El Banco Central dejó de hablar de la meta de inflación para 2017 y adelantó ayer que mantendrá la tasa de interés en niveles elevados para cumplir el objetivo de 2018. No lo dijo explícitamente pero dejo entrever algo evidente: la inflación subirá más del 17 por ciento este año. El presidente de la entidad, Federico Sturzenegger, expuso ayer ante empresarios exportadores sobre cuál es su visión de la economía y mostró un fuerte optimismo para el mediano plazo, al asegurar que la economía ya se puso en marcha. Esta semana respiró aliviado con la menor presión sobre el dólar, tras casi dos meses de fuerte volatilidad cambiaria que le provocaron las críticas de economistas de todas las corrientes e incluso de los propios funcionarios del equipo económico. Sturzenegger aseguró que la suba del tipo de cambio no se trasladará a los precios, pese a que los datos de julio ya muestran el efecto de la devaluación sobre el proceso inflacionario (ver aparte). Minimizó los 1800 millones de dólares que se sacrificaron de reservas internacionales para mantener el dólar debajo de 18 pesos antes de las elecciones y planteó que ordenar las cuentas públicas, es decir el ajuste fiscal, será una condición indispensable para que le país crezca en forma sostenida.
El Central se trazó como objetivo para este año finalizar con una inflación del 17 por ciento. En los primeros siete meses ya acumuló un 14 por ciento y en agosto el mercado espera un nuevo avance de precios en torno al 2 por ciento. La autoridad monetaria, pese a estos números, seguía sin dar el brazo a torcer y planteaba hasta hace pocos días que la meta podía cumplirse. Pero ayer fue la primera vez que cambió el discurso. No hizo mención directa al objetivo de precios para este año y mencionó que apunta a cumplir la meta del 2018. “El Banco Central persistirá en su posición restrictiva (alta tasa de interés), y la intensificará de ser necesario, para llegar a fin de año con precios en niveles cercanos al 1 por ciento mensual, valor requerido para encaminar el proceso de manera consistente con la meta del año que viene, centrada en una inflación de 10 por ciento anual”, dijo Sturzenegger. En lenguaje futbolero: el funcionario corrió el arco, luego de varios meses sosteniendo que su credibilidad dependía de cumplir el objetivo inflacionario de 2017.
Las obsesiones del presidente del Central, pese a que no conseguirá el objetivo de precios, se mantienen intactas. En un discurso de cuatro páginas mencionó la palabra inflación 32 veces, en tanto que las palabras empleo y desocupación no aparecen y la palabra trabajo solo figura una sola vez. Le dedicó un tramo importante de su presentación a explicar que el dólar en la Argentina ya no tiene efectos sobre el proceso inflacionario. “Para cuantificar un poco lo que ya ha significado el cambio de esquema monetario y cambiario que estamos implementando, la relación entre la devaluación y la inflación se desplomó notoriamente desde diciembre de 2015”, planteó. Los datos duros de la economía no dicen lo mismo. Luego de la devaluación en el primer mes de su gestión, el país anotó la tasa de inflación más elevada en 25 años durante 2016. “Veía ayer (por el lunes) en televisión una publicidad de una cadena comercial que congeló los precios de los productos de su marca entre junio y el próximo enero. Esto demuestra que el régimen de metas de inflación con tipo de cambio flotante está cumpliendo progresivamente el cometido de disociar los movimientos cambiarios del resto de los precios domésticos”, siguió. Los referentes de supermercados anunciaron para agosto aumentos en las góndolas de un 5 por ciento en promedio, más allá de las promociones que una tienda en particular haya decidido lanzar al mercado tras veinte meses consecutivos de caída en las ventas.
El Banco Central siguió plateando que mantiene una política de tipo de cambio flotante. En la jerga económica esto implica que la autoridad monetaria no interviene para definir cuál es el valor del dólar, sino que es la oferta y la demanda del mercado el que le pone un precio y define el punto de equilibrio de la divisa. “Por supuesto, esto no implica que por momentos el mercado presente condiciones de liquidez que generen movimientos disruptivos de la paridad cambiaria, donde el Banco Central puede decidir intervenir en caso que lo considere apropiado”, apuntó. Son palabras poco convincentes para explicar la intervención de agosto, que implicó la pérdida de casi 2000 millones de dólares de las reservas para evitar que la cotización siguiera subiendo de los 18 pesos.