A dos semanas de cumplir 97, se fue el último de los crooners americanos, exponente de esa suave raza de cantantes que en complicidad con el micrófono cautivó multitudes cantando bajito. Murió Tony Bennett. A la derecha de Frank Sinatra y delante de Dean Martin, Bennett ocupa un lugar destacado en el selecto altar de los que a fuerza de swingear baladas inventaron otras formas de intimidad y habilitaron nuevas ideas de subjetividad para la canción popular. Con más de 70 años de carrera, un centenar de discos grabados y numerosos premios recibidos –al Grammy lo ganó 20 veces y era miembro del Kennedy Center Honors, por ejemplo– Bennett es sobre todo recordado por temas que hizo propios con personales versiones, como “Blue Velvet” y “I Left My Heart in San Francisco”. Pero su vigencia, aun con altibajos, se puede medir a partir de un dato concreto: fue uno de los poquísimos artistas que grabó nuevos discos durante los ‘50, ‘60, ‘70, ‘80, ‘90 y de las tres primeras décadas del siglo 21.

Con raíz en Nueva York

Como Sinatra y Martin, también Bennett era de origen italiano. “Los ingleses se apasionan con la literatura, el teatro, la actuación. Nosotros los italianos, con el canto”, supo decir en 2017 en una entrevista a un diario italiano, donde también hablaba de Enrico Caruso y Beniamino Gigli como sus grandes ídolos.

Bennett murió en Nueva York, la ciudad donde había nacido en 1926 con el nombre de Anthony Dominic Bennedetto, hijo de un vendedor ambulante y una costurera. Si bien no se dieron a conocer las causas de su muerte, era público que el cantante sufría de alzheimer, diagnosticado en 2016. Sin embargo, abandonó la actividad recién en 2021, después de grabar Love for sale, su segundo disco con Lady Gaga –la continuación de Cheek to cheek, que ganó un Grammy en 2014–, y de promocionarlo con algunas actuaciones en vivo.

En Astoria, un barrio de Queens, Bennet creció escuchando a Al Jolson, Eddie Cantor, Judy Garland y Bing Crosby. Era la época en que también el jazz tallaba, con nombres como Louis Armstrong, Jack Teagarden, y Joe Venuti, que para el niño no pasaban inadvertidos. Sobre esas guías, enseguida Tony comenzó a comenzó a cantar y la leyenda cuenta que en 1936 actuó ante el alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, en la inauguración del Triborough Bridge. Un tío que bailaba tap lo introdujo en el mundo del espectáculo, al tiempo que comenzó a frecuentar la High School of Industrial Art. Ahí además de música estudió pintura, disciplina que nunca dejó de practicar, firmando sus cuadros como “Benedetto”.

Al poco tiempo, Tony dejó los estudios formales para ayudar a su madre. A los 16 cantaba en los restaurantes italianos de Queens y a los 18 fue a la guerra. En noviembre de 1944 fue alistado para combatir en Alemania como parte en la un división de infantería que participó en la liberación del campo de concentración de Landsberg.

De regreso a Estados Unidos, y marcado por la experiencia de la guerra y Europa, Tony volvió a cantar en Queens, hasta que la cantante Pearl Bailey se lo llevó como telonero para sus shows en el Greenwich Village. Ahí lo descubrió Bob Hope, que lo llevó de gira y le sugirió adoptar un nombre artístico. En 1950, el joven Benedetto decidió llamarse Tony Bennett, nombre con el que grabó un demo con “Boulevard of Broken Dreams”, que mandó a la Columbia Records, el sello donde Frank Sinatra era figura desde inicios de la década del ’40.

Tras los pasos de Sinatra

En 1951, Sinatra dejó Columbia, donde Bennet comenzó a grabar. Su primer éxito fue “Because of You”, una balada que sonó por todas las rockolas de Estados Unidos hasta llegar al número uno de las listas pop, en el que estuvo más de diez semanas. Para no pegarse al estilo de Sinatra, Bennett replegaba sobre la balada country y con un estilo muy similar de Hank Williams.

Sin quedarse en el nicho country, su versatilidad le permitió ser un intérprete de amplios repertorios. Grabó una especie de tango, "Rags to Riches" y la pegó de nuevo con "Stranger in Paradise", un tema hecho para promocionar Kismet, un musical de Broadway. En 1952 se casó con una fan, Patricia Beech, con quien tuvo dos hijos: Danny y Dae, los cuales son colaboradores suyos desde los años '80. La pareja se divorció en 1971.

Otro gran momento de Bennett fue "Blue Velvet", el tema que tocó la histeria de fans adolescentes tal como hacían Elvis Presley y el joven Sinatra. El éxito de Bennett en esa época era tal que daba siete conciertos diarios (de 10.30 de la mañana a las 3 de la madrugada) en el Paramount Theatre de Nueva York. "Blue Velvet" volvería a la actualidad treinta años después con la película homónima de David Lynch (Terciopelo azul).

Afirmado también como conductor de televisión, en 1957 publicó The Beat of My Heart, clara aproximación al jazz que tuvo buena acogida comercial y crítica. Anticipándose a Frank Sinatra, fue el primer cantante de música popular que colaboró con Count Basie y su orquesta; hicieron juntos dos discos y su canción más recordada fue el clásico "Chicago", que también grabaría Sinatra.

El golpe del rock

En 1962 reventó el Carnegie Hall. Eran las época de "I Left My Heart in San Francisco", canción que convirtió en emblema, hoy considerada una de las cien mejores de la historia. Pero las cosas cambiarían: la aparición de The Beatles no fue indiferente para el gusto del público joven que empezaba a curtir rocanrol. En 1966 le fue mal con el cine, mientras de la compañía le pedían que interpretase un repertorio más juvenil. Bennett no entendía eso del rock y lo más cerca que estuvo de eso fue el disco Tony Sings the Great Hits, que no convenció a nadie.

En 1972 se fue de Columbia. Firmó con MGM Records, pero sin buenos resultados artísticos, la experiencia duró poco. Sin compañía discográfica, fundó un sello propio, Improv, que sin red de distribución, fracasó. Sin manager y sin discográfica, Bennett trabajaba de "vieja gloria" en los casinos de Las Vegas, hasta que decidió mudarse a Inglaterra en busca de una mujer recepción, donde tampoco tuvo éxito. En 1979 se separó de su segunda esposa, la actriz Sandra Grant, gastaba más dinero del que ganaba y le estaban por embargar la mansión de Los Ángeles. Al borde del vivir que se derrumba, el cantor fue de todos modos el invitado de honor en un festejo por los 40 años de carrera de Frank Sinatra.

 

Con el pasado a favor

En los ‘80, con su hijo Danny como manager, Bennett trataba de despegarse de la etiqueta decadente asociada a Las Vegas y comenzaba a cantar en pequeños locales de Nueva York. En 1986 volvió a la compañía de sus mayores éxitos, Columbia Records, y puso a punto su imagen clásica de caballero trajeado, con la que cautivó a públicos de distintas edades. Después de catorce años de fracasos, el crooner volvió a pegarla con el álbum The Art of Excellence. De ahí en más, su imagen se hizo familiar a los más jóvenes, con participaciones en los programas de David Letterman, en los Muppets y hasta en Los Simpson. Entraban los ’90 y Bennett había logrado nada menos que conectar la tradición melódica las canciones de Tin Pan Alley con las formas actuales, entre el easy listening y las renovadas big bands que curtían artistas como Linda Ronstadt, y más tarde Michael Bublé y Amy Winehouse.

Con el pasado a su favor, Bennett atravesó los '90 como el mejor. Revisitó su trayectoria con el disco Astoria: Portrait of the Artist (título que alude a su barrio natal) y dos años después ganó un premio Grammy por Perfectly Frank, un homenaje a Frank Sinatra, con el que grabó "New York, New York" para el álbum Duets de Sinatra. "En mi opinión, Tony Bennett es el mejor cantante que hay en el negocio (del espectáculo). Me emociono cuando lo veo, me conmueve. Él es el cantante que ve lo que el compositor tenía en su mente y posiblemente un poco más", había dicho sobre él Sinatra.

Un-Unplugged

Un disco sobre Fred Astaire, Steppin' Out, y recopilaciones monográficas sobre Billie Holiday, Duke Ellington y Louis Armstrong marcaron esta época en la que además protagonizó un Unplugged para MTV, junto a Elvis Costello y K.d. lang. De ahí salió un disco. Cuando le preguntaron por la novedad de un recital desenchufado, él se extrañó: "¿Unplugged? Yo siempre he actuado así". A esa altura, Bennett podía aparecer con los Red Hot Chilli Peppers sin necesidad de desprenderse el impoluto saco blanco, el mismo que lució en 1999 ante el público del Festival de Glastonbury.

Entrado el nuevo siglo, Bennett mantuvo su nivel de popularidad. En 2005 fue distinguido con el Kennedy Center Honor junto a figuras como Robert Redford y Tina Turner. Sobre el ejemplo de su amigo Sinatra, siguiendo una marcada tendencia discográfica, en 2006 celebró sus 80 años con Duets, un disco de dúos del que participaron Barbra Streissand, Elton John, Stevie Wonder, Sting, Bono, George Michael, Celine Dion, Juanes y las Dixie Chicks. En 2011 salió Duets II, con Lady Gaga, Michael Bublé, Aretha Franklin, Mariah Carey, Norah Jones, Diana Krall, Andrea Bocelli, Alejandro Sanz y Amy Winehouse en su última grabación conocida: “Body & Soul”.

Convertido en artista planetario, en 2012 publicó un tercer álbum de duetos, todos en español. Viva Duets convocó a artistas como Gloria Estefan, Vicente Fernández, Christina Aguilera, Marc Anthony, Ricardo Arjona, Juan Luis Guerra, Thalía, Romeo Santos, Chayanne, Franco De Vita, Miguel Bosé y Vicentico, entre otros. Ese mismo año, hablando de las causas y consecuencias de los atentados del 11-S, Bennett, en nombre de sus ideas pacifistas derivadas de Martin Luther King y el recuerdo de sus vivencias en la Alemania de la Segunda Guerra, arremetió contra la política de Bush y la invasión de Irak.

En 2015, el hombre del traje claro volvió a dar cátedra de elegancia y distinción con The Silver Lining: The Songs of Jerome Kern. Junto al pianista Bill Charlap, va sobre “All the Things You Are”, “Nobody Else But Me” y “Look For the Silver Lining”, entre otros clásicos de Kern. El decir moroso, casi distraído, y el gusto por poner a prueba la consistencia física de las palabras antes de hacerlas significado, dan cuenta del estilo tardío de un artista inmenso, íntimo y multitudinario, y remiten a otro gran momento de la carrera de Bennett y de la humanidad entera: los dos discos –en particular el primero– que a mediados de los ’70 grabó con un Bill Evans más allá del bien y del mal.

Con la muerte de Tony Bennett se da vuelta una página en la historia de la música y del entretenimiento. Se fue el último crooner, perito en susurros, el maestro del “menos es más”. El que poco antes de retirarse dijo: “El tiempo me enseñó que es más importante lo que hay que sacar que lo que hay para poner”.