos que se concentran y disfrutan haciendo juntos lo que más le gusta. Por más que “Far Away Island” no sea una oda a lo celebrativo o “Goodbye Albert” parezca un ejercicio de lisergia controlada. Mientras que “The Everglades” se alza como la gran balada del álbum. Sólo le basta poco más de un minuto para conmover.
The Ballad of Darren también hurga en los matices del rock. En tanto que “The Narcissist” evoca la tradición del indie raudo, “Barbaric” se planta en su lado oscuro. La historia del disco comenzó cuando Albarn terminó el disco Cracker Island (2023), de Gorillaz. Ahí, frente a un hotel de Montreal, había un mural de Leonard Cohen que lo inspiró. Tras tener 24 canciones, en enero entraron a grabar. Entonces convocaron al productor James Ford, y en mayo ya estaba listo. En marzo, Coxon habló con este diario, pero por la salida del álbum debut de su proyecto The Weave. Sin develar los planes de Blur, que sólo tenía un show en el estadio Wembley, adelantó: “Va a estar bueno pasar un rato con mis compinches. Eso es lo único que pretendo con este regreso”.