Desde Río de Janeiro
Brasil se recupera. Nunca ha sido tan bueno. El optimismo se propaga. La economía vuelve a crecer, se generan empleos, aumenta el apoyo al gobierno. El país parece estar entrando en un nuevo ciclo de expansión, que proyecta a Brasil con un proyecto de izquierda para los próximos años.
Por supuesto, la derecha no se resigna a esto. Estaría confesando su estrepitosa derrota, renunciando a sus valores, que apenas disimulan sus intereses. Tendrían que confesar que fracasaron, después de llevar al país y a los brasileños a los peores momentos de sus vidas.
Se reducen a chismes con observaciones menores y falsas sobre Lula y su exitosa actuación, en Brasil y en el mundo. Usan los medios de comunicación para eso.
Pero el Lula victorioso molesta no sólo a la derecha, la que creía que había liquidado a Lula con la prisión sin pruebas. También molesta a la vieja izquierda, la derrotada con el fin de la URSS, la que está irritada por su superación por la nueva izquierda. Esas voces que, históricamente vencidas, con el fracaso y desaparición de la URSS, insisten en mantener una visión catastrófica. El éxito de Lula y del PT representa que se ha pasado una nueva página en la historia de Brasil.
Lula vence al catastrofismo, mostrando que Brasil puede volver a crecer, generar empleos, distribuir ingresos. Incluso con la pesada herencia de tasas de interés extremadamente altas y un Congreso conservador.
El optimismo de Lula molesta tanto a la derecha como a la vieja izquierda. En lugar de compartir la alegría que vive Brasil, la mejora de las condiciones de vida de la masa de la población, la derrota de la derecha y la extrema derecha, le molesta el éxito de Lula y del país.
El éxito de Lula vence al catastrofismo, esa visión que, una vez derrotada, quisiera que esa derrota se extendiera también a otras fuerzas. Dicen que habría que tener cuidado con el éxito de Lula, porque ese éxito vencería al catastrofismo.
Lula es una persona optimista. Habiendo superado todos los problemas que tuvo en su historia de vida, sólo podía convertirse en alguien así.
Hace llegar su optimismo a la gente. Y deja a la derecha y a los pesimistas en una situación muy difícil. Porque el país que ha vuelto a gobernar es un país que crece económicamente, genera empleos, se proyecta en el mundo como un país con prestigio.
Lula es la cara de este Brasil.