Es una cuenta de Twitter en la que abundan mensajes muy comprometidos con la perspectiva de género, las causas urgentes, la diversidad sexoafectiva, la politología de ocasión. Es una cuenta de Twitter “gay a full” donde abundan los muchachos en llamas y toda la mariconería posigualitaria. Tiene miles de seguidores -dato considerable, no tratándose de una figura pública, un periodista o un influenciador profesional. Su titular alza el puño cada 18 horas ante un nuevo femicidio y además se presenta comprometido activamente con la causa. No revelar en esta nota la identidad del twitteador responde a que la única intención de estas líneas es poner de manifiesto el funcionamiento de ese verdadero “estado por encima de todos los estados” que es hoy Google y sus gigantes amigos, empresas multinacionales detrás de la espontaneidad y el mito de origen hippie con el que suele tejerse la leyenda de internet (Youtube empezó como una joda de amigos en un garage y bla bla bla). Es decir, como él, hay millones de usuarios. Miles de millones que, con la misma impunidad y las mejores intenciones, hacen con las palabras todo lo que Occidente intenta que las palabras ya no hagan. En ese desarme, los acompañan activamente estas firmas que cotizan en bolsa y que, lejos de democratizar, nivelan para el fondo. Violentogénicas por donde se las aborde, Facebook, Instagram, Twitter y afines son las cloacas por las que la conversación colectiva viene destruyendo lo único que queda: el lenguaje. El pasado 8 de agosto, a las 16:22 hs., la cuenta en cuestión publicó este mensaje: “Alguien tiene que decir en algún momento que Santiago el chango desaparecido en la represión mapuche está super culiable. No seré yo, claro”. 5 retuis, 196 “me gusta” y decenas de comentarios debajo. Santiago, “el chango desaparecido en la represión que está super culiable”, es Santiago Maldonado, artesano y tatuador, 28 años, desaparecido el 1º de agosto en la localidad de Chushamen, Chubut, tras participar de la protesta de la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche a favor de la liberación del líder de ese movimiento, Facundo Jonas Huala, detenido en junio por cortar la ruta y obturar la conexión con Chile. Para dimensionar, si hace falta, la gravedad del mensaje sobre la “culiabilidad” del cuerpo de Maldonado -la alevosía delincuencial de semejante posteo- basta señalar la similitud plena con los “¡Qué pendeja cogible Candela!”, “¡Qué pinta de puta Melina!” o “¡Qué linda boca que tenía la negrita esa de Anahí!” que suelen escucharse o incluso leerse en la red de redes, los comentarios de lectores de diarios digitales o los dimes y diretes de los caballeros y las damas ajenos al genocidio en curso. Pero en este tweet en estudio, la intro “Alguien tiene que decir en algún momento…” es el que funda la apertura lingüístico-económica; ese arranque postula un mundo en el que todo puede ser dicho en altavoz, sin encanutarle a la enunciación pública ninguna corrección y liberándola de las ataduras del “fascismo” contra el que se alza Alfredo Olmedo, que también cree que “alguien tiene que decir que el SIDA se contagia en las peluquerías”, o Esteban Bullrich, que también siente que “alguien tiene que decir que #NiUnaMenos también es abortar si el bebé es nena”. Sin embargo, con el hecho de que “en algún momento” tendrá que ser dicho lo que está siendo dicho, el mensaje intenta suavizar la letalidad de su efecto. Es un joven gay blanco, de clase media y título universitario. Está habilitado para ironizar con su deseo y su lascivia es menos sangrienta, parece, que la de Baby Etchecopar cuando asegura que “las pendejas provocan” al vestir polleritas. Se es puto y se es por ende menos ofensivo en la penetración de la víctima del sistema represivo. Por alguna inexistente razón, este pronunciamiento pretende no ser equivalente a “Se embarazan para tener un plan” o “Peor es que te gusten los hombres”. Debajo, otrxs twitterxs tratan a Maldonado de “bebo”, bromean con “tenerlo secuestrado entre sus camas”; respiran hondo e incluso hay mujeres que ahora confiesan sentirse menos sórdidas porque les había gustado la imagen de Maldonado de entrada “pero no se animaban a hablar”: “Ay yo pienso lo mismo cada vez que veo la foto con el pañuelo y me da cosa porque no es el momento “ dice una de las comentadoras. “No claro, por eso digo que es otrx quien tiene que decir lo fuerte que está. Yo no lo pienso decir” repite el autor pero, anota “la carne es débil compañeras”; “Yo tampoco. Acá somos señoras correctas. Esperemos que caiga alguien y le doy RT hasta el fin del mundo” dice otra, feminista según su bio y de pañuelo verde portar según su avatar. “No lo suelta el gendarme que tengo entre las piernas” publica una activista. “Iba a hacer el chiste de que estuvo secuestrado en mi cama cuando apareciera, mientras me mantengo en silencio” a lo que el responsable original de la cadena apunta: “Ajajaajajaj, omg, respetá los derechos humanos y largalo (o invitame a tu casa)”. Uno escribe: “La puta madre, lo pienso todo el tiempo pero ME GUARDÉ pues después me linchan” y concluye el primero “Ojalá aparezca y lo podamos culiar/cuidar entre todes”. Desde luego, también lo van a llamar “humor”, aunque este “show” reactiva una sola certeza: cuando lo puto no sólo no quita, sino que impone, todo lo facho.
La banalización del macho
El mal del siglo, “tener el macho adentro” no es privativo de hombres cis y heterosexuales. Una cuenta de twitter donde se banaliza la desaparición de Santiago Maldonado en nombre de una sexualización que todo lo puede, demuestra una vez más la prepotencia de las redes y también que lo puto no quita lo facho.
Este artículo fue publicado originalmente el día 18 de agosto de 2017