Rockumentales legendarios, malditos y de culto hay varios, comenzando por ese santo grial de todo el sexo, las drogas y el rocanrol que puedan imaginarse llamado The Rolling Stones: Cocksucker Blues, el backstage de la gira estadounidense de 1972 de la banda británica que el director Robert Frank filmó sin filtros y cuya exhibición, a la fecha, continúa vedada –salvo rarísimas excepciones– por impedimentos legales. En esa lista exclusiva aparece, apenas un par de escalones por debajo (pero no muchos más), Rude Boy, híbrido de documental y ficción dirigido por Jack Hazan y David Mingay y estrenado originalmente en el Festival de Berlín de 1980. Ostensiblemente un retrato de la banda The Clash en los inicios de su apogeo, es también un espejo de los terremotos que alteraban a la sociedad del Reino Unido en su conjunto hacia finales de los años 70 y comienzos de los 80, con el ascenso de la derecha política y las convulsiones sociales a flor de piel. Si durante mucho tiempo la película sólo pudo ser apreciada en pésimas copias obtenidas de algún VHS oxidado, su reciente restauración y circulación en festivales de cine y exhibiciones especiales en todo el mundo vuelve a poner de relieve un documento de incalculable valor histórico y artístico. Y no sólo para los seguidores de la banda liderada por Joe Strummer. Es esa misma restauración la que está ofreciendo por estos días la plataforma MUBI, en su versión completa de 133 minutos, con sonido remasterizado y todos los escupitajos a la vista, en alta definición.

El dispositivo narrativo incluye como excusa a Ray, el actor no profesional Ray Gange, amigo personal de Strummer en la vida real y también en la semi ficción del film. Hastiado de atender día y noche un sex shop en el centro de Soho (atención a las portadas de las revistas de la época, en una era pre consumo hogareño de porno), el joven Ray, un rude boy de pura cepa, término callejero originado en Jamaica que solía definir en parte a los seguidores más rigurosos del ska, le ruega a su amigo músico que le consiga un lugar como roadie. Es decir, como plomo, localismo geográficamente más cercano. Así, mientras la espera se dilata, la cámara de Hazan y Mingay –cuya escueta filmografía posterior incluye el doc-fic sobre el pintor y fotógrafo David Hockney A Bigger Splash, de 1973– registra una manifestación en las calles seguida de un enfrentamiento con la policía. Eran tiempos en los cuales el racismo y la xenofobia se imponían en el discurso político de la derecha, y no es casual que Margaret Thatcher, por aquel entonces en carrera como candidata al cargo de Primera Ministra, aparezca no una sino dos veces en las más de dos horas de metraje de Rude Boy. Entonces, en un pequeño local londinense, Strummer, Topper Headon, Mick Jones y Paul Simonon regalan una versión en vivo de su cover de “Police & Thieves”, el tema de Junior Murvin cuya versión original en clave reggae también puede escucharse en la banda de sonido.

El registro es pura energía: Strummer, vestido con una remera de las Brigadas Rojas italianas, su problemática dentadura bien a la vista, la transpiración cayendo por el extático rostro, el público respondiendo milimétricamente a la performance. Rude Boy también sigue a los miembros de la banda en sus entradas y salidas a los juzgados, en respuesta a ciertas acusaciones por vandalismo y otras yerbas menores por las cuales fueron jurídicamente perseguidos en la época. El cantante de The Clash desautorizaría el film, ya en tiempos de su acotado lanzamiento original en Londres, aunque nunca impidió su circulación. El realizador Jack Hazan, en tanto, siempre consideró que Rude Boy era una excelente cápsula temporal que representaba esa era y ese lugar de una manera transparente, a pesar de que la relación con los miembros de la banda era, utilizando un eufemismo, complicada. “Se comportaban todo el tiempo de manera horrible, con todo el mundo”, declaró en una entrevista de 2016, poco antes del comienzo de los trabajos de restauración del largometraje. La cámara se ubica arriba del escenario del recital público y gratuito “Rock Against Racism”, que tuvo lugar en Victoria Park el 30 de abril de 1978 y en el cual también participaron, entre otros, la Tom Robinson Band y X-Ray Spex. No es ninguna novedad que las letras de The Clash eran de las más virulentas dentro del movimiento punk, pero es particularmente potente apreciar las rendiciones en vivo de “London’s Burning” y “White Riot”. Ray arenga al público y es echado del escenario cuando les recrimina a los organizadores el escaso tiempo otorgado a la banda, en una escena que no parece diseñada desde el guion sino robada a la más estricta realidad.

“El laborismo no está funcionando”, bromea con un juego de palabras (Labour Isn’t Working) un afiche electoral cuyo eslogan secundario afirma que “El Reino Unido está mejor con los conservadores”. En el estudio, Strummer canta “All the Young Punks” sobre pistas ya grabadas, pero los micrófonos sólo registran su voz, dejando el resto de los instrumentos fuera de la banda sonora. Es un momento de intimidad exultante, tomado durante las últimas jornadas de grabación del segundo disco de The Clash, Give ’Em Enough Rope, que se transformaría en su despegue definitivo en términos de popularidad (algunos temas que luego formarían parte de London Calling también pueden escucharse en estado de gestación). Tal vez como un espejo de lo que ocurría en la realidad, Ray, quien no parece demasiado amigo de las ideas anarquistas, le discute a Joe la cualidad política de las letras: mejor sería dedicarse a la música, sin pretender cambiar la realidad social. “Yo no tenía ninguna filiación política en ese momento”, declaró el protagonista en una entrevista reciente. “¿Cuántos chicos de dieciocho años tenían un concepto real de la política en 1978? La película se filmó de esta manera: te daban un pedazo de papel con algo de información, para hablar de esto o aquello, y listo. En aquellos tiempos la derecha más dura, el BNP o el Frente Nacional, estaban mucho más activos en el centro de Londres y otras grandes ciudades. Ahora han sido empujados hacia los confines de las ciudades y más allá. Supongo que lo que está ocurriendo ahora es lo que pasó a lo largo de toda la historia: cuando la economía está enterrada en la mierda esta gente comienza a desarrollar una voz, y aquellos que no tienen nada los van a escuchar”. Rude Boy termina con una explosión y un susurro: La Dama de Hierro, recién elegida como Primera Ministra, saluda a los periodistas antes de ingresar al edificio de 10 Downing Street, que será su residencia durante diez años, mientras la voz de Strummer se escucha sobre los acordes de “Rudie Can’t Fail”, un tema recientemente compuesto. El futuro ya llegó.