El estadounidense Terence Crawford transformó la pelea más dificil de su vida en la más sencilla. Derrochó clase y poderío sobre el ring del T Mobile Arena de Las Vegas, arrasó a otro crack como Errol Spence ganándole por nocaut técnico en nueve rounds y unificó los cuatro títulos principales de la división de los welters (66,678 kg). Y lo hizo por segunda vez: en 2017 había concentrado los cuatro títulos de los welter juniors. Ahora, lo hizo en la categoría inmediata superior. Y va por más porque quiere más.
Crawford reclama su lugar en lo más alto del podio de los mejores libra por libra de la actualidad. El mismo sitio donde ya se encuentra el japonés Naoya Inoue, que el martes pasado conquistó las coronas del Consejo y la Organización Mundial en el peso supergallo (55,338 kg) y va camino de ser considerado el mejor boxeador de la historia de su país. En ese sentido, la última semana resultó histórica para el pugilismo internacional: con diferencia de apenas cinco días, pelearon los dos mejores. Y ninguno defraudó. Mas bien, todo lo contrario.
Al igual que Inoue con el estadounidense Stephen Fulton, Crawford aniquiló a otro fenómeno como su compatriota Spence. Y eso potencia sus triunfos, porque no deslumbraron ante retadores ocasionales o manifiestamente inferiores: lo hicieron ante grandes adversarios, campeones consagrados en sus pesos. Spence estaba invicto en 28 peleas con 22 triunfos por fuera de combate y era el campeón de los welters del Consejo, la Federación y la Asociación. Sin embargo, Crawford lo hizo parecer un principiante. Lo derribó tres veces (una en el segundo round y dos en el séptimo), le ensangrentó la cara y le estaba dando una soberana tunda cuando a los 2.32 de la novena vuelta, el árbitro Harvey Dock se apiadó de él y lo sacó de la pelea.
La caída del segundo round cambió todo. Con un derecha recta de contragolpe, Crawford (66,564 kg) derribó a Spence (66,678 kg) y lo aniquiló mentalmente. Le demostró que podía perder y que iba a perder. Lo que vino después fue mucho mejor para el vencedor y muchísimo peor para el vencido. Zurdo, frío, determinado, contundente, eficaz (pegó casi todo lo que tiró) y con un jab de derecha que se asemejó a un martillo, Crawford redujo a la insignificancia a Spence que sólo pudo sobrevivir siete rounds más sin concretar nada de lo que había planeado.
Fue una gran noche de boxeo entre dos cracks. Y ante la exigencia mayor, Crawford tuvo todas las respuestas para todas las preguntas. A los 35 años y ahora invicto en 40 peleas con 31 victorias antes del límite, el nuevo tetracampeón mundial de los welters y uno de los dos mejores boxeadores del mundo mira al cielo y no encuentra límites. Ya los rompió a todos.