En agosto, el CineClú –o el “CineClú con acento en la Ú”, como también se definen– cumple un año y lo celebra con una programación votada por el público (ver más adelante). Un gesto de gratitud por parte de quienes llevan adelante este proyecto cinéfilo, todos los martes a las 20 en la sala de Teatro Empleados de Comercio (Corrientes 450).
Luego del golpe pandémico, con las ganas puestas en recuperar el encuentro y la discusión, el CineClú tuvo su primera función el 9 de agosto de 2021 con Verano 1993 (2017), el precioso film de la catalana Carla Simón. La cantidad de público asombró al grupo organizador y lo todavía mejor es que se sostuvo en el tiempo. La consecuencia, un año después, es la consolidación de un grupo que se reencuentra, varía, dialoga, y hace del cine un ritual.
La comisión del CineClú está conformada por Orlando Benedetto, Celeste Ghione, Cristian Madoery, Claudio Perrín y Claudia Schujman. Todas y todos relacionados con el cine, sea desde la cinefilia como desde la realización audiovisual; y convencidos de que al cine se lo mira mejor cuando es con otros. “El espíritu de nuestro CineClú es barrial, queremos que no pierda ese sabor. Es un lugar donde el público puede votar películas, como hicimos ahora para la programación de agosto, y es un refugio para la gente; por eso damos caramelos, porque acompañar una película con un dulce siempre es bueno y es así desde la infancia”, señala Claudia Schujman a Rosario/12.
“Es un lugar de refugio y de resistencia, de encuentro y de debate. Lo hacemos porque disfrutamos viendo cine de manera colectiva, para salir de casa, del celular, del televisor, de Netflix y las plataformas; aunque sea por dos horitas, en una sala oscura, para mantener ese ritual, pero con el espíritu de las lamparitas de colores barriales, donde la gente tenga opinión sobre la programación. Es un CineClú donde no nos ponemos en el lugar de curadores, sino que siempre pedimos opinión a los demás, al público, a cineastas, periodistas, compañeros y colegas”, continúa Schujman.
Salir de casa es un acto de resistencia cultural al que el CineClú invita, y cada proyección ofrece la posibilidad de asociarse. Como destaca Orlando Benedetto, “el Cineclú surge por desesperación, por necesidad, como acto obligado de resistencia, para esquivar el monopolio de las cadenas de exhibición, que ofrecen mayoritariamente producciones desde una lógica exclusivamente comercial”. Según Schujman, “aun cuando suene trillado es real, el CineClú es un lugar de resistencia cultural, ante los tanques comerciales, ante las plataformas, ante la pelea permanente entre hacer cine de autor o para la industria, dicotomía que vivimos hoy más que nunca”.
En su primer año de vida, el CineClú tuvo programación para todos los gustos, visitando cine de geografías y épocas diversas. “Se construyó un hermoso ritual semanal, con una programación en la que participan los socios; es ecléctica y no elitista. Desde Algo que pasó en Año Nuevo de Jorge Pinarello a GodLand de Hlynur Pálmason, hay un sentido de pertenencia entre los que vienen al Clú, a pesar de nuestra joven trayectoria. Y eso nos permitió movernos en el verano desde Empleados de Comercio a Teatro de La Manzana y luego a Parque de España, para volver después a Empleados de Comercio. El apoyo de Empleados de Comercio es para destacar y agradecer, vienen mejorando la sala y a partir de ahora tenemos sonido surround”, prosigue Benedetto.
Programar siempre es un acto de arrojo, en el que puede más o menos preverse una respuesta. En este sentido, bien valen dos ejemplos: la proyección de Algo que pasó en Año Nuevo obligó a dos horarios el mismo día, con sala llena y un público (muy) joven; en otro orden, Invasión de Hugo Santiago provocó también dos funciones colmadas, con debates incluidos. Esta afición por pensar lo visto se traslada a las actividades que CineClú ofrece a sus socias y socios a la manera de “Yapas”: “Son juntadas para conversar de cine, aproximadamente una vez por mes, con invitados cinéfilos. Este primer año las hicimos en el Hotel Riviera, que generosamente apoya la cultura”, explica Benedetto.
El grupo de trabajo, además de amor por el cine, tiene otro rasgo de fundamento: “Somos colegas y amigos. Si tengo que rescatar algo es eso, el grupo humano que se formó, sólidamente y con mucho amor. Y voy a confesar algo que nunca dijimos. El CineClú fue una iniciativa del Negro, de Orlando, él fue quien tiró la idea y ahí se disparó todo. Y funcionó muy bien, Empleados de Comercio nos abrazó enseguida. El Negro, como buen amigo que es, lo hizo también por Claudio Perrín, cineasta desocupado de la provincia, para darle un empujón y ayudarlo a seguir filmando. Hay que decirlo, porque toda fundación tiene que tener un arraigo en lo afectivo”, añade Schujman.
La programación de agosto de El CineClú, votada por el público (siempre en Teatro Empleados de Comercio, Corrientes 450, a las 20), es la siguiente: mañana podrá verse 2046 (2004, Wong Kar-Wai); el martes 8 será el turno de Blue Velvet (1986, David Lynch); el martes 15: Crónica de un niño solo (1965, Leonardo Favio); el martes 22: Persona (1966, Ingmar Bergman); y el martes 29 el ciclo finaliza con Los sobornados (1953, Fritz Lang). En las redes, el CineClú acompaña sus noticias con frases elegidas. Una de ellas, de David Lynch: “Lo fundamental es la experiencia de ver una película en grupo a oscuras. Y eso está desapareciendo. Es muy peligroso que esto ocurra. Me resulta algo triste el imperio de las pantallas pequeñas. Mucha gente ve el cine en el ordenador. Y eso es otra cosa. Ver una película es entrar en un mundo a oscuras, sin teléfonos que suenen, sin nada alrededor, sin nada que pueda romper esa experiencia”.