“Un hombre que pinta su aldea y se vuelve universal. Como el mito griego de Atlas, carga a La Boca sobre sus espaldas”. Esa es la imagen que Lizzie Waisse, creadora y directora de Benito de La Boca, comparte en el texto del programa de mano sobre el protagonista del musical que acaba de estrenar en el Complejo Teatral de Buenos Aires: Benito Quinquela Martín. Después de ver la puesta también es válido pensar la imagen inversa: el barrio de La Boca cargando a Benito sobre sus espaldas para rendirle homenaje y agradecer todo lo que le dio al lugar que lo vio crecer. El espectáculo va de miércoles a domingos en el Teatro de la Ribera (Av. Pedro de Mendoza 1821).
Hay varios elementos destacables en Benito. Por un lado, la operación de rescatar a un artista argentino con un perfil anómalo en relación a los estereotipos de la época, un personaje contrahegemónico. Por otro, el modo de narrar su biografía: sin olvidar la importancia de las formas, la creadora optó por incorporar datos sobre la vida de Quinquela sin didactismos extraños, de una manera divertida y orgánica, con guiños a la actualidad, toques humorísticos bien pensados y el recurso metateatral. Por último, el alto nivel del equipo creativo: un elenco de intérpretes con gran destreza (todxs cantan, bailan y actúan bien, y no siempre ocurre en este género), la presencia de músicxs en vivo que forman parte del aquí y ahora de la escena y el trabajo puntilloso en cada disciplina: diseño sonoro (Verea) y lumínico (Sirlin), escenografía y vestuario (Lievendag y Sleigh), coreografía (Wons), dramaturgia, dirección actoral (Dasso) y la maravillosa música de Mozzi (sería bueno poder acceder a las canciones a través de alguna plataforma). El universo Quinquela invitaba a jugar con colores, formas y texturas, y estxs creadorxs aceptaron el desafío: desde el ingreso a la sala está presente la atmósfera sonora del puerto y las aguas turbias del río que ante los ojos del pintor abandonan su monocromía para transformarse en otra cosa.
El presentador que rompe la cuarta pared e introduce el relato es nada menos que Juan de Dios Filiberto (Rodrigo Pedreira), compositor musical, vecino de La Boca y amigo personal de Benito. Quien lo ayuda en su empresa es Julia (Belén Pasqualini), un personaje contemporáneo que no vivió la época narrada y que aparece desde la platea para adoptar el punto de vista del público. Ese recurso es clave en términos narrativos porque acerca al espectador, habilita varios chistes y permite entrar y salir de la ficción. Pasqualini es la indicada para el rol por su frescura y su habilidad en cada campo; con la misma solidez, Pedreira compone a su maestro de ceremonias.
El 21 de marzo de 1890 Benito fue abandonado en la Casa de Expósitos de Barracas; las monjas que lo rescataron hallaron junto al bebé un papel escrito en lápiz con su nombre de bautismo y la mitad de un pañuelo con una flor bordada. La obra narra la infancia junto a sus padres adoptivos –el genovés Manuel Chinchella (Francisco Cruzans) y la entrerriana Justina Molina (Alejandra Perlusky)– y su juventud como trabajador portuario. Ese inicio genera expectativas en torno a la aparición del protagonista encarnado aquí por Roberto Peloni, un artista con un amplio abanico de recursos y extensa trayectoria en el género (The Rocky Horror Show, Shrek El Musical, Huesito Caracú, Sweeney Todd, entre otras). Peloni aporta la emoción que requiere el personaje sin excesos: su Benito es un hombre real, de carne y hueso, pero también un soñador con una vocación muy clara.
Durante algún tiempo Quinquela hombreó bolsas en el puerto, hasta que decidió estudiar pintura con Alfredo Lazzari. Su talento lo llevó a las más altas esferas, pero lo interesante es que nunca olvidó sus orígenes. Con el dinero que ganó vendiendo sus pinturas, donó varios establecimientos para el barrio: una escuela, un museo, un jardín de infantes, un mural para Caminito y el Teatro de la Ribera. Ver la obra en ese espacio decorado con sus propios cuadros y salir después a recorrer las calles del barrio funciona casi como una invocación al espíritu del artista.
Benito cuenta con un seleccionado de talentos, pero además está muy bien construida en términos dramáticos y musicales: hay canciones bellísimas que cruzan datos biográficos con referencias contemporáneas, un paseo por varios géneros (desde el tango a la murga, pasando por el foxtrot y la tarantela) y cuadros memorables: el color local con sus personajes arquetípicos, los ritmos del puerto, la emoción de Justina al leer el artículo en la Fray Mocho que elogia la obra de su hijo y lo impulsa a dedicarse al arte, la elegancia ridícula de los miembros del Jockey Club, el desfile de personalidades ilustres que lo aplauden, algunos crossovers con figuras de la época como Alfredo Palacios, Alfonsina Storni o Perón, y el componente fantástico que aporta la Sirena del mascarón de proa, una criatura que recuerda la del cuento de Mujica Láinez en Misteriosa Buenos Aires. La fantasía está presente en esta obra donde la realidad gris de los tiempos de la inmigración masiva convive junto a la paleta de colores de un artista que nunca olvidó sus orígenes.
Benito de La Boca: 9 puntos
Elenco: Roberto Peloni, Rodrigo Pedreira, Belén Pasqualini, Alejandra Perlusky, Julián Pucheta, Sol Bardi, Francisco Cruzans, Jimena Gómez, Nicolás Repetto, Evelyn Basile, Tatiana Luna, Mariano Magnífico, Federico Strilinsky, Nicolás Tadioli, Florencia Viterbo, Fiona Mastronicola, Matías Prieto Peccia
Músicos: Cristina Chiappero (violonchelo), Eleonora Ferreyra (bandoneón), ARO (síntesis electrónica), Agustín Lumerman (percusión), Manuel Rodríguez (clarinete y saxo alto), Máximo Rodríguez (bajo), Santiago Torricelli (piano)
Diseño sonoro: Sebastián Verea
Diseño de iluminación: Eli Sirlin
Diseño de escenografía y vestuario: Marlene Lievendag, Micaela Sleigh
Dirección de arte: Marlene Lievendag
Dramaturgia y dirección actoral: Juan Francisco Dasso
Coreografía: Gustavo Wons
Música original y dirección musical: Gustavo Mozzi
Idea original y dirección general: Lizzie Waisse
* Miércoles, jueves y viernes a las 15. Sábados y domingos a las 17 en el Teatro de la Ribera (Av. Don Pedro de Mendoza 1821). Obra sugerida para mayores de 10 años. Entradas en CTBA.