“Circule, Salomón. Circule. En los lugares de siempre no va a encontrar nada: con las que tenía que pasar ya pasó, y con las otras no va a pasar nunca. Ábrase y circule”. Salomón Goldfarb ha superado la barrera de los sesenta, y la nueva década lo encuentra lidiando con la soledad. Tras la muerte de su mujer, conciliar el sueño sin pastillas se vuelve una misión imposible. Y el médico, además de la receta de rutina, le prescribe salir al encuentro de nuevos vínculos. De allí parte la trama de Salo solo. El patrullero del amor (Alfaguara), la primera novela de Mauricio Kartun.

El reconocido dramaturgo, y maestro de autores, vuelve de esta manera a la narrativa con una historia donde el humor es protagonista. “Estas son las aventuras de un sesentón de la comunidad judía que queda viudo y descubre que la ansiedad, la angustia y la depresión tienen dos soluciones: una que es química, a través del consumo de pastillas, y la otra que es social, a través de la vinculación con otros”, resume el escritor en diálogo con Página/12.

Salo escucha a su médico, y circula. Se anota en cuanto curso aparece disponible. Hace clases de teatro y jardinería, practica aquagym y hasta se abre una cuenta en Tinder. Sale a la búsqueda del amor y está decidido a encontrarlo. Y en la misma línea, Kartun hace lo propio explorando nuevos géneros y formas de escritura. “En este momento estoy escribiendo más narrativa que teatro. No descarto la dramaturgia, por supuesto, porque esa es mi profesión, pero ahora siento un mayor impulso literario por el lado de la narración”, confiesa, entusiasmado con su nueva faceta y con la recepción del público. “Recibo comentarios muy entusiastas, afectuosos y divertidos”.

-¿Cómo aparece esta idea de volver a la narrativa?

-A los 20 años gané un concurso de narrativa, y me veía a mí mismo narrador o cuentista, pero agarré para el lado del teatro porque descubrí las delicias sociales que tiene la actividad, y me quedé ahí. En los últimos años, pasó una cosa muy curiosa. Me di cuenta de que las redes sociales generaban un espacio para publicar algunos relatos breves. Y, de manera casual, me fueron apareciendo imágenes que me gustaban, pero que por alguna razón sentía que no podía transformarlas en teatro, y para no perderlas las convertí en relatos. Y luego, durante la pandemia, como no había teatro, empecé a publicarlos muy tímidamente en las redes. Y fue una auténtica revelación porque noté que rápidamente había respuesta del otro lado y que había un intercambio dinámico, dado que también podía editar lo que había escrito todas las veces que quisiera. Era como una especie de borrador en proceso. Primero lo hice con relatos sueltos, después publiqué un folletín por entregas que se llamó Konsuelo, y después apareció Salo solo.

-¿Y cómo surgió este personaje?

-Me inspiré en dos cosas. Primero, en una situación que me contó el dramaturgo Eduardo Rovner, amigo muy querido. Era un tipo extremadamente divertido y un día me habló de un curso de filosofía judía en el que se había anotado para conocer gente. A mí me resultó muy gracioso, y él me decía: “Me empujó mi terapeuta que me dijo: `Circule, Eduardo. Circule´”. Y esa idea de circular, y de que el que no circula, no encuentra, fue el impulso dramático. Hace unos días, leí un libro nuevo del filósofo coreano Byung-Chul Han, y él dice una cosa muy perturbadora, y es que la depresión es un exceso narcisista porque el deprimido no puede ver fuera de sí mismo. Y para eso, no habría mejor cura que salir al encuentro de otro. Esa es, precisamente, la tesis de Salo solo. Y por otro lado, yendo a una zona más jodona, hay una imagen que registré junto con Mónica, mi mujer, cuando fuimos a comer a la salida de un teatro. En la mesa de al lado había una pareja de adultos mayores en la que se veía muy claramente que estaban teniendo una primera cita. El hombre hablaba mucho, y muy fuerte, sobre su vida, su casa, sus hijas que estaban en Israel, y de lo que le gustaba comer. Nosotros escuchábamos todo. Y hablaba tanto, que en un momento le dije a Mónica: “Alguien debería acercarse y educadamente decirle al señor: `Salomón, así no la vas a poner nunca´” (risas). No podíamos parar de reírnos pensando que yo iba a decirle eso antes de irnos. Y cuando me puse a escribir me apareció ese concepto de un señor que habla mucho y hace muchos chistes. Es increíble cómo estas impresiones de la vida son capaces de generar un personaje.

-Algo notable es que la novela hace una reivindicación de la conquista cara a cara, algo que de alguna manera entró en crisis, en gran medida, gracias a las nuevas tecnologías y las pantallas.

-Sí, ahora hay una mediación que es la virtual y que, de alguna manera, evita muchos riesgos que suponen el cara a cara dado que ahí no hay red. Y a mí me conmueven mucho algunas cosas que hace Salomón en este sentido. Por ejemplo, el aceptar el fracaso, el sentir que si está el deseo hay que manifestarlo y enfrentar la situación, y que si el fracaso se produce no hay que sentir que todo ha perdido sentido, sino seguir intentando. El amor es algo que, a veces, exige muchísima energía.

-Porque además es algo que no depende de uno, dado que está el deseo de la otra persona que puede no coincidir con el propio.

-Tal cual. Pero lo que uno descubre en ese patrullar que hace Salo es que eso es una actividad en sí misma, independientemente de sus logros. Porque quizá fracasa en lo erótico, pero hace nuevos amigos y conoce otros mundos. O viaja y se reencuentra con gente, y eso jamás lo podría haber hecho de no haber salido de su departamento. Yo siento que cada vez más, sobre todo después de cierta edad, el gran riesgo es quedarse en la cucha. Mi generación ha tenido siempre una especie de temor psicoanalítico basado en la frase de Sartre que dice que el infierno son los otros. Y es cierto. Pero perdemos de vista que los otros también son el paraíso. El narcisismo es un paraíso trucho. El único paraíso real se da en lo social.

-Somos con otros.

-Efectivamente. Y esto me hace pensar en otra frase de Sartre que dice que sólo frente a un otro es donde el yo aparece y se manifiesta.

-Otra cuestión que rescata esta historia es el hecho de visibilizar que los adultos mayores son activos y que también tienen una vida sexoafectiva. Porque el sistema decreta otra cosa, pero Salo hace valer su condición de sujeto que desea.

-Y también existe la posibilidad de ser sujeto deseado. Salo toma ese viejo registro angustiante, que se repite a cierta edad, y que le hace creer a uno que se ha vuelto invisible y que ya nadie lo mira en la calle. Y, por el contrario, hace una corporización en la que vuelve a hacerse visible y sale de esa sensación de oscuridad.

-Salo es un personaje muy teatral. ¿Existe la posibilidad de ver al “patrullero del amor” sobre las tablas?

-Tuve una propuesta para hacer una comedia musical y no me animé porque me resultaba muy difícil imaginarlo. Pero anda rondando por ahí la posibilidad lejana de hacer una serie. En ese formato, o en película, creo que sería más fácil, sobre todo porque el cine tiene una capacidad de narración que se relaciona bien con la novela, mientras el teatro se relaciona más con el formato del cuento.

-¿Se vienen más novelas?

-Cuando terminé el último capítulo de este libro, tuve la sensación de que había agotado el patrullaje (risas). Y fue muy curioso lo que ocurrió después, porque apenas lo di por cerrado, empezaron a aparecer imágenes de nuevos espacios, y otros interlocutores y personajes. Quizá, quién sabe, en algún momento hago una nueva saga con “el regreso de Salo solo”.

El trabajo sobre tablas

Decir Kartun es decir teatro. Aun cuando el presente del reconocido director y autor esté volcado a nuevas experiencias, su nombre y su pluma siguen resonando en la cartelera teatral. Tanto que el reciente estreno del Cervantes, Salvajada, lleva su sello. Con dirección de Luis Rivera López, la obra puede verse en la sala María Guerrero del TNC (Libertad 815), de miércoles a domingos a las 20.

Se trata de una versión libre a partir del cuento “Juan Darién”, de Horacio Quiroga (del libro El desierto, de 1924). Y está interpretada por Valentina Bassi, Carlos Belloso, Mónica Felippa, Diego Ferrari, Carolina Guevara, Pablo Mariuzzi, Gustavo Masó, Julieta Rivera López, Carolina Tejeda y Blanca Vega.

“Es una obra para títeres y actores, por lo tanto descarté rápidamente la posibilidad de dirigirla. La escribí hace muchos años a raíz de un encargo para un elenco de titiriteros de la Universidad Nacional de San Martín. Y como acepto los límites de mi conocimiento y de mi creatividad, puse este proyecto en manos de Luis Rivera López, a quien admiro mucho”, comparte Kartun acerca del trabajo.

Otra de sus versiones también se verá pronto en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857). El 1 de agosto subirá a escena El zoo de cristal, una de las obras maestras de Tennessee Williams, una exploración de los contradictorios vínculos familiares. Con Ingrid Pelicori, Agustín Rittano, Malena Figó y Martín Urbaneja, y dirección de Gustavo Pardi, todos los martes a las 20. Y de su autoría, pero en este caso con dirección propia, ya puede verse una nueva temporada de La Vis Cómica en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), los martes a las 20. Ganadora de 4 premios Ace, la puesta exhibe las tensiones entre el arte y el poder. El elenco está integrado por Luis Campos, Cutuli, Stella Galazzi y Horacio Roca.

El zoo de cristal

Kartun acostumbra a dirigir sus textos, pero en ciertas ocasiones disfruta de que otras miradas resignifiquen su material. Así ocurre en el caso de La Madonnita, la primera obra que dirigió en 2003, en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, y que actualmente se presenta en Itaca Complejo Teatral (Humahuaca 4027), los domingos a las 19.30, con dirección de Malena Miramontes Boim y las actuaciones de Natalia Pascale, Fito Pérez y Darío Serantes.

“Este texto en manos de una directora toma un sentido totalmente distinto al que tuvo en mis manos. Es un material que tiene un universo masculino muy cruel y cínico, y me conmueve que Malena haya podido encontrar un punto de vista feminista en su puesta. A veces, me cuesta ceder textos míos que pienso que puedo reponer en algún momento, pero hay otras donde aparecen propuestas muy tentadoras, como en este caso, y ahí no dudo”.

 

En su carrera, sin duda, Terrenal es uno de sus máximos hitos. La obra que recrea el mito bíblico de Caín y Abel superó las mil funciones, y cosechó premios y elogios por igual. Y en enero de 2023, tras la muerte del actor Claudio Da Passano, pieza fundamental de la historia, el proyecto bajó el telón. “Nos juntamos con el elenco y todos coincidimos en la necesidad del duelo. Dapa era un amigo muy querido. Y sentimos que no podíamos hacer un acto de negación. En el teatro suele pasar eso de que se reemplace al intérprete, pero acá entendimos que la obra, de alguna manera, tenía que hacer una pausa que diera cuenta de esa circunstancia”, confiesa Kartun, a la vez que anticipa la decisión de volver el año próximo. “Nos confabulamos con los actores Claudio Martínez Bel y con Tony Lestingi para reponer la obra en 2024. Nos hicimos esa promesa”.