Después aceptaré el juego. Pero primero debo manifestar que siento profunda simpatía (o tal vez empatía) por lo que a lo largo de la historia, con aberrantes y falaces argumentos, ha sido arrojado a la hoguera. Por aquellas mujeres-brujas cuyos cuerpos inflamaban la carne y su espíritu desoía las órdenes; por esos libros que encerraban en sus páginas las palabras claves para ser mejores. Merecedoras y merecedores del fuego, condenadas y condenados a ser borrados de la faz de la tierra han sido siempre aquellas y aquellos a los que no les va la vida fácil, no les interesa salvarse en la soledad y que tienen la certeza que siempre se puede ir un poco más allá.
Dicho lo dicho digo: a la hoguera con el miedo, con la vergüenza, con la mezquindad, con el silencio. Que me queda el cuerpo.
* Intérprete y directora de Compañía, de Samuel Beckett.