Beatriz Perosio ocupaba los cargos de Presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA) y de la Federación de Psicólogos de la República Argentina, al momento de ser secuestrada, el 8 de agosto de 1978, diez días antes de cumplir sus 31 años. Al día siguiente, Alfredo Smith, actual presidente de APBA y su esposa Celia Kriado, embarazada de seis meses, fueron también secuestrados y llevados al Vesubio, donde reconocieron a Beatriz, ya muy torturada.
Fueron momentos muy difíciles que movilizaron la solidaridad de los colegas, aquí y en el mundo. Cuatro días después, una asamblea de 400 colegas decidió que la APBA continuase funcionando y reclamando por la aparición con vida de los secuestrados. Gesto valiente en esas duras épocas, que no alcanzó para rescatar a Beatriz.
Cuatro años antes había asumido su primera tarea de conducción en APBA como secretaria gremial, a la semana del estallido de una bomba que destrozó una madrugada la puerta y parte de las escaleras del edificio donde funcionaba la Asociación. Como recordó Jorge Sevilla en una nota, “accedió a la presidencia en épocas peores (mediados de abril de 1977) con la dictadura militar ya instalada y habiendo realizado fuertes manifestaciones de represión contra la institución. Es decir, llegó dispuesta a resistir, aunque sin conocer la profundidad y alcances del plan criminal que el Proceso estaba desarrollando”.
Beatriz no fue la única colega que sufrió la represión. Por eso cada 8 de agosto se conmemora, en su homenaje y el de los colegas y estudiantes de psicología represaliados, el Día Nacional del Psicólogo Víctima del Terrorismo de Estado.
Nuestra profesión fue blanco del terrorismo de estado por su identificación con los procesos de cambio que recorrían nuestras sociedades entonces y ahora. Beatriz entendía que el devenir de la salud y enfermedad mental incluía una dimensión social ineludible y que, por ello, la práctica profesional abarcaba un aspecto político, expresado en el compromiso con la promoción de los derechos humanos que consagró la normativa sobre nuestras incumbencias profesionales. Nada de ello era tolerable para la dictadura militar y sus promotores civiles.
Los psicólogos sabemos que es necesario recordar para no repetir. Por ello nuestra memoria sigue intacta. Además, entendemos que el mejor homenaje a los desaparecidos es dar nueva vida a sus ideas, aquello por lo que luchaban. Beatriz expresó a una generación de psicólogos que batalló por hacer legal el ejercicio autónomo de nuestra profesión, en la etapa más negra de nuestra historia.
En gran medida su lucha fue honrada por la democracia duramente recuperada, cuando en 1985 se sancionó la ley nacional 23.277 de Ejercicio Profesional de la Psicología, que reconoció la autonomía científica de nuestra disciplina, en todo lo que concierne al “diagnóstico, pronóstico y tratamiento de la personalidad, y la recuperación, conservación y prevención de la salud mental de las personas”.
Ese avance fue saludado por muchos y se logró gracias al compromiso de todas las fuerzas democráticas. Sin embargo, cada tanto, como en otros terrenos, el pasado trata de volver, más en tiempos de negacionismo del terrorismo de estado, en los que se procura consagrar la impunidad de los genocidas aprovechando cualquier descuido de la sociedad. Por eso no extraña que, aun en nuestros días, siga habiendo fallos judiciales que desconocen nuestra capacidad profesional y tienen una visión reduccionista y estrecha de la enfermedad mental. Se limita todo a la eliminación de los síntomas mas flagrantes mediante acciones medicamentosas, desconociendo que dicho proceso de enfermedad es una cuestión que no solo involucra cuestiones orgánicas, sino personales, familiares y sociales.
Esas decisiones judiciales reflejan una compresión de la salud mental preocupante, ya que considera la administración de fármacos como el rasgo esencial y definitorio de un servicio asistencial especializado. La medicalización creciente del acontecer psicológico es un efecto indeseado del indudable avance en la comprensión de los procesos bioquímicos asociados a nuestro psiquismo, que le sirve a las corporaciones farmacéuticas multinacionales para patologizar conductas humanas y obturar los procesos de compresión de la emergencia de un síntoma.
Esas sentencias no afectan solamente el campo de actuación profesional de los psicólogos, entre otros que trabajamos en la salud mental, sino también el derecho de las personas a ser escuchadas en su integridad.
Beatriz Perosio, estamos seguros, hubiera levantado su voz para reclamar por ese derecho.
* Presidente y secretario general de APBA, respectivamente.