"Además de que debería ser de conocimiento público, a mi me interesa como formadora de futuros químicos. La ética, el buen uso de la química, la sustentabilidad, son cuestiones que existen y que tenemos que hablarlas tanto dentro del ámbito universitario, pero también por fuera", afirma Carolina Waiman, docente e investigadora del Departamento de Química de la UNS que fue responsable de representar a nuestro país en el taller “Política y Diplomacia para Científicos: Introducción a las Prácticas de Investigación Responsable en Ciencias Químicas y Bioquímicas”, que tuvo lugar esta semana en La Haya, Países Bajos.
En la convención, se delibera sobre tratados internacionales que regulan la transferencia y el uso de sustancias químicas, la sostenibilidad, la ética y la responsabilidad social en las prácticas de investigación, así como las normas y estándares de seguridad en la ciencia.
La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) es el organismo encargado de la aplicación internacional de la Convención sobre Armas Químicas. Se creó en 1997, acompañando la Convención de Armas Químicas, acuerdo que firmaron 193 países, junto con Argentina.
"Sinceramente desconocía todo lo que se hacía tanto a nivel exterior como local. Es una parte nueva para todos, no es química la industria o la investigación, sino química y la diplomacia.
Firmar ese acuerdo implicaba comprometerse a destruir las armas y las fábricas. El único país que todavía tiene un porcentaje muy bajo de armas químicas declaradas es Estados Unidos, que se comprometió a eliminarlas en el transcurso de este año.
"Si bien en Argentina no tenemos armas químicas, sí tenemos muchas industrias químicas cuyos productos pueden ser precursores de armas químicas si no se utilizan con ética y responsabilidad. Siempre que sea con fines pacíficos esas sustancias se pueden usar y de hecho se utilizan. Ya sea para fabricar medicamentos, alimentos, productos de la vida cotidiana de la gente. Nosotros los químicos le decimos el uso dual de la de la química, cómo una misma sustancia puede ser usada malintencionadamente o para fines pacíficos, benéficos para la humanidad, eso dependerá de las políticas públicas que se tomen alrededor de eso", afirma Carolina.
La enorme responsabilidad de cada país con las armas químicas y sus efectos en la política internacional es algo que, según Carolina, debería ser parte de la discusión pública. Pero sobre todo, para los futuros químicos que forma en las aulas de la UNS.
"Los estudiantes que van a ser futuros químicos para trabajar en industrias van a ser personas con alto conocimiento, y mi idea es que todos sus conocimientos sean usados para fines positivos. Estoy pensando en chicos que están haciendo el doctorado y demás, y pueden empezar a pensar también en la diplomacia como una salida laboral posible", afirma.
Además de haber representado a su país y volver para contarlo, Carolina quedó muy conforme del espacio que le fue brindado en el taller a las mujeres en la ciencia, a pesar de que de 15 científicos, 5 eran mujeres. "A pesar de que hay esfuerzos de tratar de equiparar, los varones siguen siendo mayoría. Aún así estamos un poquito más abajo, aunque tengamos la misma formación que un hombre. Por eso es importante seguir promoviendo actividades donde participen las mujeres en la ciencia", afirma.
Carolina sostiene que entre sus alumnos nota aquello que se bautizó como "techo de cristal": mientras que en las carreras de grado suele haber mayoría de mujeres versus varones, pero a medida que la carrera va creciendo y los puestos se profesionalizan, crece la cantidad de hombres. "Me encantaría que las chicas se animen a hacer más de este tipo de cosas, que sientan que ellas también pueden participar, me gusta fomentar ese espíritu de "vos podés", y si lo hago con mi ejemplo, mejor", concluye la docente e investigadora.