Desde Madrid

Nunca antes en 45 años de democracia el camino a las urnas en España había estado precedido de tantas encuestas como las publicadas desde que el pasado 29 de mayo Pedro Sánchez anunciara la disolución del Congreso y la convocatoria de elecciones. Sin embargo, lo que reina sobre las elecciones generales que se celebran este domingo es una absoluta incertidumbre sobre el rumbo político que tomará el país.

Todos los sondeos previos dan como favorito al candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, aunque los socialistas han alimentado la esperanza de una remontada. El futuro gobierno no dependerá tanto de cuál de los dos partidos consiga más respaldo cómo de qué resultados obtengan sus potenciales aliados.

El juego de las alianzas

El sistema político español es parlamentario. Los electores votan a los diputados en sus respectivas circunscripciones y son éstos los que en la primera sesión del nuevo congreso eligen al presidente. Para ello, el candidato debe obtener en primera votación la mayoría absoluta (176 votos entre los 350 diputados) o una mayoría simple (más síes que noes) en segunda votación. Sin en dos meses después nadie consigue la investidura, se disuelve la Cámara y se vuelve a llamar a elecciones.

Los sondeos sitúan a Núñez Feijóo lejos de esa mayoría y es ahí donde se abre la posibilidad de que por primera vez en 45 años, la extrema derecha puede entrar en un gobierno. Santiago Abascal, líder de Vox, lleva toda la campaña anunciando que sólo dará sus votos a cambio de asientos en el Consejo de Ministros.

Esta posible entrada de Vox en el próximo gobierno ha estado presente durante todo el desarrollo de la campaña electoral, en buena medida azuzado por los neofranquistas, que han intentado escapar de esa manera de las apelaciones al voto útil del Partido Popular, y también por las advertencias de la izquierda sobre las consecuencias que ese escenario tendría sobre los avances sociales conquistados durante los últimos años.

Estrategias

No se trata de una estrategia nueva. Tanto el PSOE como la alianza de las izquierdas Sumar centraron en los alegatos contra Vox sus discursos en las recientes elecciones autonómicas y municipales, celebradas el pasado 28 de mayo, pero el temor no caló en el electorado. La estrategia, de momento, lejos de funcionar parece beneficiar al Partido Popular, que consigue atraer votantes socialistas que prefieren un gobierno en solitario del PP como mal menor. Las encuestas han detectado hasta un 8 por ciento de fuga del voto del PSOE en dirección al PP, algo que ya se produjo el 28 de mayo, cuando el bloque de la derecha ganó con claridad y arrebató al PSOE el gobierno de buena parte de los gobiernos regionales y municipales. Fue precisamente ese resultado el que llevó a Sánchez a decidirse por el adelanto electoral con el costo de convocar los comicios en pleno verano y en medio de una ola de calor inédita.

Tanto aquellos resultados como las encuestas están demostrando que en la mayoría de la población genera menos rechazo un pacto del PP con Vox que las alianzas a las que las matemáticas parlamentarias obligaron a Sánchez durante la legislatura que ahora acaba. Para sacar adelante medidas como el aumento del salario mínimo y de las pensiones, la ley de eutanasia o el ingreso mínimo vital, el secretario general socialista, cuyo acuerdo de gobierno con Unidas Podemos era parlamentariamente insuficiente, tuvo que pactar con secesionistas catalanes y vascos, que despiertan un rechazo mayoritario en el resto de España. Buena parte de los electores le dan más importancia al ‘con quien’ que al ‘para qué’.

Tanto Pedro Sánchez, a quien todo el conglomerado de la derecha lleva meses presentado como el enemigo público número uno por esos acuerdos legislativos, como Yolanda Díaz, - la vicepresidenta nombrada por Podemos (aunque no pertenece a esa formación, sino al Partido Comunista), que ha reunido no sin dificultad al resto de la izquierda bajo la sigla de Sumar- sueñan con una reedición del pacto de gobierno.

En la derecha, la situación es radicalmente diferente. La aspiración del PP es reducir a Vox a su mínima expresión y que todos los votos conservadores vuelvan a agruparse detrás de sus siglas. Tras sufrir en las elecciones generales de 2019 la doble sangría hacia los liberales de Ciudadanos y los ultras de Vox, el objetivo del PP es recuperar ahora la mayor parte del espacio de la derecha. Si lo consigue, Núñez Feijóo podría gobernar en solitario.

Un abanico de posibilidades

Sin embargo, el abanico de posibles escenarios postelectorales es tan amplio que puede llevar a infinitas especulaciones prematuras. En muchas provincias las encuestas vaticinan resultados ajustados que pueden inclinar hacia un bloque u otro el reparto del último escaño en disputa. Por ello, las posibilidades van desde un posible gobierno en solitario del Partido Popular hasta una algo más improbable gobierno PSOE-Sumar que repetiría la alianza progresista que ha mantenido a Pedro Sánchez en el palacio de La Moncloa durante los últimos cinco años. En medio, las posibles opciones son múltiples: la temida coalición de gobierno entre PP y Vox, la elección de Núñez Feijóo como presidente con voto afirmativo o abstención de Vox tras un acuerdo programático que no incluya la entrada de ministros ultras, la altamente improbable elección del líder del PP con la abstención socialista para evitar la entrada de Vox (que sólo sería posible de estar precedida de un cambio de dirección en el PSOE) o el escenario que nadie se atreve a descartar, una situación de bloqueo y repetición de las elecciones.

Lo único seguro de estas elecciones es que las urnas firmarán el certificado de defunción de lo que dio en llamarse la nueva política. A partir de 2014, la aparición de Podemos marcó una nueva etapa en la vida institucional española que ha resultado ser sorpresivamente corta. La irrupción con fuerza del partido liderado por Pablo Iglesias (que llegó a conseguir al año siguiente 70 escaños, el 20 por ciento de la Cámara), tuvo como respuesta la creación de Ciudadanos, una formación que se reclamaba liberal y que llegó aspirar a disputarle al PP la hegemonía de la derecha al alcanzar en abril de 2019 57 diputados frente a 66 del PP.

El silencio de Felipe González

Ciudadanos, que tras incurrir en gruesos errores entró en una pendiente irreversible, ni siquiera se presenta a estas elecciones y Podemos, que también entró en descomposición con la deserción de la mayoría de sus fundadores disconformes con el personalismo de Iglesias, concurre diluido en la coalición Sumar en la que sus principales líderes están ausentes de las listas electorales. La todavía ministra Irene Montero (pareja de Pablo Iglesias), apartada de la candidatura, ni siquiera ha pedido el voto para la coalición. Su silencio se suma a uno aún más atronador. Por primera vez, Felipe González ha dejado pasar toda la campaña sin pedir el voto para el PSOE, a diferencia del otro ex presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, llamativamente activo en entrevistas y actos de campaña.

Vox, que surgió a partir de 2017 principalmente como respuesta de la España más conservadora al fallido proceso independentista catalán, sufrirá con toda seguridad un buen recorte en su grupo parlamentario, actualmente formado por 52 diputados, por el repunte del PP, pero paradójicamente tiene serias posibilidades de entrar en el nuevo Gobierno.