La Rioja recuerda a los mártires riojanos. El 17 de julio es el día designado por el Vaticano para recordar a los beatos mártires de la Iglesia riojana, y este año tiene la particularidad de que el 18 de julio se conmemoraron 100 años del nacimiento de Monseñor Angelleli.
El martes se cumplen 47 años del asesinato de Wenseslao Pedernera, y el viernes se realizará una nueva audiencia del jucio de Lesa Humanidad que se está llevando a cabo por su crimen, en el marco del terrorismo de Estado.
Mártires Riojanos
Los Beatos Enrique Angelelli, los padres Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, y el laico Wanceslao Pedernera fueron asesinados en 1976, durante la dictadura cívico militar, por su compromiso con los más pobres y desprotegidos.
El obispo Enrique Angelelli nació en Córdoba el 17 de julio de 1923. Se formó en los tiempos de renovación teológica y eclesial previo al Concilio Vaticano II. A su regreso a la Argentina, desempeñó una destacable labor apostólica en diferentes ámbitos: capillas, barrios humildes, en la docencia, en el Tribunal Eclesiástico, y como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC). Juan XXIII lo designó obispó auxiliar de Córdoba y en 1964, renunció al cargo. Fue designado obispo de la diócesis de La Rioja (Dióecesis Rioiensis) el 3 de julio de 1968. Caracterizado por su fuerte compromiso social, Angelelli formó parte del grupo de obispos que se enfrentó a la dictadura iniciada en la Argentina en 1976. Su muerte sucedió en ese mismo año, y fue presentada por las autoridades militares como un accidente automovilístico, aunque siempre se sospechó que se trataba de un asesinato encubierto hasta que los hechos fueron judicialmente investigados y el 4 de julio de 2014. Transcurridos casi 38 años, la Justicia determinó que se había tratado de un homicidio condenando a cadena perpetua por el hecho a Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella.
El franciscano Carlos de Dios Murias nació en Córdoba el 10 de octubre de 1945 y recibió la ordenación sacerdotal el 17 de diciembre de 1972 en Buenos Aires. Lo ordenó Monseños Angelelli, a quien conocía desde su juventud. A partir de 1974, acompañó varias misiones populares en la diócesis de La Rioja hasta que, en febrero de 1976, formó parte del Convento de Saldán (Córdoba), viviendo en Chamical (La Rioja,) de cuya parroquia fue nombrado vicario en mayo de ese mismo año. Se destacó inmediatamente por su servicio evangélico a los más pobres y por el reclamo de justicia ante los atropellos a la dignidad de la persona humana en el contexto de la última Dictadura cívico-militar en Argentina. Frente a las amenazas recibidas decía: “Podrán silenciar la voz de Carlos, pero no podrán silenciar el Evangelio”. El 18 de julio de 1976 fue secuestrado en Chamical y asesinado junto al padre Gabriel Longueville.
El sacerdote Gabriel Longueville nació el 18 de marzo de 1931 en el pueblo rural de Etables (Francia). Cuando percibió signos concretos de vocación sacerdotal, ingresó en el Seminario Mayor de la diócesis de Viviers donde recibió el sacramento del orden el 23 de julio de 1957. Pero su perfil fue decididamente misionero. Para ello, se preparó en México y luego arribó a Corrientes en 1970. Al año siguiente, comenzó su misión en la diócesis de La Rioja y en 1972 fue designado párroco de la Parroquia El Salvador de la localidad de Chamical. Allí, fue secuestrado y asesinado el 18 de julio de 1976. En realidad, se llevaban sólo a Carlos Murias, pero él le dijo: “No te dejo solo, yo voy con vos”. Y así se entregó al martirio.
Wenceslao Pedernera fue activista rural y cooperativista asesinado frente a su familia por un grupo de tareas del Ejército. En la actualidad se esta desarrollando el juicio de lesa humanidad por su asesinato 46 años después del hecho.
Wenseslao, el beato Laico
Pedernera nació en San Luis en 1936. Estudió poco y trabajó mucho junto a su familia, en tareas rurales agrícolas. Después de hacer el servicio militar obligatorio se radicó en la ciudad de Rivadavia, Mendoza, porque allí fue donde consiguió trabajo de peón rural en la Finca Gargantini. Llegó a ser delegado del sindicato de obreros viñateros. A comienzos de la década de 1960 se casó con Martha Cornejo, hija de los dueños de la finca. Fue a través de ella y su participación en la Novena a la Virgen de la Carrodilla, patrona de los Viñateros, que Wenceslao se acercó a la religión.
Cuenta Luis Miguel Baronetto, ex secretario de Derechos Humanos de la ciudad de Córdoba, en su libro Mártires del Evangelio que en 1972, que el matrimonio fue unos días a La Rioja a participar de unos talleres de formación del Movimiento Rural Cristiano (MRC) de esa provincia, fundado por monseñor Enrique Angelelli, luego de que el Episcopado argentino rompiera “de un momento para otro los vínculos” con el MRAC y diera libertad de acción a las diócesis provinciales. Wenceslao y “Coca” se mudarían a La Rioja junto a sus tres hijas María Rosa, Susana y Estela.
En ese momento, La Rioja se debatía entre obrajes madereros, con el ferrocarril como sector demandante de materia prima para los durmientes, y la transición hacia la producción ganadera. La tierra había acabado en las manos de un puñado de familias de la oligarquía local y de algunos pocos “obrajeros”, que al entrar en crisis la industria maderera, empiezan a ver la veta en la cría de ganado. Los dos reclamos centrales en estos conflictos eran el tema de la tierra y el tema del agua.
Con la intención de dar respuesta a esas dos principales problemáticas, el MRC riojano se comprometió de lleno con la experiencia de la Cooperativa de Trabajo Legítima (Codetral). El plan lo habían propuesto Carlos Di Marco y Rafael Sifre, dos mendocinos cercanos a la iglesia, que en el trayecto de aquellos años se conocieron con Wenceslao y “Coca”, y se sumaron a la iniciativa de Angelelli de una iglesia al servicio de los pobres y explotados.
Las rispideces con Di Marco, Sifré, las religiosas y Angelelli llegó a su máximo el 13 de junio de 1973, cuando una treintena de hombres echaron a piedrazos, insultos y punta de pistola al obispo provincial y a los sacerdotes Antonio Puigjané y Jorge Danielini, que lo habían acompañado a Anillaco para dar la misa de San Antonio, el patrono de la ciudad. “Rojo”, “marxista”, le gritaban. “Venís a expropiar”, lo acusaban a monseñor. La patota se presentó con el nombre “Cruzados de la Fe”, defensores plenos de la propiedad privada por sobre todas las cosas. Entre sus integrantes figuraron Amado, César y Manuel Menem, hermanos y primo del ex presidente Carlos Menem; José Ricardo Furey, quien fue asesor del ex presidente en el Senado, Tomás y Luis Álvarez Saavedra, fundador del diario El Sol y su hijo. Menem fue gobernador finalmente en 1973, y la expropiación para Codetral no ocurrió. De Aminga, Di Marco, Sifré y las religiosas, fueron echados de sus viviendas con incendios y robos.
Para 1973, Pedernera viajaba seguido a La Rioja, entusiasmado con la consigna que trabajaba Angelelli: “campesinos con tierras-tierras con campesinos’ que trabajaba Angelelli”. El rol de Wenceslao era el de articular con sindicatos y otras cooperativas, que se iban generando en el oeste riojano, en el marco de la Coordinadora de Cooperativas del movimiento. Ese año la diócesis adquirió con la ayuda de un grupo de religiosas un campo en las afueras de la ciudad de Vichigasta, al oeste de la provincia de La Rioja, que venía con nombre: La Buena Estrella. Tenía más de 300 hectáreas. Allí se termina instalando Wenceslao con toda su familia. María Rosa recuerda que vivieron en un salón grande al que dividieron en cuatro piezas para que cada quien tuviera su espacio: la familia Pedernera, Carlos Di Marco, Rafael Sifre y Gonzalo Llorente, que para entonces era un joven de 18 años recién llegado de Buenos Aires y se suma al grupo.
En 1975 llegó con la Triple A y una persecución directa hacia Angelelli. “Nos fuimos un tiempito antes de que se empezara a poner feo para mi papá y nosotros”, relata María Rosa. En febrero, se mudaron a la casa que construyó de cero. Y adonde pensaba conformar, a pesar de la fricción que le demostraba el pueblo con excepción de muy pocas personas, una nueva cooperativa: Nuevas Esperanzas Campesinas de Sañogasta (Nuecas), la había llamado. Pero ese pueblo “era semifeudal, una especie de tutela bajo la propiedad de la familia Brizuela y Doria, que odiaba violentamente a toda la propuesta de monseñor Angelelli. Wenceslao comenzó a recibir amenazas a principios de 1976. “Yo le pedí que nos fuéramos, que me daba miedo”, cuenta Martha “Coca” Cornejo. La madrugada del 25 de julio le pidió que no se levantara, que no atendiera la puerta. Según documentos judiciales, fue una “comisión conformada con varias personas a bordo de dos automóviles” la que llegó a la casa de Wenceslao entre las 2.30 y las 3 de aquel día.
“Habrían llamado a la puerta, y al ser atendidos por Pedernera, uno de los nombrados habría disparado sobre la persona de la víctima sin mediar diálogo alguno”, dice el auto de procesamiento de Eduardo Abelardo Britos, el único acusado por el asesinato de Wenceslao Pedernera, hasta ahora, por el Poder Judicial riojano.
Con la ayuda de un vecino, “Coca” logró llevar a Wenceslao, herido, hasta el hospital de Chilecito. Los recuerdos de María Rosa se posan en esa noche: “Nosotras tres —ella y sus hermanas Susana y Estela— estábamos en un pasillo, abrazadas, llorando. De lejos, veíamos la pieza donde estaba mi papá y a mi mamá y a una enfermera cortándole el pijama para poderlo desvestir. No entendíamos nada. En eso, sentimos que alguien viene corriendo. Varias personas. Hombres que venían de verde. Llegaron hasta donde estábamos nosotras y con armas largas nos empujaron contra la pared. Las armas en nuestra panza”.
El grupo militar se llevó a “Coca” de la sala en la que estaba Wenceslao y la dejaron junto a sus hijas en otra sala del edificio. “Acá se van a quedar. Quedan detenidas e incomunicadas”, fue la orden. Estuvieron detenidas en la sala del hospital de Chilecito hasta la mañana del 27 de julio. “Recién ese día nos avisaron que podíamos ir a ver a mi papá en la morgue”, recuerda María Rosa.
A “Coca” le tomaron declaración. “La volvieron loca preguntándole dónde estaban los curas, dónde guardaban las armas”, destacó su hija. María Rosa, aquella noche, oyó los gritos de dolor de su papá muriéndose solo, sin atención.
En la estación 1 de la Ruta de los Mártires, en el Departamento Ángel Vicente Peñaloza se realizó el descubrimiento de la piedra basal de la obra Parque Temático Turístico Memoria y Martirio. En este lugar será construido un espacio de memoria y fe, poniendo en valor el testimonio de vida de Angelleli. La obra contará con un sendero de recorrido que conectara las zonas de esta propuesta arquitectónica y paisajista del lugar, un sector religioso, otro dedicado a la memoria y al martirio, y un centro de interpretación.