Sin importar la magnitud del reto siempre le hizo frente a lo que le tocaba. Como todos, tuvo desafíos grandes, y aunque se presentaron con diversas dificultades nunca soltó el timón, respetando la enseñanza que comenzó como espectador de un hobby paterno. Pasó por una escala real compitiendo en el automovilismo con los pilotos renombrados, hasta notar que lo insostenible económicamente tenía en el mundillo del "radio control" una salida.
Tal fue el compromiso de Santiago Meirinhos, quién se convirtió en referente argentino, se consagró Campeón Mundial, Campeón de América y en su mejor momento deportivo una crisis financiera le puso el freno.
La disciplina consiste en dominar autos a escala menor de los que vemos en las calles, en diferentes categorías de tamaño, motor, características técnicas o tipo de terreno donde corren. Desde una tarima elevada se fija la mirada en los veloces cochecitos y con el comando a distancia se guía por el circuito. Todo es chiquito, pero ninguna pieza de mecánica real está ausente porque se trabaja en carburación, neumáticos, suspensión, barras y detalles como en las carreras de autos.
El despegue de Meirinhos se dio con una de las divisiones más 'picantes' del ambiente, con una escala 1:5 (donde 1cm del autito representa 5cm del coche real) que pesa 10 kilogramos y mide hasta 1 metro de largo. Sin embargo, el camino que hizo como verdadero piloto de karting, fórmulas o TC2000 hizo una diferencia de percepción, que en una charla con Líbero revela el único argentino en ser campeón del mundo en RC.
"A los seis años empecé con el hobbie de mi papá, que miraba esto en las plazas y de a poco se fue metiendo", detalla quien hoy está radicado en Ingeniero Maschwitz. Para un porteño resultará conocida la esquina de las Avenidas Directorio y Lisandro de la Torre, cerquita del 'Resero' y la clásica Feria de Mataderos, donde los fines de semana explota de actividades el parque.
Entrada la década de los '90 solían reunirse junto al coqueto anfiteatro del corazón barrial los amantes de este pasatiempos. Con mangueras celestes que se usan para limpiar los fondos de las piletas caseras se marcaba la pista todo terreno y arrancaba el show. Junto a Daniel, su padre, disfrutaron esos tiempos pero no pasó mucho hasta que decidieron vender esos autitos y comprar un karting.
"Corrimos todos los torneos, luego la Fórmula Renault, Súper Renault, Fórmula 3 y quedé en Fórmula 3000 muy cerquita de los pilotos que seguían a la F1", recuerda Meirinhos. Sería imposible olvidar, pues cada fin de semana ve por TV a quienes eran sus compañeros: "En mi camada estaban Matías Rossi, Matías Milla, Carlitos Okulovich, Juan Cruz Álvarez, 'Caito' Risatti; en el exterior compartí mundiales de karting con Lewis Hamilton o Nico Rosberg".
Por supuesto que sin el adecuado apoyo económico resultó imposible avanzar en el exterior, por lo que hizo algunas carreras de TC2000 con un Mitsubishi del equipo de Gabriel Furlán hasta que debió dejar a un lado tantos años invertidos en un deporte oneroso. "Costó muchísimo el día en que se me terminó el automovilismo... habían pasado 15 años de mi vida", remarca Meirinhos, que de los 10 a los 25 de edad apostó a las carreras, hasta regresar a las bases que su padre le había dado con el radio control. Pero tenía una información que otros no contaban: "Me fue bien porque trasladé todo lo que sabía de automovilismo, imaginaba que estaba adentro del autito, sintiendo todo a través de la mirada".
Con un nivel de sensibilidad enorme, donde unos pequeños controles de mano dominan la aceleración, frenada y giros del auto, se embarcó en un camino que lo llevaría a ser reconocido con la carcasa de un BMW 330 hasta consagrarse en el torneo máximo de la International Federation of Model Auto Racing (IFMAR) en Argentina 2017.
Llegó a la Final con nueve rivales de países como Australia, Venezuela, Brasil, Países Bajos e Inglaterra y gracias a una estrategia con neumáticos duros corrió una hora sin cambiar ruedas, solamente se detuvo a cargar nafta, hasta vencer en el circuito de La Tablada y ser el primer campeón mundial argentino de la especialidad. Le llovieron ofertas y accedió a algunas, vendió el auto pero igualmente siguió de racha hasta que estalló todo en 2019.
Todo se maneja en dólares, ningún elemento se fabrica en Argentina y un auto de estos ronda entre 5 y 10 mil dólares de costo para armar. Aquél año político electoral precipitó, por razones imposibles de olvidar, el cese de sus carreras. Afortunadamente, su capacidad para preparar motores de esa escala le dieron un oficio que hoy sostiene en su zona de residencia vendiendo y reparando motosierras, máquinas de cortar pasto.
"Como los motores de radio control tienen similitudes y yo aprendí mucho en las carreras, pude usar ese conocimiento para el trabajo", señala Meirinhos, a un par de semanas de cumplir los 40. Y si bien no corre con asiduidad, mira de reojo una categoría donde corren con carrocerías de Turismo Carretera y tiene un reglamento limitado para controlar los gastos. Tal vez el gran campeón vuelva a mover los dedos con el camino que lo unió a su padre décadas atrás y hasta contagie a sus mellizos de 10 años o, más adelante, al menor de la dinastía.