El peronismo clausuró esta semana el duelo por los magros resultados de las Paso. No hay tiempo para derramar una lágrima más porque se vienen otras dos competencias en pocos días: Las primarias nacionales del 13 de agosto y las generales provinciales del 10 de septiembre. Los reproches mutuos, los vendajes a las heridas abiertas y el necesario inflador anímico quedaron atrás; es momento de dar dos pases seguidos e inquietar al rival.

No fue difícil detectar los problemas con los resultados ya publicados. Dos grandes: La evaluación del electorado del peronismo en el poder. Inflación y salarios que no alcanzan se habrían filtrado en el combo provincial que incluyó principalmente la falta de respuestas ante la crisis en seguridad. Por más que el gobernador Omar Perotti haya explicado que no sintió que su gestión estaba en evaluación porque él no era “candidato a gobernador sino a diputado provincial” todos saben que es un análisis que se persigue la cola sin atraparla nunca. La lectura sería al revés: logró ser el candidato más votado individualmente a pesar de administrar en pandemia, sequía extrema y una crisis de violencia que se desarrolló a niveles increíbles en los últimos 15 años.

Después estuvo la interna blanda que se dió entre Marcelo Lewandowski, Marcos Cleri, Eduardo Toniolli y Leandro Busatto. Una contienda en la que todos sabían el holgado resultado de antemano y donde las diferencias pasaron principalmente por establecer distintas respecto del gobernador Perotti al que muchos acusan de “no ordenar ni conducir al peronismo”, pero fue el que abrió la puerta a la candidatura de Lewandowski cuando se dió cuenta de que la catástrofe hubiese sido peor, incluso para su propia suerte electoral.

Frente a unas Paso cuyos protagonistas salían todos los días en los diarios, incluso nacionales, con acusaciones gravísimas relacionadas al narcotráfico y la policía corrupta; el minué peronista danzaba tranquilo sin pisarse los pies. En un momento eso se destacó como un valor que sería sopesado positivamente. Pero no, incluso se sospecha sobre qué cantidad de votos peronistas -algo totalmente incalculable- pudieron haber sufragado para inclinar la balanza entre Maximiliano Pullaro y Carolina Losada para después volver al redil del PJ en las elecciones generales. La diferencia fue tan grande que no vale la pena entrar en especulaciones sin salida.

El territorio. La palabra más asociada al candidato ganador de las Paso santafesinas, también se mensuró en el peronismo. “Hubo localidades en las que el peronismo hizo muy buenas elecciones locales y donde cosecharon pocos votos los candidatos de las categorías mayores”, dijo el presidente del Partido Justicialista, Ricardo Olivera, en lo que se interpretó como un tirón de orejas para aquellos jefes locales que no “trabajaron” el voto de todos los compañeros. Lewandowski, por ejemplo, eligió no profundizar en este aspecto quizás porque sabe que necesita de todos para hacer crecer sus chances en septiembre y; principalmente, porque no son tantos los ejemplos en una provincia donde la derrota peronista fue extendida.

Otros dardos apuntan a Perotti. “El viernes antes de las elecciones no se pagó la hora que se agregó y en muchas escuelas del Gran Rosario mandaban los chicos a su casa”, dijo un dirigente del sur que también destacó retrasos importantes en los giros por el rubro Obras Menores en algunos municipios. “Son cosas que no se pueden hacer a horas de una elección, es básico”, destacó la fuente que invierte el análisis de Olivera y señala que fue la administración provincial la que trabajó mal el territorio, con mucha indiferencia.

Hay una cosa clara: En septiembre las distancias serán más cortas y la polarización que enfrente a Lewandowski con Pullaro le dará otra dinámica a la campaña. Y esta vez sí el peronismo correrá arriba de los autos que lanzó a pistas Unión por la Patria, una escudería mucho más potente de la que se puede conformar sólo con dirigentes provinciales. Ese fue otro aspecto que potenció a Pullaro y Losada, ambos representaban claramente a cada sector nacional enfrentado en Juntos por el Cambio. La tensión entre ellos no fue una estrategia para darle volumen a esa paso, sino que fue inevitable por cómo se dió el armado nacional.

Y finalmente están los candidatos. Lewandowski es resistente a los consejos de los coaches de la política que cada vez están más desprestigiados. Confía en su racionalidad y de ahí no lo van a mover fácilmente. “Si el tema pasa por discutir a los gritos y decir cualquier barbaridad, que se busquen otro candidato”, dijo tajante respecto al estilo que le hicieron cultivar a Losada cuando empezaron a ver que Pullaro le ganaba en cualquier escenario. Todo el staff político que rodeó a la periodista radicada en Buenos Aires hizo mutis por el foro y la entregó a la dudosa magia de los consultores que, por supuesto, comandaron el desastre. En ese terreno, que domina como nadie, le hizo más daño a Losada, Amalia Granata en solo dos entrevistas en canales porteños, que el propio Pullaro que nunca se bajó al ring del barro político.

Pero también hay otro punto a considerar a favor de los electores. Habrá mucha gente confundida con tanta mezcla de sistema electoral, tantas elecciones, tantas frustraciones y tan pocas respuestas de la política; pero sí se diferencia entre los cargos legislativos y los ejecutivos. Aquellos que se quedaron con la foto de Losada del 2021 estaban equivocados. Su torpe campaña demostró que en realidad era mucho menos que Miguel Del Sel.

Otro dato poco transitado y que recuerda el tamaño del cisne negro que significó la muerte de Miguel Lifschitz para la política santafesina, es el resultado que obtuvieron todos sus más cercanos incluyendo a su viuda Clara García que terminó por salvar las ropas del socialismo como su elección. Federico Lifschitz (h), con un discurso totalmente distinto al de su padre pero con el apellido, fue uno de los más votados para la categoría de concejales de Rosario. Y, finalmente, el funcionario de mayor confianza del exgobernador con una increíble cosecha de votos: El propio Pullaro.

En Rosario, el match que se avecina entre el intendente Pablo Javkin y el concejal Juan Monteverde para ver quién se queda con el sillón del Palacio de los Leones empezó tranquilo pero marcando la cancha. Javkin lo dijo con todas las letras. “Ahora Juan es kirchnerista”, exageró para dar a entender que no sólo abarca los intereses de una fuerza innovadora y progresista como Ciudad Futura sino que deberá cargar también con lo que el peronismo representa en Rosario. El intendente sabe que cuenta con el respaldo de un partido que no tiene nombre ni candidatos nítidos: El antiperonismo que hace que en esta ciudad no haya un intendente del PJ desde hace 50 años.

Por su lado, Monteverde recuerda los aires de cambio que soplaron en esta ciudad en los últimos comicios. “A Javkin no lo votó más del 70% de la ciudad, esa enorme cantidad de rosarinas y rosarinos le dijeron no a su gestión”, afirmó el candidato que le ganó la interna a Roberto Sukerman y que hoy es la novedad política que trasciende incluso lo límites de esta ciudad.