El fanatismo y las personalidades carismáticas existieron desde siempre y las crónicas periodísticas y también los historiadores dieron cuenta de ello. Cómo observan distintas miradas psicoanalíticas este tema es lo que aborda el libro De fanatismos y carismas (APA Editorial) que compiló el psicoanalista José Sahovaler, director de Publicaciones de la Asociación Psicoanalítica Argentina. A lo largo de casi 300 páginas, distintos analistas reflexionan sobre el fanatismo a partir de fenómenos del campo analítico, también sobre carisma, fanatismo, poder y transferencia, las vicisitudes de los ideales, el fetiche y la pasión por el sentido, cara y cruz de la seducción carismática, la peligrosa influencia del líder carismático y autocrático en la adolescencia y sobre el ansia de poder, entre otros temas explorados rigurosa y exhaustivamente.
Uno de los aspectos que se analizan en el libro que compiló Sahovaler es el interrogante acerca del porqué las ideologías fanáticas se proponen como verdades absolutas. "El fanatismo implica una verdad absoluta. Es casi sinónimo, no hay una discusión posible”, comenta Sahovaler en diálogo con Página/12. “Fanático viene de religión; o sea que no hay mucha discusión si Dios existe o no existe. Existe. Fanatismo e ideología absoluta son casi sinónimos. No hay mucha diferencia entre una idea y otra. El fanático necesita sostenerse en algo porque si no, se le desmorona el yo. Y nadie quiere que se le desmorone el yo. Todos tratamos de sostener nuestro yo a toda costa. Y algunos lo sostienen en creencias o en ideologías y eso los constituye. El fanatismo lo constituye a uno".
--En el caso de los terroristas, ¿se trataría de un fanatismo extremo o totalitario?
--Por ejemplo, en el caso de la Yihad islámica podría decir que el fanatismo y el mesianismo son movimientos que coinciden. El mesianismo implica que va a llegar el Mesías o que va a llegar algo para redimirnos y salvarnos. Y existe un mesianismo pasivo, que es el que se deja matar esperando que venga el Mesías, y un mesianismo activo que es el que sale a matar para que llegue el Mesías. Y pasan de lo pasivo a lo activo rápidamente. La vida del terrorista no existe porque lo que existe es una lógica de mesianismo, donde tiene que advenir lo que va a salvar al mundo, o los va a salvar a ellos. Es como una especie de suicida, donde la muerte no existe. Lo que importa es el revivir después.
--¿Cómo se explican, desde el psicoanálisis, fenómenos religiosos como las iglesias evangélicas en cuanto a su manera de atraer fieles como, por ejemplo, puerta a puerta o en las entradas de los hospitales?
--Ahí el problema no es el fanático sino qué le ofrece la religión a la gente. La religión hace dos cosas: le da una consistencia ante la idea de muerte o la caída del narcisismo, y le ordena la sexualidad. Eso es a lo que se dedica la religión. Son los dos grandes temas del hombre.
--¿Las personalidades carismáticas producen una suerte de hipnosis en los otros porque buscan cumplir el rol de redentores?
--Sí, lo que pasa es que hay carismas positivos. Por ejemplo, Freud era un personaje carismático. Einstein también. Hay un pasar de la seducción a la confianza, a la idealización, la admiración y el sometimiento carismático. Hay un degradé de todo tipo. Por ejemplo, si uno escucha el discurso de Hitler, era un tipo totalmente carismático, que implicaba sometimiento e idealización. Genera una fascinación sometida.
--¿Por qué es más proclive el fanatismo en algunas disciplinas que en otras? Por ejemplo, todo lo que sucede alrededor del fútbol.
--Porque se juega algo de lo nacional o de la identidad. Por ejemplo, yo soy de Racing y el canto señala "Independiente es hijo nuestro". ¿Qué quiere decir? Me estoy dando un apellido, me estoy dando una identidad y una paternidad. O sea, cuando asume el patronímico, el nombre del padre, lo que "es" es hijo "de". Uno logra una identidad. La camiseta da identidad. Todo el mundo está detrás de encontrar una identidad y sostenerla.
--¿Cómo se relacionan desde una mirada psicoanalítica los términos, fanatismo, carisma y poder? ¿Se complementan o se retroalimentan?
--No hay fanatismo sin que haya un personaje carismático que lo encarne, en el presente o en el pasado. O sea que carisma, en el término de un personaje que atrae y que sostiene una ideología, un pensamiento fanático, van de la mano. Y el juego es con el poder. El carismático busca poder, no dinero. Poder es dominio. Yabrán dijo que poder es impunidad. Es estar por arriba de todos y no ser tocado, que es un narcisismo absoluto.
--¿Cómo se puede pensar la relación entre líderes carismáticos y adolescentes, quienes están en una etapa de grandes cambios y son permeables a otras realidades?
--El adolescente está buscando su camino. Cae la idealización de los padres y, entonces, está buscando a quien idealizar, a quien seguir. Y ahí aparece un líder carismático, que puede ser fanático o no, que se hace seguir. Pasada la adolescencia, si se es más o menos sano, se empieza a cuestionar esa ideología, cuestionar ese fanatismo. Por ejemplo, en 1908 comenzaron los Boy Scouts. Las juventudes hitleristas y las juventudes stalinistas eran de 1918, 1920, 1930. Quiero decir: se buscan justamente jóvenes que se sometan a una ideología, como antes un chico se somete a los mandatos paternos.
--¿Cómo podría ampliar la diferencia entre el fanático y el héroe que se plantea en el libro?
--El artículo de Marta Gerez Ambertín plantea que el fanático no discrimina al otro y mata, y el héroe lo hace en aras de preservar al otro. En lo personal, no estoy muy convencido de esa idea. Creo que entre el héroe y el fanático muchas veces la diferenciación es histórica y social. Hay un libro de Todorov que habla justamente de esto. Y es que los que parecen fanáticos terminan, a veces, convertidos en héroes y los que podríamos pensar como héroes, uno después los ve como fanáticos. Esta es una mirada a posteriori. Lo que pasa es que un terrorista se supone héroe que está entregando la vida en aras del bien supremo. Esto es lo que piensa el terrorista. Si te pone una bomba, vos pensás que es un loco fanático. Ahí la discriminación es más social e ideológica que de la posición subjetiva. Ningún fanático se supone fanático, se supone un iluminado.