El actor Rafael Ferro pegó el salto a la política y quiere involucrarse en el terreno de la contienda electoral de la manera más rápida posible, a como dé lugar. Claro que esto no sucede en la realidad sino en la cuarta ficción escrita y dirigida por Hernán Guerschuny (El crítico, Recreo y Una noche de amor), titulada Doble discurso. Se trata de una película Amazon Original, que se estrenará en cines el jueves 27 de julio, y que podrá verse por la plataforma Prime Video a partir del 4 de agosto. Es una combinación de comedia bastante oscura con thriller político, que contiene tintes de humor y romanticismo. A Ferro lo acompañan Diego Peretti y Julieta Cardinali. El elenco también cuenta con Jorge Suarez, Víctor Laplace, Franco Rizzaro, Mónica Raiola, Luis Margani y Nacho Girón.

Guerschuny construyó una paleta de personajes, donde resalta “El Griego” (Peretti), un desafortunado consultor de imagen para políticos que tiene un hijo joven. A pesar de su apariencia poco atractiva y su lamentable pasado, posee increíbles habilidades persuasivas gracias a su dominio de la argumentación. Ricardo Prat (Ferro), un carismático candidato, pero limitado intelectualmente, lo contrata como último recurso cuando Camila Hewel (Cardinali), una periodista combativa, decide confrontarlo para exponer su problemático pasado y los negocios turbios de su familia. Gracias al "Griego”, el candidato comienza a comportarse y a hablar de una forma que hace que la periodista se enamore de él, sin estar consciente de que cada acción y palabra viene de la mente y corazón de alguien que la ama en secreto.

"Me gustó el género, que no se hace tanto acá, que es contar una historia política pero que también haya una historia de amor", comenta a Página/12 Rafael Ferro. A su lado, Julieta Cardinali señala que el guión le pareció “muy entretenido”. “Son personajes que se pueden reconocer fácilmente, con los que podés identificarte o a los que viste en algún momento, como el personaje del candidato político que no tiene idea de lo que tiene que decir exactamente. Eso es algo que hemos visto muchas veces”, asegura la actriz. “Mi personaje, Camila, me resulta una periodista con una fuerza y con unas ganas de que se escuche su voz, que también me parece muy interesante". En tanto, a Peretti también le gustó “esto de hablar del amor en un mundo tan sucio como el que tiene parte de la política, pero que es el que aborda la película".

-¿Es una película sobre el marketing en la política o sobre la política del marketing?

Rafael Ferro: -Las dos cosas. Hemos hablado de eso, respecto de lo que cuenta la película. En el entorno dicen: "Che, ¿a quién mandamos? Mandemos a éste. ¿A quién contratamos para que éste sea creíble?". Son casos que han pasado más de una vez en la Argentina. Para mí, tiene mucho que ver con el marketing en la política y la política del marketing, que es casi lo mismo. La política que vemos hoy es decir el slogan que necesita la persona, decirlo cuando la gente necesita escucharlo, estar en el acto que hay que estar. Por ejemplo, el otro día hubo una manifestación en el colegio de uno de mis hijos porque habían entrado a robar. Hubo una marcha para pedir que pusieran cámaras de seguridad en una escuela muy desprotegida. Me llamó mucho la atención que el día que fue la convocatoria empezaron a aparecer un montón de personajes que nadie conocía, que saben dónde hay un evento de este tipo para ir a “robar” cámara. Casi coparon todos los medios para hacer campaña porque nosotros éramos los padres de chicos de un colegio que íbamos a pedir más seguridad. De golpe, aparecieron esos muñecos que nadie conocía.

Julieta Cardinali: -Se estrena la película que habla de lo que está sucediendo justo en este momento.

-¿Creen que el clima preelectoral favorece para el estreno, le juega en contra o es indistinto?

Diego Peretti: -Si nosotros hiciéramos una película en la que la política es un lugar bondadoso y que todo funciona bien, evidentemente no funcionaría, pero sí en un contexto tan particular, preelectoral, donde el doble discurso se acentúa aún más que en la gestión misma. Pero no fue hecho a propósito. Esta película fue un desarrollo prepandémico pero, bueno, llega en un contexto como éste.

R.F.: -Para mí, le viene bien.

-Respecto de la conexión entre esta ficción y lo que realmente sucede, ¿intuyen qué debe estar exagerado o no?

J.C.: -Yo creo que es muy verosímiil.

R.F.: -Y se queda corta, tal vez. Pero es lo que decía Diego: muestra un costado.

J.C.: -Una parte, no estamos abarcando toda la política.

R.F.: -Debe haber una parte más noble. Ojalá. Yo no lo puedo asegurar.

-De todos modos, Doble discurso no se trata de una mirada exclusiva sobre los políticos rioplatenses sino de algo que se da a nivel global, ¿no?

J.C.: -Absolutamente.

D.P.: -Hay una desconexión entre el poder democrático elegido por la gente y la gente. Ese quiebre es como un tipo que tiene problemas del pulmón y fuma. Eso termina desoxigenando cualquier sistema. Ahora, ¿cómo se corrige que el poder que se detenta democráticamente sea el poder de la gente y no el de la plata? ¿Cómo se corrige eso a través de los recursos democráticos? Es un enigma. En las sociedades más desarrolladas, los pensadores sostienen que la democracia es el mejor sistema, y deben tener o deben estar planeando anticuerpos democráticos pero efectivos para que eso no ocurra, porque ocurre eso y chau.

-Rafael, ¿investigaste para el personaje la construcción publicitaria de un candidato político o te bastó con mirar los noticieros?

R.F.: -No, tenía muy frescos algunos casos muy puntuales que me llamaron muchísimo la atención. Seguramente no solo a mí... Hay uno muy claro y me acuerdo: un gran publicista agarró a un candidato que venía muy para atrás y, de hecho, lo levantó y llegó a ser presidente. Tenía muy fresco eso: alguien que sabe de marketing puede lograr que alguien que de otra manera no tiene ninguna posibilidad llegue no sólo a tener posibilidades sino a ser presidente, lo cual asusta. Y también asusta que nosotros, la gente, compremos tan fácilmente algunas cosas.

D.P.: -Asusta que ese incompetente supuesto que dice Rafael tenga los mismos vicios que el formado. Entonces, ahí hay menos salida. Si el formado compite de llano en la estupidez del principiante, entonces, ahí se complica aún más este quiebre con la gente.

J.C.: -Se apunta a un ideal de que la gente sea responsable de sus actos, no solamente los que se presentan sino también los que están atrás de los que se presentan. Eso sería lo ideal, que no sucede generalmente.

-Julieta, ¿consideras que, sin perder el humor, es una historia que plantea un debate sobre la palabra “ética” no solamente en la política sino también en el periodismo?

J.C.: -Sí, a mí me toca interpretar a Camila, que es una periodista de investigación que no se corrompe tan fácilmente como otros compañeros que tiene. Entonces, ella va a fondo con lo que quiere mostrar. Es una periodista de raza y tampoco es muy conocida, tiene un puesto muy chiquito dentro del noticiero y asciende con ganas de ascender. No es que se queda con el ideal y no es que no le importa nada: ella quiere que le vaya bien, se entera de unos asuntos muy turbios que tiene el candidato a presidente y está dispuesta a ir a fondo, sin miedo.

R.F.: -Además, me imagino que alguien que se presenta como candidato a presidente o a cualquier puesto, se va dando cuente en el camino y decide si quiere transar o no. Le debe pasar mucho también a los periodistas. Por ejemplo, un periodista de raza que, en realidad, quiere decir la verdad y le empieza a pasar que de golpe lo llama un medio espectacular… Le debe pasar todo el tiempo de poder pisar el palito y las trampas.

-Un sociólogo decía que cuanto más arriba en la escala de poder uno se encuentra, más dispuesto debe estar a negociar su grado de impureza.

R.F.: -Totalmente. Lo he escuchado decir de gente como Obama, que en algún momento admiraba: a medida que subís más, te vas dando cuenta de que se te achica también el poder de acción. Llegás a tal lugar y la persona con la que nunca estuviste de acuerdo, por ejemplo, un sindicato fuerte, enorme, y si no lo tenés de aliado, te para el país. Y así con capitales de atrás que ni vemos, invisibles.

J.C.: -Y nosotros hablamos ingenuamente desde un lugar que no es el de las personas que están en determinado momento en ese lugar. No es solo de una sola manera. El tema es cuando hablás de corromper un pensamiento profundo o decís "Vamos por acá porque conviene para llegar a donde yo quiero llegar". Eso claramente se da en todos los ámbitos.

-Diego, ¿el objetivo del asesor es un poco enseñarle al candidato la necesidad del cinismo?

D.P.: -Es meterse en la forma de hacer política que al estar tan manchada por el dinero y por el poder mismo, lo que importa es la imagen, todo lo que está por afuera y no lo sustancioso, digamos. Diferentes serían mensajes preelectorales que estén hablando de otra cosa. Por lo menos, que a mí me interesen. A mí me interesa el preelectoralismo que hay hace varios años desde un punto de vista de “tira de televisión”. Tengo memoria más o menos inmediata para saber que "éste" estuvo con tal y todo un cambalache discepoleano que, a mi edad, resulta hasta atractivo de seguirlo diariamente. Pero realmente comparado a lo que sucede, me parece hasta obsceno.

-La película ironiza acerca de tomar como religiosa la palabra de un asesor, ¿no?

J.C.: -Porque es alguien a quien le fue muy bien haciendo eso.

D.P.: -Es todo variable y el cinismo en nuestra política está mandado a hacer, porque la gente está así ,y los de arriba no acusan recibo y dicen "Cuento la mía". Eso es en la política del primer plano. Después, hay otro tipo de política, que la del militante que trabaja para transformar la realidad en pos del bienestar de la gente; cuando ve esto, ése debe sentirse defraudado, pero sigue. Ese es el que no hace torcer la democracia.

-Tu personaje, Diego, le dice al candidato en un momento: “Nunca diferenciaste la manipulación de la mentira”. ¿Por dónde pasa la diferencia para vos?

D.P.: -La mentira es trastocar hechos que ocurrieron, que son fácticos, y la manipulación es utilizar esos hechos colocándolos de una manera estratégica para que el discurso se suavice o pase a cambiar el mal por el bien, el bien por el mal. Es acomodar. No es una mentira elegante porque quien piense y tenga toda la verdad objetiva puede decidir por sí mismo, pero esta mentira puede manipular mediáticamente, y subrepticiamente el mensaje termina creando opinión. Hay una disociación que ocurre entre lo mediático y lo que vota la gente.

J.C.: -Y, además, una mentira se puede descubrir con la verdad…

-¿Creen que en política la inteligencia es un valor o es como sucede en la película, que parece importar más el efecto comunicacional?

J.C.: -Creo que siempre, en todos los ámbitos, la inteligencia es un valor de por sí. En política me parece muy importante. A la larga quedan descubiertos los que son inteligentes y los que están repitiendo como loros, o que no tienen un discurso de lo que realmente piensan. En la película, el doble discurso se puede ver claramente en una persona inteligente y en una persona que necesita que le digan lo que tiene que decir.

R.F.: -No estoy de acuerdo en que es un gran valor la inteligencia. Es un gran valor dependiendo de cómo la uses y qué tipo de inteligencia. Hay una inteligencia mediática y una inteligencia política.

-La publicidad llena muchas veces cáscaras vacías…

R.F.: -Eso es muy peligroso. Te vende un candidato y una gaseosa que te hace mierda. Pero tiene ese poder.

J.C.: -Por eso es muy importante la responsabilidad.

D.P.: -Imaginate una inteligencia marketinera enlazada virtuosamente con una inteligencia política con ganas de transformar de verdad. A esa tormenta perfecta no la tenemos ni recuerdo haberla tenido en nuestro país.

-Una de las reflexiones que la película permite hacer es que la política, tal como funciona en la actualidad, es una estrategia para el beneficio personal antes que para mejorar la vida de las personas a nivel colectivo. ¿Por qué creen que puede generar un efecto positivo en el electorado un político que no tiene convicciones?

J.C.:-Depende. Volviendo al punto: tiene que tener alguien que le diga lo que tiene que decir. Lo que todos deseamos como ciudadanos es que el bien sea para algo colectivo y no para algo individual. Por lo menos, ese es mi pensamiento.

R.F.: -Creo que no es tanto por lo individual sino que quien entra en política empieza a agarrar un vicio de la ambición que hasta pierde el norte de si es a favor de él mismo o de lo colectivo. Es algo que ya ni puede dejar de pensar. Necesita poder y notoriedad, entonces pierde el norte. Pasa en muchos, salvo que sea un animal político de raza que sabe dónde quiere ir.

D.P.: -Si hay alguien que está formado y otro que no lo está, el primero tendría que pasarlo por arriba. Si no es así, no hay beneficio alguno, pero en la realidad da igual. Por lo menos, en la experiencia de nuestra democracia moderna termina estando empatado en lo que se ve. Pero repito que hay otra militancia.