Noches y fines de semana
Greta Gerwig y Joe Swanberg
2008
Ejemplar perfecto del mumblecore, la ópera prima de Greta Gerwig, acompañada en la dirección y también en la pantalla por Joe Swanberg, sigue la relación a distancia de Mattie (Gerwig) y James (Swanberg) en dos momentos diversos del vínculo. Él vive en Chicago y ella en Nueva York, y los encuentros físicos son tan importantes como las instancias en las cuales se encuentran distanciados. Rodada en un formato de video de baja resolución, la cámara en mano como técnica y estilo creativo, desechando los elementos constitutivos de la dramaturgia presente en las comedias románticas tradicionales, la dupla crea una película de fragmentos, de viñetas, de capas que van acumulándose y sumándose para crear un relato de amor, desencanto y, eventualmente, disolución (¿o acaso hay un tercer acto nunca escrito ni filmado?). “Cuando comenzamos el rodaje la idea era hacer una película sobre una pareja feliz”, declaró la futura directora de Barbie en una entrevista realizada en ocasión del estreno del film. “Pero rápidamente nos dimos cuenta de que estábamos haciendo otra película. Tuvimos una gran pelea y no nos hablamos por cerca de tres meses. La segunda parte del rodaje tuvo lugar un año más tarde: un año después en nuestras vida y también en la de los personajes”.
Lady Bird
Greta Gerwig
2017
“Andate a la mierda, Mamá”, dice Christine, la Dama Pájaro, al comienzo de Lady Bird, antes de abrir la puerta del auto en movimiento y tirarse al pavimento sin medir las consecuencias. Saoirse Ronan regala una performance consagratoria, construyendo uno de esos personajes que quedan grabados en la memoria. Su Michelle, que con diecisiete años parece tener todo el peso de la historia del mundo sobre sus hombros, recorre el último año de la secundaria como si se tratara de una sobreviviente de varias batallas. El debut de Gerwig como realizadora en solitario, botón de muestra modélico del cine independiente producido en los Estados Unidos, es una inteligente e ingeniosa reelaboración de arquetipos cinematográficos fácilmente distinguibles, aquellos que pueblan esa institución del cine estadounidense: la high school movie. Gracias a la humanidad de la protagonista, construida a partir de pequeños gestos ligeramente excéntricos, la película logra poner en pantalla descripciones de ámbitos y clases sociales. El resultado es una comedia agridulce que mezcla la melancolía con la diversión y la inteligencia con la ligereza, elementos que volvieron a formar parte –en otro formato, bajo otras luces y con un presupuesto infinitamente mayor– de su siguiente proyecto: una nueva adaptación de Mujercitas.
Mujercitas
Greta Gerwig
2019
A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las adaptaciones previas de la novela de Louisa May Alcott, que abren sus respectivos relatos con imágenes de la nieve cayendo indómita en un pequeño poblado de Massachusetts –durante una guerra que podrá ser geográficamente muy lejana pero que está muy presente en el día a día de los personajes–, Greta Gerwig opta por un ámbito neoyorquino, varios años después del comienzo de la novela, como trasfondo para la primera escena del film. Por supuesto, el núcleo de la historia es el de siempre, eterno. Jo, la segunda de las cuatro hermanas del matrimonio March, logra venderle al editor de una revista un relato breve de su autoría, aunque bajo la firma de un seudónimo, protegiéndose así de las malas lenguas ante el súbito ingreso a un ámbito, el literario, que seguía marcado por leyes masculinas. El resto de las hermanas –Beth, la tímida y musical; Amy, la pequeña y revoltosa; Meg, la mayor y más cercana a seguir los usos y costumbres de la sociedad – también van dejando de ser niñas para transformarse en mujeres. Gerwig, en su primer proyecto de gran presupuesto, logra su cometido con creces: volver a un texto que sigue vivo más allá de todos los cambios de la sociedad, confirmación de que ciertas cosas son inmutables. O casi.