Otra vez las encuestas. No sólo en Córdoba capital, sino también en España dieron que hablar por sus sondeos fallidos. En la capital mediterránea, de cuatro encuestas, tres presagiaban un triunfo de Rodrigo de Loredo (JxC) por siete puntos. Perdió por ese mismo porcentaje. En Santa Fe, lo que se anunciaba como una reñida elección entre Maximiliano Pullaro y Carolina Losada terminó en que el primero casi duplicó a la candidata de Patricia Bullrich. En España, se realizaron sondeos el mismo día de la elección, en algún caso bocas de urna, entrevistando a los votantes a la salida de los recintos de votación. Las dos encuestas publicadas al cierre de los comicios preanunciaban que el Partido Popular, junto a Vox, podrían formar gobierno, “holgadamente” según el sondeo de Gad3 y “ajustadamente” como pronosticó el trabajo de Radio y Televisión Española (RTVE). El resultado fue que la derecha y la ultraderecha quedaron a 18 bancas de la mayoría y el Psoe puede llegar a formar gobierno.

Página/12 dialogó con consultores que no trabajaron en las elecciones santafesinas y de Córdoba, pero que igualmente advierten que las encuestas se convirtieron en un potro muy difícil de domar.

  1. En primer lugar, porque la mayoría de las personas se niegan a contestar encuestas. Eso ya produce un enorme enigma. Son personas no politizadas, a veces enojadas con la política y a veces desinteresadas. Según contaron algunos encuestadores, de las llamadas por el método automático, con grabación y respuesta por teclado, apenas un dos por ciento contesta. Y ese dos por ciento no representa del todo al 98 por ciento restante: son personas más activas, más interesadas en política.
  2. En segundo lugar, hay elecciones con un 40 por ciento de ausentismo. En España, en Santa Fe y en Córdoba Capital. “No sabemos bien el sesgo electoral de esos que no van a votar --señala Facundo Nejamkis, de Opina Argentina-- Y es muy difícil averiguarlo porque nadie quiere decir que no va a ir a votar. El sesgo de los ausentes se suma al sesgo de los que no contestan”.
  3. En tercer lugar, está lo que Hugo Haime toma de Zygmunt Bauman, “la sociedad líquida”. Personas que cambian de opinión, que deciden su voto tres días antes de la elección o el mismo día de la elección, que ven políticos que se pelean, que quieren el cambio, pero no saben a través de quién. O sea, Haime ve el factor del cambio muchísimo más frecuente que antes. “Era difícil errar hace veinte años, ahora es muy difícil clavar un número, o sea fijar un pronóstico casi matemático". En los diarios españoles de este lunes, las consultoras hicieron su descargo basados en esta mirada: “los votantes cambiaron a última hora. El mensaje antifascista, de evitar la llegada de Vox al gobierno, tuvo su efecto al final de la campaña”, explicó Narciso Michavila, presidente de la consultora Gad3.
  4. Cada uno de los instrumentos de recolección de datos tiene sus problemas. Las encuestas presenciales están limitadas porque está complicado entrar a edificios de clase media y también es difícil entrar a barrios muy humildes. En ambos casos por razones de seguridad. Las encuestas telefónicas hechas a teléfonos fijos ya tienen un sesgo de clase media, porque las franjas humildes ya no tienen teléfono fijo. Los dos sistemas, el IBR, automático y el CATI, con encuestadores hablando en persona, tienen sesgos. En los celulares está el problema de que nadie quiere usar tiempo de su celular en una encuesta y, además, es difícil clasificar a quien contesta. Es incierto si proviene del sector humilde, clase media baja, clase media alta o de la franja conocida como ABC1. Y las encuestas informáticas --reclutando encuestados en Instagram y Facebook-- tienen una marcada presencia de jóvenes y están poco o nada representados los adultos mayores. Hoy en día hay muchos encuestadores que admiten las limitaciones de cada método y buscan una combinación, llenando de esa manera los cupos por franja de edad, de nivel socioeconómico y de zonas de una ciudad, una provincia o el país.

El saldo final, de todas maneras, es que los que contestan por cualquiera de los distintos métodos son ciudadanos más bien activos, politizados y hasta con cierta pasión por la política. Quedan afuera los más moderados, los más indiferentes, que son una altísima proporción de la población. Y buena parte terminan no votando.

Entre los cambios y la propaganda

Roberto Bacman, titular del CEOP lo sintetizó comparando la elección de 2019 con la de 2021. En la presidencial de 2019, el 48 por ciento votó Fernández-Fernández y el 40 por ciento a Mauricio Macri. En 2021, Juntos por el Cambio volvió a sacar el 40 por ciento, pero el peronismo cayó al 34 por ciento. La mayor parte de esos ciudadanos que no votaron al Frente de Todos en realidad no concurrió a votar. Y, piensa Bacman, provienen de esa franja no apasionada, no activa, no politizada. Los que no contestan encuestas. 

Más allá de esos factores decisivos de una sociedad cambiante, también están las encuestas que son más bien publicidad política u operaciones políticas. Que existan distintos pronósticos para las PASO y para las internas en Juntos por el Cambio o la disputa en CABA obedece a metodologías distintas y también, por qué no, a algún sondeo hecho a medida para algún candidato. Nunca se puede descartar. 

No obstante, hay consultores con décadas de actuación en el mundo de las encuestas y para los que, por supuesto, un error es una derrota para su empresa. Tienen la ventaja de conocer mucho el terreno y los comportamientos políticos, pero desde ya que pueden pifiar en estos tiempos. Ocurrió en España este mismo fin de semana. Pero a esta altura está claro que la diferencia entre el acierto y el error depende mucho del consultor, de su análisis, de las correcciones que le hace a los números fríos. 

El papel de los medios

Finalmente hay otro factor que jugó y sigue jugando: la ofensiva mediática. En España --y en gran parte del mundo-- se instala que la derecha ya ganó, que hay un proceso irremediable de derechización y en el caso argentino que la victoria de JxC está cantada. Entonces, cuando pasa lo de España, cuando pierde Losada por goleada o gana el peronismo cordobés se plantean como batacazos, sorpresas o hechos excepcionales. 

Lula en Brasil, Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y tal vez la candidata correísta en Ecuador, Luisa González, favorita para imponerse en agosto en la elección presidencial, hacen pensar que lo excepcional puede no ser tan excepcional. Y que, en todo caso, son batallas que se están dando con la moneda en el aire. Una clave está en que en las campañas, tanto en las publicidades como en la militancia, se necesita crear mística, épica, esperanza de futuro que lleven a votar a aquellos que están más bien indiferentes a la política. Esos que, mayormente, no contestan encuestas.