Obra escrita en 1982 por Roberto “Tito” Cossa y estrenada el mismo año, Ya nadie recuerda a Frederic Chopin hace alusión al peronismo aunque no se lo nombra. Sí hay menciones al 17 de octubre, pero unidas a ciertos improbables homenajes que, con su acostumbrado sentido del humor, el dramaturgo sitúa en una plazoleta de Villa del Parque, donde se recuerda al compositor de Nocturnos y Polonesas que murió en París en esa misma fecha. Bajo la dirección de Norberto Gonzalo, la pieza puede verse en La máscara (Piedras 736), con un elenco integrado por Stella Matute, Leonardo Odierna, Brenda Fabregat, Claudio Pazos, Amancay Espíndola y Daniel Dibiase. Gerardo Amarante ejecuta la música en vivo, los diseños de escenografía y vestuario pertenecen a Alejandro Mateo y la iluminación, a Leandra Rodríguez.
La obra se desarrolla en diversos tiempos, desde la memoria del personaje de Susy casi en su totalidad. Junto a un viejo conocido, ella evoca a su padre, un anarquista español, a su hermana, enamorada de un socialista y a su madre, una mujer que aspira a casar bien a sus dos hijas y a homenajear a Chopin frente al busto que consiguió emplazar en el barrio. Al escribir esta obra, el dramaturgo se basó en una travesura de sus tiempos de estudiante secundario, picardía que le costó la expulsión del colegio. (Ver recuadro.)
“Desde que se estrenó en la Sala Planeta con dirección de Rubens Correa le tuve ganas a esta obra, primero para hacerla como actor y, después, como director”, dice Norberto Gonzalo en conversación con Página/12. Cuenta que en esta oportunidad decidió no asumir a la vez los roles de actor y director para conservar mayor objetividad a la hora de tomar “las decisiones de puesta que implican la iluminación, las relaciones entre los personajes y la música”, según enumera el director. Procedió en sentido inverso –actuar y no dirigir- cuando llevó adelante el proyecto de estrenar Stefano, de Armando Discépolo, en la misma sala de San Telmo. Así, el espectáculo que acaba de cumplir 50 funciones en un año y medio de permanencia en cartel fue conducido por Osmar Núñez.
Gonzalo subraya los momentos de humor de la pieza y “la paleta de colores políticos que puede verse en sus personajes, nunca en proximidad de acuerdo”. Señala que el hecho de que el español anarquista se pregunte acerca de las razones por las cuales la República fue derrotada “abre una pregunta que uno podría contestar diciendo que pudo haber sido la falta de la unidad en pos de un mismo objetivo, algo que es fundamental”.
-¿Qué tipo de problemas plantea la puesta?
-El 90% de la obra transcurre en la cabeza de Susy, pero no hay que caer en concesiones. En el diseño de la luz, por ejemplo, no se cae nunca en la tentación de hacer cambios en el momento de los recuerdos. Tampoco recurrimos a ningún acento en la transformación, cuando, en un instante, un personaje pasa de joven a viejo. Los actores hacen un gran trabajo: los personajes muertos son verdaderas ausencias presentes y es muy fluido el diálogo que se entabla entre todos.
-La obra habla del peronismo, pero sin mencionarlo…
-Así es, tan hábil es la escritura de esta obra que ni menciona a Perón. Habla del festejo del 17 de octubre pero, aunque lo hace en relación a la muerte de Chopin, se dice que hace calor, que hay gente en mangas de camisa y con el torso desnudo. Cuando se estrenó generó algunas polémicas.
-¿Qué fue lo que se dijo?
-Se había armado una discusión, porque algunos no vieron bien que se relacionara el 17 de octubre con la muerte. En la obra escrita, Tito Cossa pone que en la casa se respira el olor de “de lo que ha muerto”. Más allá de lo que se haya dicho, para mí siempre fue una obra mágica, poética, que, aparte de hablar de lo que cada uno no llegó a cumplir en la vida, es una reseña de la memoria, en la que los personajes, sean muertos o vivos, no siempre cuentan las cosas de la misma forma.
Política y cultura
Roberto “Tito” Cossa recuerda en conversación con este diario: “Sería 1949, estaba cursando el secundario en el Colegio Sarmiento y yo, que era el gracioso de la clase, tenía que superarme todo el tiempo. La profesora de música nos había pedido una composición porque se cumplían años de la muerte de Frederik Chopin, ocurrida un 17 de octubre. No recuerdo las palabras, pero hice una comparación tomando en cuenta la fecha. Y me echaron del colegio. Muchos años después se me cruzó esta circunstancia para escribir Ya nadie recuerda a Frederik Chopin, obra que situé en Villa del Parque, donde viví hasta los 21 años. Pero con la obra no quería hablar de política sino de la cultura: veía que el romanticismo desaparecía y avanzaba una mirada fascista. Como está pasando hoy. Yo estoy muy preocupado. Tengo 88 años y he soñado con la revolución socialista: nos preguntábamos cuánto tiempo iba a tardar en producirse, pero nunca consideramos que no sucedería. Hoy hay un avance mundial del fascismo. La pérdida de la fuerza de la izquierda comenzó con la caída de la Unión Soviética. Y sigue hoy, en este mundo cada vez más salvaje y confuso. Es un clásico: cuando se pierden los valores, cuando hay desesperanza y descreimiento, reaparecen las ideas de derecha. Y la gente vota en contra de sí misma”.
* Ya nadie recuerda a Frederic Chopin, Teatro La máscara (Piedras 736) viernes a las 20.30 hs.