El Aula Magna de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA se convirtió el lunes por la tarde-noche en una auténtica caja de resonancia de las emociones colectivas que despertaron tres figuras del cine: Lucrecia Martel, Manuel Antín y el director ucraniano Sergei Loznitsa. Los tres recibieron el Doctorado Honoris Causa. Este título honorífico es otorgado a personalidades que han realizado importantes contribuciones en sus respectivos campos, reconoce la excelencia, la trayectoria, el impacto y el compromiso social y político. Se trata de la máxima distinción otorgada por la UBA. Pero lejos de lo protocolar, cada uno a su manera desacartonó la ceremonia con un humor a prueba de antipáticos.

El rector de la Universidad de Buenos Aires, Ricardo Gelpi, no pudo asistir por encontrarse en el exterior pero grabó un video con merecidas palabras para los homenajeados. Quienes sí estuvieron expusieron las razones de este reconocimiento que sirvió como punto de partida del Primer Festival Internacional de Cine de la UBA -que arranca hoy martes 25 y en el que se verán más de cincuenta películas, con entrada gratuita- y en el marco en el que se realiza: los 40 años de del retorno de la democracia. Ellos fueron el Vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti; el decano de la FADU, Carlos Venancio; el secretario de Políticas de Diseño e Innovación Tecnológica y director general del Festival, Ricardo Alfonsin; la secretaria de Relaciones Institucionales, Cultura y Comunicación de la UBA y directora institucional del Festival, Paula Quattrocchi, y el director de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido y director Artístico del Festival, Marcelo Altmark.

Cada uno de ellos se refirió también desde su lugar institucional a expresar lo que significa una muestra cinematográfica de estas características, organizada por la universidad pública. En la platea estaban el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer; otras autoridades de la Universidad de Buenos Aires, docentes, no docentes, estudiantes e invitados especiales, como Celeste Cid, Juan Palomino, Eleonor Wexler, Natalie Pérez y Gastón Pauls, entre otros numerosos artistas.

Antín muestra su medalla ante la mirada de Martel.

El primero en recibir el Doctorado Honoris Causa fue Antín. Yacobitti y Venancio se encargaron de entregarle el diploma y la medalla que acredita el título. Con la grandeza de los humildes, el cineasta y fundador de la Universidad del Cine demostró el humor que lo caracteriza a sus 97 años. "Yo tengo cuatro palabras para decir. Dos son 'Ustedes dirán' y las otras son 'Los escucho'". En ese momento, todos los asistentes se pusieron de pie y lo aplaudieron calurosamente. Pero después no fue parco y dijo algo más: "Agradezco enormemente esta distinción que me enorgullece, y se me confiere y que acepto, pero pensando que relativamente la merezco sobre todo por todas las películas que no llegué a hacer, que fueron muchas. Y las películas que no llegué a hacer eran todas mejores que las que hice", bromeó Antín nuevamente. Posteriormente, se refirió a otro grande de la cultura: "Yo recuerdo en este momento con emoción mi amistad con Julio Cortázar, que empezó en una plaza de París. Estando yo en el suelo haciendo cámara baja, llegó Julio, y cuando puso los pies al lado mío, me levanté y le dije 'Cortázar'. Y él me dijo: 'Julio'. Eso es todo lo que puedo decir", señaló el hombre gracias al cual se formaron miles de jóvenes como realizadores.

El segundo Doctor Honoris Causa fue Loznitsa, quien vino con una traductora. Luego de agradecer la distinción, se refirió a su elección por el cine. Dijo que cuando estaba en la cátedra de matemática nunca se hubiera imaginado que iba a ser cineasta. "Mi vida está llena de 'Nunca me lo hubiera imaginado’. Tal vez eso se llama destino y no podemos predecirlo", acotó. "Hace 28 años que estoy trabajando en la industria cinematográfica y he hecho treinta películas documentales e históricas", subrayó el director de The Natural History of Destruction, la película que abrirá esta martes el FIC.UBA.

"El país donde yo crecí es un país con un pasado impredecible. Y a nuestro pasado no lo conocemos, aunque suene raro. Y este pasado es un pasado trágico. Hasta la fecha pocas personas pudieron reflexionar sobre este pasado. Y en la reflexión sobre este pasado yo quisiera aportar mi granito de arena. Estoy totalmente seguro que este pasado sin reflexión, sin comprensión, después retorna al presente con tragedias. Y yo interpreto el cine como una oportunidad para reflexionar, para entender, para no repetir los errores del pasado y los crímenes del pasado. Para mí, el sentido de todo el trabajo de cine es el servicio", subrayó.

"El sentido de todo el trabajo de cine es el servicio", afirmó Loznitsa.

Finalmente, llegó el momento más fuerte y político de su exposición: "Mi país, Ucrania, está atravesando un momento trágico de su historia. Está luchando por su libertad y su independencia, perdiendo la vida de sus mejores ciudadanos. Nadie sabe cómo va a terminar esta guerra, pero la nobleza, la voluntad y el heroísmo del pueblo ucraniano ya forman parte de la historia. Y estoy sumamente agradecido a todos ustedes que en mi persona, a través de recibirme aquí, ustedes apoyan a mi país también", concluyó Loznitsa.

Y llegó el momento de la Doctora Honoris Causa. "El señor Antín, después de una trayectoria extraordinaria, escribió su agradecimiento humildemente en este papel y yo con una falta de modestia traje todo esto", dijo Martel comparando ambos escritos y levantó a todo el auditorio por la graciosa ocurrencia. "Más allá del honor inmenso de compartir estos reconocimientos con personas, como mis compañeros de doctorado, esta universidad es para mí un lugar de felicidad enorme, desde que vine de Salta a estudiar acá Ciencias de la Comunicación, carrera que aprovecho para decir que hice todas las materias, pero no gestioné el título. Por ahí, es una oportunidad para hacer eso", bromeó Martel y la platea estalló en risas.

"Indudablemente, para mí la universidad significó encontrarme en las aulas con docentes, con compañeros, pero también en los pasillos, escaleras, en el buffet", recordó la directora de La ciénaga. "Fue una etapa muy feliz de mi vida los años que pasé en la universidad. Quiero decirles que, además, sea en el marco de un festival, es un reconocimiento al cine como una disciplina de conocimiento", sostuvo Martel y el público la interrumpió con aplausos. "Agradezco en nombre de mis colegas y de toda la gente que nos acercamos a esta tarea y que pensamos que el cine es entretenimiento, por supuesto, pero también un montón de cosas: reflexiones, y compartir cosas que necesitamos urgentemente".

"Creo que este lenguaje con imágenes y sonidos es extraordinariamente potente", consideró. "Las imágenes y el sonido tienen esa posibilidad de crear otra forma de ver las cosas y, en ese procedimiento un resquebrajarse de la realidad, una posibilidad de que el mundo no sea esa cosa definitiva, autónoma, que parece que corre por su cuenta, que no pertenece a nadie. El cine puede desnaturalizar la realidad y sinceramente he dedicado mi carrera a intentar eso, a que el cine sea algo más que entretenimiento", cerró la realizadora y fue muy aplaudida.

La ceremonia concluyó con la entrega a cada uno de un poncho salteño con el que el trío posó para las fotos. Estos ponchos, considerados la distinción máxima del festival, fueron realizados por artesanos rurales de Seclantás, un pueblo conocido como “la cuna del poncho salteño” que está ubicado en la provincia de Salta. Los artesanos que los elaboran viven en comunidades rurales a 2000 metros de altura sobre el nivel del mar y pertenecen a una organización llamada Comunidades Unidas de Molinos.