Rubén "Pollo" Sobrero es precandidato a gobernador en la lista que lleva a Myriam Bregman y Nicolás Del Caño en la fórmula presidencial. En la interna del Frente de Izquierda y los Trabajadores - Unidad (FIT-U), el dirigente sindical ferroviario, conocido por su militancia combativa en la Línea Sarmiento, explica a BuenosAires/12 el rol de los trenes de carga, la necesidad de terminar con la actual Policía Bonaerense y la importancia de tener políticas a largo plazo pero que sólo pueden construirse tras cumplir un requisito: no pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacional.
Al frente de la Seccional Gran Buenos Aires Oeste-Haedo de la Unión Ferroviaria, con origen militante en la Juventud Trabajadora Peronista, asegura que no militó ni vio “morir compañeros” durante la dictadura cívico-militar para tener una democracia donde “te matan para robarte un celular”. Desde los años ’80 integra la izquierda trotskista, y en la actualidad es dirigente nacional de la Izquierda Socialista, partido creado en 2006.
—¿Cómo se puede mejorar el sistema de trenes?
—No tenemos políticas públicas a largo plazo. La última vez que hubo un proyecto a 20 fue en el 45, con los planes quinquenales. Nunca más se pensó en esos términos. Yo lo viví con Florencio Randazzo cuando asumió como ministro. En la primera reunión con él, en pleno contexto posterior a la masacre de Once, cuando habíamos logrado sacar a Sergio Cirigliano de Trenes Buenos Aires. Él me dijo que tenía recursos y que iban a comprar trenes. Yo le dije que no lo hagan, que no compremos en el exterior y que no dependamos de otros. Había que recuperar los talleres con un proyecto a 10 años y construir nuestros trenes. Incluso en 15 años podríamos haber exportado. Pero Randazzo me dijo que no, que necesitaba tener los trenes ya mismo porque quería ser candidato a Presidente.
—¿Qué pasa con el transporte de pasajeros?
—El tren de pasajeros no deja ganancias, deja pérdidas. Pero el foco hay que ponerlo en los trenes de carga. Hoy en boletería recaudas el 2 por ciento del total de la recaudación del sistema ferroviario. El grueso se maneja en el transporte de cargas. Hoy en día sólo se transporta en trenes el 2,3% de la producción, mientras que en los países desarrollados es entre el 40 y el 50 por ciento. Si vos llegaras a ese porcentaje, con un sistema que funcione, hacemos que toda la gente de la provincia y la Capital Federal, como mínimo, viaje gratis, dejando ganancia a la empresa y sin financiamiento del Estado.
—Recientemente Myriam Bregman se manifestó en contra de los subsidios a las empresas de colectivos. ¿Esa es la solución?
—Si el Estado no controla, después tenés un paro de los empresarios de colectivos que te piden mas subsidios. ¿Por qué nos tienen que extorsionar? Hoy, al ser un servicio privado, involucra el tema del pasaje, pero también son los dueños de los propios colectivos y manejan la compra y venta de ómnibus. El negocio va más allá del boleto. Como ejemplo, Sergio Cirigliano tenía línea de colectivo que corría en paralelo al ferrocarril, Transporte del Oeste, que iba de Morón a Las Heras. El tipo cobraba subsidios por los colectivos y por el tren. Pero más negocio le resultaba el colectivo. Entonces no te reparaban las locomotoras para que decidas ir en colectivo. Es perverso. Además, los subsidios eran por cantidad de colectivos y no por venta de boletos, entonces te hacían figurar 500 colectivos cuando en funcionamiento había 400. Un país así no funciona. Por eso no queremos el Estado bobo como quiere el peronismo con el negocio de las privatizados o el Estado ausente como quieren Bullrich o Milei. Queremos un estado fuerte, que regule la economía y manejado por gente que lo defienda, no que quiera usarlo. Por eso es fundamental la participación de los trabajadores dentro de las empresas del Estado. Hace años que la empresa ferrocarril es dirigida por gente que no es ferroviaria. Vos tenes que poner al frente los mejores ingenieros y técnicos, planificar a 15 años y ver qué conviene hacer. Eso evitaría el vaciamiento en las empresas estatales y el uso político de los recursos.
—¿Cuáles son los principales problemas que percibe en la provincia durante sus recorridas por el territorio?
—Los problemas de la provincia son generales en todo el país. Nosotros nacionalizamos las discusiones porque el marco es nacional. El presupuesto parte del presupuesto nacional, o la política educativa de tener salarios por debajo de la línea de pobreza es algo nacional, son temas que van más allá de la provincia. Como la seguridad. Y después hay temas recurrentes como el asfalto, la falta de vivienda y la droga, algo recurrente en el conurbano.
—En distintas conversaciones, tanto sindicatos como directivos tienen suelen tener una visión positiva de la política educativa del gobierno de Axel Kicillof, ¿no cree lo mismo?
—No hay gobernador que haya subido, en términos reales, el presupuesto educativo. Todos, desde 1974 a la fecha, lo han bajado en términos porcentuales. Si ves la calidad de educación del 74, éramos de los mejores. Hoy, exceptuando la Universidad de Buenos Aires, los pibes van al colegio a ser contenidos. Los conceptos educativos no son preparados para este siglo. La mayoría van a comer, y encima lo hacen mal. Es ridículo que en el año 2023 que los pibes no salgan bilingües en la escuela secundaria. Yo veo que se hace mucha propaganda, pero el docente tiene que correr de un colegio a otro porque no le alcanza el sueldo.
—¿Y cuál es la manera en que usted como gobernador resolvería estos problemas?
—Un docente no puede ganar por debajo de la línea de la pobreza, o un trabajador municipal o de salud. El presupuesto para eso lo sacas rompiendo los acuerdos con el FMI. Esa plata que se va con la deuda la destinamos a la Argentina. Y seguro me preguntarás cómo se rompe con el Fondo y qué sucede luego de eso, o cuáles son sus consecuencias. La verdad es que los argentinos tenemos corta memoria, porque nosotros después del 2001 estuvimos tres años sin pagar la deuda en Argentina. Fueron los únicos tres años de recuperación salarial. En esos tres años fui paritario, con paritarias cada seis meses, y dupliqué mi sueldo en el ferrocarril en esos años. Pero hay que cambiar la estructura, porque en cualquier tema hay pus.
—¿Cómo imagina su vínculo con los intendentes si llega a ser gobernador?
—Hoy tengo vínculos por el gremio. De la zona oeste, con todos tengo relación. En Morón, o Tres de Febrero, por ejemplo, los conozco personalmente. El gremio te lleva a tener discusiones. Pero nosotros estamos planteando algo totalmente distinto a lo que ellos plantean: otro tipo de sociedad y otro modelo económico. No veo chance de acuerdo. Nosotros, en materia de inseguridad, vemos una policía totalmente corrompida, zonas liberadas y desprofesionalización total. Habría que cambiarla totalmente, quitar esta policía y crear una donde los comisarios sean elegidos por votos directo cada dos años con control muy férreo de la sociedad, porque la policía no puede ser controlada por el poder política. No puede haber un trabajo de represión, tiene que haber de prevención. Y la realidad es que hoy los partidos patronales te dicen que hay que poner más patrulleros y más policías, cuando lo que hay que hacer es profesionalizarla.
—¿Considera que alcanza con cambiar la policía para mejorar la seguridad?
—También hay que modificar la Justicia, que debería ser con tribunales populares y no seguir manteniéndola como una casta como es en la actualidad. Que no se elijan entre ellos. Lo mismo con el servicio penitenciario, donde los principales detenidos del narcotráfico tienen teléfono de línea en la cárcel. No queremos ponerle parches a un sistema podrido de la cual estos políticos son parte.
—¿A qué sistema se refiere?
—En los últimos 40 años, 32 los gobernó el peronismo, cuatro los radicales y cuatro el PRO. Y todavía tenes calles de tierra, inseguridad por todos lados y no hay cloacas. El tema no es si el gobernante de turno es simpático o no, es que este sistema capitalista nos está hundiendo. Hay que dejar de votar al menos malo. Ahora pusieron a Juan Grabois para que el voto de izquierda del peronismo no venga a la izquierda. Después se van a comer el sapo como fue con Scioli, Menem y Alberto Fernández. La decadencia del capitalismo es tan grande que genera solo inseguridad y desigualdad. Los únicos que hablamos de aumento salarial es el FIT, el resto habla de ajuste. Unos son más vivos que otros. Como Massa, que está haciendo el ajuste ahora.