Hace casi ya un año, en Manhattan, abrió sus alas The Wing y, desde que tomó vuelo, no ha parado de alcanzar más y más altura. A punto tal que son miles las mujeres e identidades feminizadas neoyorquinas que aguardan expectantes el llamado que les informe: “¡Hay cupo!”, y poder sostener así la anhelada tarjetita que las confirme como miembros exclusivos de este espacio coworking, abierto y colaborativo: ideal para freelancers o start-ups, donde se renta un lugarcito para laburar en oficina compartida, y que además oficia de club social con toda clase de actividades alternativas. Pero ¿qué tiene de particular este bonitillo sitio de 350 m2, que solo en su semana de debut ya sumaba 400 integrantes y otras dos mil en lista de espera? Pues, una regla de oro: no men allowed. Ajá: ningún varón cis puede poner un pie (¡menos que menos los dos!) en sus confortables y luminosas instalaciones. Salvo el cartero, aunque -según sus fundadoras- no pase de la recepción…
A diferencia, claro, de la modelo y activista trans Hari Nef, la actriz Natasha Lyonne (Nicky en Orange is the New Black), la diseñadora e ícono fashion Jenna Lyons, la periodista brit Tina Brown (otrora directora del New Yorker), la guionista y directora Lena Dunham, la rapera Remy Ma, entre tantísimas otras, gustosas de pagar la cuota mensual, estándar, de 215 dólares, amén de aprovechar sus estimulantes beneficios: un sitio para trabajar, sí, con sala de conferencias a disposición, pero también un espacio donde tomarse un rico cafecito, darse una ducha, leer algunos de los tomos de la nutrida biblioteca, organizarse para manifestaciones o participar de los “happenings” propuestos… Para los próximos días, por caso, está el noctívago festejo de la luna nueva en un ritual conducido por la gurú Gala Darling; un taller para fabricar perfumes comestibles; una mesa redonda para reflexionar sobre la experiencia de ser negra en Estados Unidos; un encuentro para repasar vida y obra de Sylvia Plath…
“Hoy en día, las identidades feminizadas de Estados Unidos se sienten aisladas, desanimadas, desechadas. Queríamos crear una red de contención, un lugar especial y confortable donde se sintieran acompañadas, cuidadas”, explica la joven Audrey Gelman, fundadora de The Wing junto a la entrepreneuse Lauren Kassan, acerca de la iniciativa. Y agrega que “en estos tiempos de retórica divisiva, misógina y racista de Trump, ser políticamente neutral ya no es una alternativa. Tu identidad, quieras o no, es política, y no podemos dar por sentada la protección de nuestros derechos”. Gelman, cabe mencionar, comenzó su carrera en política, colaborando en la campaña presidencial 2008 de Hillary Clinton, y es considerada una de las 50 mujeres más influyentes de NY por publicaciones como NY Daily News.
No solo el jet set de la Gran Manzana es parte de la clientela de The Wing; su vasta mayoría, de hecho, es desconocida e intencionalmente diversa. Hay dulas y abogadas, maestras de primaria y científicas, chefs y floristas, médicas, músicas, deportistas… “ A diferencia de otros clubes sociales como el Groucho Club de Londres, cuyo objetivo es atraer a personas de campos creativos, The Wing no se orienta hacia un sector profesional particular. Las edades de sus miembros oscilan entre los 22 y los 70, y cubren una amplia gama de profesiones, buscando además apoyar a sus integrantes en diferentes etapas de sus vidas y de sus carreras”, echa luz la revista Quartz.
“Este es un lugar para que construyamos relaciones esenciales, hagamos planes, y, bueno, dirijamos el mundo”, se jactan las creadoras, atentas a predecesoras pioneras. Porque Gelman y Kassan son claras al momento de citar antecedentes históricos y hablan del movimiento de clubes femeninos del siglo diecinueve y comienzos del veinte como evidentes raíces (donde antaño se discutían variedad de tópicos, según el caso: sufragio femenino, insuficientes oportunidades educativas, saneamiento y viviendas deficientes, madres trabajadoras, etcétera). “Eran clubes formados por y para mujeres con el fin de crear un sentido de comunidad y alentarse las unas a las otras en tiempos en los que más lo necesitaban. Había más de 600 en Nueva York hacia 1930, y más de cinco mil a nivel nacional”, ofrecen desde su web oficial. Y destacan el ejemplo de Fanny Fern: popular periodista y columnista a la que, en 1868, se le impidió participar de una cena del New York Press Club en honor a Charles Dickens a la que solo podían asistir varones; negativa que la incentivó a formar el primer club de mujeres profesionales de Estados Unidos, Sorosis, muy resistido y denostado en su época.
“The Wing también bebe de la influencia de grupos feministas de los 70 como las W.I.T.C.H., sobre todo en esa identificación de brujería y feminismo y el concepto de aquelarre como reunión de mujeres empoderadas”, aporta la web ibérica Smoda. Y anota que, con tantas peticiones pendientes, se sumará el año próximo otro centro en Brooklyn, The Wing SoHo, con intención de continuar inaugurando nuevas sedes en distintas ciudades de Estados Unidos, donde cantidad de voces les reclaman: “¡Abran un The Wing acá, les rogamos!”. “Pronto”, dicen ellas; “muy pronto”.