"Tenemos confianza en la victoria del bien sobre el mal". Así termina la letra de "War" de Bob Marley. El 3 de octubre de 1992, Sinéad O'Connor entonó una versión a capella por televisión. La vieron millones de espectadores. Ella estaba en la cúspide de su carrera y concurrió a Saturday Night Live. Lo que nadie esperaba era lo que pasó cuando terminó de cantar. Mostró a cámara una foto de Juan Pablo II, y sin dejar de mirar fijo a la pantalla, rompió en pedazos la imagen del entonces papa y dijo, mientras tiraba los pedazos: "Combatan al verdadero enemigo".
O'Connor se propuso resignificar la canción de Marley como una crítica a los abusos sexuales dentro de la Iglesia. Nacida en Dublín, había crecido en una de las sociedades más fervorosamente católicas del mundo. A nivel tradicional, los católicos irlandeses son de una rigidez solamente hallable en Polonia y Croacia.
Todavía faltaba una década para que el escándalo de los sacerdotes abusadores amparados por el Vaticano enturbiara los años finales de Juan Pablo II. En una entrevista realizada en 2018, O'Connor comentó que para 1992 ella ya estaba al tanto de las violaciones por parte de prelados y que tenían protección de la jerarquía eclesiástica. Fue más allá y aseguró que la foto que rompió del papa polaco había estado colgada en el dormitorio de su madre -quien abusó de ella en su infancia- durante años.
En esa misma entrevista aseguró que desde hacía dos semanas tenía previsto hacer lo que hizo en cámara, momento que fue acompañado por un silencio sepulcral. "Yo estaba realmente muy enojada con lo que estaba haciendo la Iglesia. Al romper esa foto arriesgué mi carrera. podría ser multimillonaria ahora si lo quisiera y si creyera en eso, pero no", añadió.
Las consecuencias fueron inmediatas. El manager de O'Connor cortó todo contacto con la artista por los siguientes tres días. "Fue a su hotel y desenchufó el teléfono", recordaría ella. Pasaría una década hasta que se conoció el horror de los curas pederastas y el encubrimiento de la cúpula eclesiástica. Pero en 1992, Juan Pablo II era intocable.
El comunismo había caído apenas tres años antes y el papa polaco era visto como uno de los artífices de los cambios en Europa del Este. La buena imagen de Karol Wojtyla coincidió con otro factor que ayudó a la repulsa contra O'Connor: el fanatismo religioso. Que hasta entonces solamente era visto como algo propio del islam (al que se convirtió la artista en sus últimos años), pero era un aspecto en el cual el catolicismo no podía ser ajeno, desde la Inquisición en adelante.
Así fue como O'Connor fue el blanco de todas las críticas por haber osado romper la imagen del Papa y la acusó poco menos que de blasfema. En los ensayos previos, la cantante había terminado "War" mostrando a cámara la foto de un chico refugiado. Por eso la sorpresa fue tan grande, al punto tal de generar el silencio posterior. A lo que se sumó que hubo una orden, desde el control, de no pasar aplausos grabados.
Al día siguiente, la cadena NBC recibió centenares de llamados de repudio. La señal de televisión no editó ese pasaje de Saturday Night Live cuando se retransmitió a la Costa Oeste. Sin embargo, cuando se pasan reposiciones de ese programa, lo que se ve no es la actuación de la cantante con el final controvertido, sino la grabación del ensayo, que termina con la foto del chico refugiado.
El show fue eco de reacciones. A la semana siguiente, el anfitrión invitado fue el actor Joe Pesci. "Hubo un incidente la semana pasada. Sinéad O'Connor rompió una foto del Papa y creo que eso estuvo mal", arrancó. Y mostró en cámara la foto que la cantante había roto, con todos los pedazos pegados, en medio de aplausos. "Caso cerrado. Menos mal que no era mi programa, porque si no le hubiera dado una cachetada", dijo entre risas.
Tres días después de la aparición, es decir, a los diez días de ocurrido el incidente, se produjo la prueba de fuego para la cantante. Se presentó en el Madison Square Garden ante casi 20 mil personas en un homenaje a Bob Dylan. Fue recibida por un abucheo. Inmutable, a capella, como en la televisión, volvió a cantar "War".
El asunto no terminó ahí. Dos meses después, la invitada a Saturday Night Live fue Madonna. Al terminar de cantar parafraseó a su colega y exclamó: "¡Combatan al verdadero enemigo!" y rompió una foto de Joey Buttafuoco. Era un hombre de 35 años que había saltado a la fama ese año por un escándalo: mantenía una relación extramatrimonial con una menor de 17 años. La joven, llamada Amy Fisher, le disparó en la cara a la mujer de Buttafuoco, que salvó su vida.
La actitud de Madonna lejos estuvo de ser una parodia o de intentar redireccionar el mensaje de O'Connor hacia el machismo a través de la imagen del protagonista de un tema que consumía horas y horas en los medios. La diva declaró a The Irish Times que no compartía lo que su colega había hecho, dado que Juan Pablo II "significa mucho para la gente".
Dos años antes del incidente que la expuso ante la Iglesia, O'Connor había tenido otro gesto político. El destinarario fue un dictador que casi no tuvo encuentros con líderes internacionales por el repudio a su régimen, y que apenas pudo ostentar su imagen con Juan Pablo II en 1987. Augusto Pinochet apenas había dejado el poder en Chile en 1990 cuando un grupo de artistas internacionales cantó en el Estadio Nacional. O'Connor, consciente de estar en un campo de concentración, pidió un minuto de silencio en memoria de las víctimas. La dictadura estaba recién terminada y el tirano se mantenía al frente del Ejército.
Al terminar la década y el siglo, Pinochet era detenido en Londres y los abusos en la Iglesia no podían ser ocultados, con casos escandalosos como el de Marcial Maciel, el sacerdote mexicano líder de los Legionarios de Cristo, amparado en Roma por el Papa polaco. “El cristianismo me mintió como irlandesa”, dijo O'Connor a The Independent en 2020. “El cristianismo no hizo más que violar al pueblo de Irlanda, metafórica y literalmente. Por eso me gusta el Islam. Porque puedo tomar las cosas que abracé conmigo. Jesús todavía está allí, pero es el Jesús que tiene sentido para mí”.
En su infancia había sufrido los golpes de su madre, una devota católica con que la vivió tras la separación de su padre, y que murió en un accidente de auto en 1985. La entonces joven de 18 años entró ese día a la habitación materna y se llevó consigo una foto de presencia omnipresente en los años previos. Siete años más tarde rompió esa foto en cámara, en su ajuste de cuentas con una religión bimilenaria.