Aquí, un extracto de la entrevista publicada en Página/12 en la visita de Marc Augé de 2016, cuando participó de "La noche de la filosofía" en el Centro Cultural Kirchner.
–En un momento de El tiempo sin edad recuerda una frase de Charles Baudelaire de Las flores del mal: “Tengo más recuerdos que si tuviera mil años”. ¿Cómo llegó al concepto de estar “fuera de edad”?
–“Fuera de edad” es una expresión que se usa para hablar del coñac y del armañac (un brandy producido en la región francesa de Armañac); se dice que son de muy buena calidad y a veces se mezclan coñacs de cosechas diferentes. El concepto surgió porque me molesta mucho la pregunta “¿qué edad tenés?”. Para mí no tiene mucho sentido decir 60, 65 o 80 años; entonces, considero que estoy afuera de esta pregunta, que estoy fuera de edad.
–¿En qué momento aparece la preocupación por el tiempo de los otros?
–La concepción del tiempo es un capítulo clásico de los estudios etnológicos; es una manera de conocer la sociedad que estamos estudiando. Hay otros aspectos interesantes porque como etnólogos disponemos de nuestro tiempo propio, pero cuando nos interesamos por el tiempo de los otros guardamos nuestro tiempo. Al final, el etnólogo se va del lugar cuando concluye su trabajo de campo; es una etapa terminada. Esto es una forma de señalamiento que invita a pensar el hecho de que las cosas se terminan. El trabajo de campo del etnólogo tiene un fin. El tiempo social es otra cuestión importante que se percibe cuando estamos en el campo de los otros; hay muchos rituales y ceremonias en el calendario que demuestran que la edad, antes que todo, es una noción social.
–¿Por qué cree que son tan jóvenes quienes se inmolan o cometen actos terroristas en la sociedad francesa?
–Son jóvenes, pero la gente que los inspira no. Hay franceses que se hacen jihadistas, incluso jóvenes católicos de origen no árabe son seducidos por esta idea que es una forma de aventura; hay algo de romanticismo en ciertos casos. Los atentados terroristas en París no fueron como los del 11 de septiembre, donde los terroristas eran personas más o menos calificadas, capaces de manejar un avión. Los terroristas de París eran desclasados que habían fracasado cuando intentaron entrar a la policía o el ejército. No son muy interesantes sus motivaciones, desde mi punto de vista (piensa durante varios segundos)... Ellos tienen una forma de idealización de la yihad, una forma de heroísmo muy difícil de entender. El antropólogo se interesa por diversas formas de violencia, pero depende de qué tipo de terrorismo hablemos. Si es el terrorismo tal como se percibe en Francia, a través de la contaminación sobre ciertos jóvenes, o si hablamos del Estado Islámico en Medio Oriente, que tiene aspectos históricos. Es interesante estudiar las reacciones de parte del pueblo y cómo se perciben a los terroristas.
–¿Cómo es Marc Augé novelista?
–(Piensa y sonríe) Muy a menudo me preguntan frente a las desgracias y desdichas de la sociedad, ¿qué hacer? No soy profeta ni político, pero me parece que gracias a la ficción uno puede trazar las grandes líneas de lo desea para el futuro. En este caso, no hablaría de antropología aplicada, sino de antropología comprometida. La historia del Papa (por La Sacrée Semaine…) no es una etnoficción, es una ficción a secas que permite ver cómo se transmite información en la televisión y la relación que establecemos con los medios de comunicación… No le voy a contar toda la trama porque quiero preservar el misterio, pero después de una conspiración se encuentra la manera de hacer que la demanda religiosa desaparezca. La gente ya no pide nada a Dios; entonces no hay conflicto entre Palestina e Israel, por ejemplo. Hay personas que plantean que sin la religión tendríamos un mundo desencantado y sin sentido; pero no estoy de acuerdo con esta conceptualización. Lo primero que criticaría es la noción de creyente porque se reserva a la persona que cree en Dios, pero hay distintos tipos de creencias. Creo en la razón y no me explico por qué hay que usar la noción de creyente sólo para alguien que cree en Dios.
–Es un disparate que suena hermoso, desde una perspectiva atea o agnóstica, que ponga en boca del papa Francisco el “Dios no existe”. ¿Cómo se le ocurrió eso?
–Hay una explicación en la novela… el hecho es que se experimentó primero un dispositivo sobre el Papa para ver si funcionaba y no creía más en Dios. Y funcionó (risas). El asunto es que a raíz de ese experimento todo el mundo religioso se escandaliza y los evangélicos y los musulmanes salen a calle a manifestar. No quiero contar más porque espero que la puedan leer en español.