Quizá en una imagen que explica parte del resultado, el médico Daniel Passerini arrancó el lunes temprano como cada lunes, en su tarea voluntaria del Centro de Acompañamiento Comunitario Héctor Oberlín del barrio Müller, al sur de la capital cordobesa donde el domingo a la noche aguó la fiesta de Juntos por el Cambio y, con un resultado impensado hasta horas antes, ganó la intendencia con siete puntos de diferencia sobre sus principales rivales.
El lunes hubo silencio en Juntos por el Cambio, también comenzó el pase de facturas interno, achaques a Horacio Rodríguez Larreta por su coqueteo con Juan Schiaretti. También hubo repercusiones del guiño envenenado de Sergio Tomás Massa, el ministro candidato que el domingo a la noche encuadró al ganador como un “pibe” parte de la renovación cordobesa, heredera de José Manuel de la Sota a donde también colocó al electo gobernador Martín Llaryora. Passerini habló de unos y de otros, se diferenció de Massa, se pegó a Schiaretti, habló deel ausentismo y se despachó contra el “marketing” de JxC y de los errores en los ejes de campaña de la oposición que los llevó a alejarse de la gente, según dijo. Pero sobre todo habló de la militancia.
En rueda de prensa y en entrevistas varias habló del milagro, y no tanto, que dio vuelta el resultado de una elección local, nacionalizada por la oposición, que quince días antes lo daban diez puntos abajo. En ese sentido, machacó con la política, recuperó su rol de militante, de peronista, de universitario porque el Estado le abrió las puertas con la “ley de gratuidad universitaria”, de nieto de “peones rurales que eran explotados hasta que apareció el Estatuto del Peón” y se presentó como dueño de un resultado producto del contacto con la gente, del cara a cara pero donde hubo “mucho rigor estratégico y disciplina política”.
¿Cuando entendió que podía ganar la elección?, le preguntaron temprano en Radio Nacional Córdoba. Y Passerini dijo que la primera idea no se la dieron las encuestas sino el “verdadero test” electoral del 25 de junio, cuando su jefe político, intendente de la capital y ahora gobernador electo, Martín Llaryora ganó la provincia. “Nuestra gestión la supimos comunicar en el territorio”, dijo. “Quizá no fuimos a los medios de Buenos Aires como hizo (Rodrigo) De Loredo, quizá no hicimos tanto en las redes sociales, sino que fuimos al corazón donde vive la gente", explicó. "Al cara a cara, recuperamos la militancia territorial como parte de la gestión y fuimos construyendo un triunfo en el cual diez días antes, y luego cada día y hasta el final, Martín me decía: Vamos a ganar”. Y dijo: “Yo percibía eso en distintos sectores” y aclaró que la gente vio del otro lado “propuestas marketineras” frente a “nuestras propuestas de gestión”.
Allí habló de la militancia. “Nosotros venimos de la política, de la militancia, no renegamos de eso y aplicamos ese manual con mucho rigor estratégico y disciplina política, con un equipo realmente implacable a la hora de recorrer el territorio y eso se vio reflejado en las urnas”.
Las crónicas locales reflejan el dato. El viernes a la noche, sólo dos días antes de las elecciones, los resultados todavía no estaban asegurados. Los lugareños dicen que en ese contexto el mecanismo de orfebrería se reactivó esta vez afiebrado. Que el comando de campaña se distribuyó contactos entre cuadros y militantes, de arriba a abajo y de abajo a arriba, que trabajó hasta Llaryora vestido de jogging y distribuyeron entre 50 y 100 contactos: todas personas de a pie, “por fuera de la rosca”, para llamar, llamar y convencer, por teléfono, vía mensaje de texto, redes, a amigos, a conocidos, y que así llegó el remonte.
Ese dato de cercanía tal vez sea uno de los datos que deja esta elección, y el dato retomado por Sergio Massa el domingo a la noche. Para entonces, el ministro candidato ya había presentado a Passerini como parte de la renovación política a la que mirar y que “están llegando a ocupar lugares de gobierno”. “Expresan –dijo-- capacidad de gestión, son buenos gestionadores, cercanos en el vínculo y muy militantes”. En un mensaje a varias bandas también envió un cifrado a la propia tropa. “Hoy la elección la ganaron militando”, dijo. Y agregó: “Tienen que escuchar. Se puede ganar la elección” que las encuestas y el aparato de medios dejaba 14 puntos atrás. “La ganaron porque salieron de atrás de los escritorios y fueron a buscar a la gente”. Y allí plantó la metáfora futbolera. Primer timpo, segundo y alargue pero en busca de un resultado que se consigue ganado en el primer partido, las PASO.
Larreta habló de Córdoba desde la Rural. "De Loredo hizo una muy buena elección, tiene un futuro enorme, tuvo una enorme grandeza ayer cuando reconoció el resultado", indicó el jefe de Gobierno porteño. “Él tenía un plan muy en detalle para seguir mejorando la Ciudad, pero la gente decidió y eso lo respetamos". También habló sobre las declaraciones del gobernador electo que el domingo a la noche, eufórico, dijo que los cordobeses no aceptarán directivas de los "pituquitos de Recoleta". "Jamás me van a ver del lado de las agresiones personales”, dijo Larreta y volvió a machacar con la idea madre de la interna: sin “peleas” ni “agresiones" porque "para sacar este país adelante y ganarle al kirchnerismo tenemos que estar juntos".
Córdoba dejó otro dato. Ausentismo nuevamente alto: sólo 60,2 por ciento del padrón fue a votar. Passerini le achacó "esa indiferencia" a los "discursos de la antipolítica y la antidemocracia que generan mucho descrédito". “Hay que mejorar la democracia desde la política y, para que eso ocurra, es importante que ese descrédito lo manifiesten concurriendo a las urnas", sugirió.