Cada vez que abre su mercado de pases, el fútbol argentino, lejos de potenciarse, se debilita. La presión acuciante de los clubes por vender a sus mejores figuras para hacer caja y seguir subsistiendo y la que ejercen jugadores y representantes para salir rumbo a destinos económicamente más seductores (pero no futbolísticamente más atractivos) en combinación con un peso debilitado y un dólar paralelo a más de 500 pesos, resienten a los equipos y les impiden crecer. Uno bueno en el primer semestre puede quedar severamente desmantelado en el segundo. Los futbolistas por lo general quieren irse de donde están y las instituciones carecen de recursos para retenerlos. Los buenos duran cada vez menos. Los que no lo son tanto pero están bien manejados, también.
El éxodo es imparable e inevitable. Un repaso por las informaciones de los últimos días permite afirmar que en el segundo semestre de 2023, el fútbol argentino será más pobre que en el primero y que la Copa de la Liga, el torneo que comenzará en el tercer fin de semana de agosto, tendrá menos nivel aún que el campeonato que está terminando. Boca se desprendió de Alan Varela (Porto de Portugal pagará 9,5 millones de dólares más 2,25 millones más por objetivos), Luis Vázquez (Anderlecht abonará 7 millones de la divisa estadounidense más una plusvalía del 15 por ciento) y de la mitad del pase de Mateo Retegui (fue al Genoa de Italia por 9,8 millones de dólares). Racing lucha para retener al juvenil Tomás Avilés por el que Inter Miami está dispuesto a poner 8 millones de dólares.
Bruno Zapelli, la joya de Belgrano de Córdoba, se fue a Athletico Paranaense en Brasil por casi 5 millones de dólares y por la misma cantidad Facundo Farías, la gran promesa de Colón, será compañero de Lionel Messi en Inter Miami. Tomás Belmonte, el volante central de Lanús, pasó al Toluca de México a cambio de 4 millones de dólares por el 80% de la ficha y Talleres de Córdoba ya tiene comprometidas las salidas del extremo colombiano Diego Valoyes y el zaguero Matías Catalán, y casi vendido a su goleador uruguayo Michael Santos al Vasco da Gama de Río de Janeiro por 5 millones.
Los equipos se desarman rápido y cuesta volver a armarlos. Porque en paralelo a este desguace acelerado (que sólo River, por su fortaleza económica parece en condiciones de poder evitar), jugadores y representantes prefieren por el momento no escuchar o por lo menos postergar los ofrecimientos que les llegan desde los clubes locales. Responden que están esperando "algo de afuera" y patean la pelota lo más lejos posible.
La fecha límite es el 17 de agosto, cuando cerrará el mercado de pases de invierno en la Argentina. Ese día quedarán definitivamente armados los planteles que jugarán hasta diciembre. Con lo que se pueda. Mientras tanto, la única salida sigue siendo Ezeiza. Como hace 50 años pero con una diferencia: antes sólo se iban los mejores, los consagrados. Ahora se van las promesas, la sangre joven. El último que apague la luz.