Marina Olmi llega al café en el que se pautó la entrevista con una sonrisa amplia en el rostro y alzando su libro, El amor vence (Editorial Octubre). La presentación oficial será este martes 1° a las 19 en la sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037). Allí también también inaugurará su muestra pictórica Hablemos de amor, que podrá verse de lunes a viernes durante el mes de agosto en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET).

Cuando se le pregunta por su infancia y los primeros acercamientos al arte, dice: “Tuve la suerte de tener un padre muy genial que era artista, una casa donde se jugaba mucho y donde había mucha creatividad. Además, tengo una cabeza muy especial. Creo que fue mi padre el que habilitó el juego. Para mí es fundamental jugar y tener libertad para salirse de los límites. Eso es lo bueno de ser niño, porque cuando vos jugás podés volar o ser mago, no tenés la mente diciéndote qué es lo que está bien o mal”. Olmi plantea que el principal problema con la educación es que “te limita, porque a veces te educan mal”. Marina recuerda que durante la secundaria tenía clases de pintura y las profesoras la retaban porque no sabía pintar dentro de los límites que le marcaban en la hoja. Salirse de los límites como riesgo o amenaza. “Nunca me voy a olvidar. No sé si fue terrible porque todo eso me sirvió y esa es otra cosa que aprendí: no hay nada terrible, todo se puede convertir en una oportunidad”, afirma.

A los 5 años ya pintaba y en esas obras había, por ejemplo, vacas que volaban. “Ese universo sigue estando, sólo que ahora desarrollé un poco más mi capacidad de ir más profundo; con la edad, en lugar de cerrarme, me abrí. Y creo que eso es bueno”. Pero cuando habla de juego, aclara: “Me tomo mi trabajo con mucha responsabilidad. El juego no es una cosa de niños, no es que tenés prohibido jugar de grande. Uno crece, toma responsabilidades, aprende, pero por ser adulto no se puede perder la capacidad de jugar. Por supuesto no pienso que a los 60 años estoy jugando a la escondida con mis amigas, pero de alguna manera tengo la libertad mental de adaptarme y hacer las cosas de una manera que no son las obvias”.

"Diluvio arca".

-Viviste la infancia y la adolescencia en la Argentina pero te exiliaste siendo muy joven durante la dictadura cívico-militar. ¿Cómo recordás eso?

-Cuando me fui del país era muy jovencita y creo que no era la misma que ahora. Ya militaba, pero no tenía la fortaleza interna ni la autoestima que hay que tener para poder enfrentar las cosas. Por eso es tan importante conocerse, tener autoestima y sentirse valiosa; sin eso es muy difícil todo lo demás. Cuando no estás seguro de quién sos, las decisiones que tomás tampoco están buenas. En mi caso, tuve que irme. No la pasé bien, me fui llorando. Nunca me voy a olvidar cómo lloraba en Ezeiza cuando me iba con mi novio, a quien amaba. Fue súper doloroso porque acá dejé una familia: hermanos, madre, padre. Tuvimos mucha suerte porque cuando llegamos a Madrid conectamos con un montón de gente que nos ayudó, entre ellos Jorge Álvarez, un productor de música con el que trabajaba mi novio de ese momento. Algo de ese aprendizaje está en el libro. Es muy importante conocerse para poder decir que no, para no ceder ante ciertas cosas, para luchar con convicción, para ser feliz y no enojarse.

-Este libro surgió en pandemia. ¿Cómo se gestó?

-Lo propuse porque soy artista hace mucho tiempo y me pareció que estaba bueno tener un libro como herramienta para moverme por el mundo. Lo pensé durante la pandemia y fue el proyecto más hermoso que tuve en mi vida porque me obligó a pensar, escribir, conectar y hacer memoria durante nueve meses. Hilé mis etapas, los porqué y para qué de cada obra, y también revisé mis vínculos, hice un análisis emocional muy profundo no sólo de las personas que fueron importantes en mi vida sino también de todo lo que me pasó en esos años como mujer, madre y militante. Es un libro muy honesto, muy audaz, en el sentido de que cuento cosas sobre mis procesos. No soy escritora, pero los cuento de la mejor manera que puedo, con mucha verdad.

En este libro de cuidadísima edición hay imágenes de sus cuadros acompañadas por textos que abordan los procesos. En la primera página Olmi escribió: “Este libro es para todxs, niños, jóvenes, mayores, artistas, científicos, médicos, jardineros, policías, jueces, empleados, desempleados… Para todo aquel que habite este planeta y tenga un mínimo de interés en despertar. Yo tengo ese interés y este fue mi camino”. La artista piensa ese párrafo desde la inclusión y explica: “Que yo sea artista no quiere decir que quien no consume arte no tiene nada que ver conmigo. Por eso hago tantas cosas populares. Me parece fundamental que todos puedan acceder y no tengan el prejuicio de que el arte es algo que no les pertenece porque el arte es para todos”.

"Soy una profunda peronista, una profunda kirchnerista y una buena persona", dice Olmi. 

-Te fuiste en un momento oscuro del país en el que no había derechos y volviste en 2011, con un escenario totalmente diferente por el proyecto político que estaba vigente. ¿Cómo recordás ese regreso con tus Evas?

-Creo que todo está totalmente conectado. El universo propone algo perfecto para el plan aunque uno ponga resistencia y se niegue. Volví a la Argentina porque el Museo Evita me invitó a exponer y quise pintar Evas. Obviamente a Eva ya la conocía. En mi casa militaban, entonces había leído La razón de mi vida desde los 9 años. Ese era mi vínculo con Eva, porque nací después de su muerte. Con Perón sí fui contemporánea y me encantaba. Yo era adolescente, tenía 13 o 14 años, y me parecía un genio total: tenía mucho humor, lo escuchabas hablar y había un encanto en cómo decía las cosas. Me había desvinculado de Argentina, pero durante el gobierno de Néstor empecé a conectar desde España. Tenía hijos, una vida armada y una familia, pero en ese momento pensé: “Quiero volver”.

-¿Qué te pasó con las figuras de Néstor y Cristina, y de qué manera los vinculaste a esos recuerdos de Eva y Perón?

-Cuando volví, Eva había muerto hacía mucho, pero al ver a Néstor y a Cristina me pareció que estaba más viva que nunca. Empecé a verlos desde allá y pensé: “Esto es genial”. Me enamoré al escucharlos y conecté fuertemente con mi adolescencia, con ese amor frustrado de cuando me fui. Sentía que la manera de abordar a Evita no era la que tenía en el recuerdo asociada al sufrimiento o a la lucha. El mundo había cambiado y además esa no es mi esencia: no creo que la vida sea sólo sufrimiento y prefiero el concepto de responsabilidad antes que el de lucha. Lucho en mi vida, pero eso no implica violencia necesariamente sino actitud, saber quién soy, lo que siento, lo que digo y cuáles son los límites. A lo mejor tengo una diferencia en mi forma de comunicar porque me desarrollé en otros campos.

Olmi tiene un perfil renacentista. En la bio de su página web se define como “artista plástica, multifacética, videoartista, música y performer”, y apunta que experimentó con diversas formas de expresión como “la música, la actuación, la pintura, la instalación, el diseño de objetos, la performance y las acciones sociales”. En relación a esas definiciones, dice: “Soy artista plástica pero me formé en muchas cosas. Me cuesta cuando me encasillan. Digo que sí porque hay que contestar algo para que el otro se quede tranquilo. Por supuesto me siento artista, pero para mí un artista es también alguien que trabaja con las plantas y sabe cultivar. Artista es cómo hacés las cosas y no qué hacés: no sé si lo que hago es bueno o malo pero sé cómo lo hago, desde qué lugar. Lo hago desde el corazón, con pasión, enamorada y sin esperar nada a cambio”.

"La sirevita".

-¿Cómo te vinculás con la política desde el arte?

-Soy una profunda peronista, una profunda kirchnerista y una buena persona. No me gusta hablar desde la política porque hoy está todo tan polarizado y la gente está tan convencida de que es una cosa o la otra que hay que comunicar sin juzgar ni determinar cosas. Trato de ser muy honesta con lo que creo para que llegue a la gente. Para mí es una manera de militar que va a otro lugar y no tiene tanto que ver con la mente sino con otros departamentos, que son los que creo que realmente pueden transformar. Hoy no puedo creer que los trabajadores voten a la derecha. Entiendo que haya gente de derecha y me parece bien. Si en tu vida tenés la desgracia de responder sólo a intereses personales, está muy bien que votes eso porque es lo que corresponde para tu plan, pero no puedo creer que haya tanta confusión. Creo que hay mala información, un mareo general, la gente está harta de la política porque parece que todo es un desastre y que todos son corruptos, pero esa no es la realidad. Atrás de eso hay un interés y ese interés siempre es económico, una manipulación que tiene que ver con los intereses de los grandes dueños del planeta que además son siempre los mismos.

-¿Concebís el arte como un camino para transformar la realidad?

-Milito con todos los que resuenan conmigo, quienes son afines, peronistas, kirchneristas. No soy una persona cerrada. Si me llaman otras personas que tienen que ver artística, amorosa, filosófica o emocionalmente con lo que hago y creo, estoy ahí para ayudar en cualquier área. Ahora me llamaron de un circo para que vaya a dar un taller. Les dije que sí. Creo que eso es militar. Siento que es mi obligación transmitir las cosas que me ayudaron y me hicieron sentirme más libre, más segura, más feliz, más fuerte y más útil. Hay gente que resuena con lo que digo pero por supuesto no son todos. Si te sirve, tomalo; si no, está todo bien. No necesito que me quiera todo el mundo porque sé que hago lo que tengo que hacer.

Cuando Marina habla de sus procesos creativos aparece una dimensión que algunos podrían llamar esotérica pero que ella identifica como espiritual, algo que despierta bastante curiosidad aunque no todos se animen a explorar esos terrenos. Olmi cuenta que el mayor conflicto se presenta cuando quiere hacer un cuadro y no le baja eso que debe hacer: “Es como que algo se está gestando adentro tuyo pero todavía no es el momento, estás atravesada por algo que no terminás de conocer o entender. Para hacer un cuadro primero tengo el deseo, la orden de algún lado, la pulsión que me lleva a pintar. Y esa pulsión viene siempre desde el amor”.

El amor es un concepto que está muy presente en su obra y en su vida (su libro se titula El amor vence y su muestra Hablemos de amor).  “El amor es una manera de percibirme y percibir la existencia. Creo que toda la creación viene del amor. Para mí esa es la energía creadora. Lo que pasa es que la palabra es un cliché, ves ‘amor’ y ya parece una estupidez, una palabra en rosa o un término new age para vender ropa. A mí no me importa. Vivimos en un mundo dual y no sé si se podrá cambiar eso, pero por lo menos hay que tratar de entender que las cosas no son blanco/ negro, bueno/ malo. No tengo ganas de no poder decir que hago lo que hago desde el amor porque es así. Vaya concepto en un mundo donde está instalado el odio, la separación”.

-Hablás de la energía creadora y en tu obra está muy presente la energía femenina en figuras como Eva o Cristina desde una perspectiva que se distancia de la iconografía peronista más tradicional, una iconografía que -como dijo Daniel Santoro en la presentación de la Feria del Libro- está mucho más asociada a lo masculino. ¿Qué pensás sobre esto?

-Venimos de una era de patriarcado en la que el hombre mandaba y la mujer estaba sometida o era quemada en la hoguera. La energía con la que el mundo se manejó hasta ahora fue masculina: las guerras, la autoridad, la conquista. Creo que lo único que puede transformar este planeta es una energía femenina, porque es la única energía que tenemos hombres y mujeres que tiende a hacernos pacíficos, a nutrir, cuidar y comprender. No digo que los hombres no puedan hacer todo esto sino que debemos hacernos cargo de esa energía.

Olmi anticipa que en la exposición de la UMET se podrán ver diez cuadros. La curaduría la hizo ella misma de manera intuitiva, pensando en cuáles serían las obras más necesarias para este momento. “No voy a contar cuáles son, pero sí voy a decir que es una muestra muy alegre porque mis cuadros tienen humor, esconden muchas cosas. Uno puede ser alegre y muy profundo al mismo tiempo. Lo que digo para mí es profundo y, en mi opinión, el humor es una de las inteligencias más altas que existen”. Con respecto a la presentación del libro, cuenta que preparó una pequeña sorpresa: “Simplemente voy a subir al escenario para hacer algo. Creo que funciona como una especie de metáfora del libro. Nunca presenté un libro entonces no tengo idea de cómo hacerlo. Hice un Power Point que voy a proyectar, pero además de eso haré algo muy cortito que para mí es muy amoroso y desconcertante”.

 

* La presentación de El amor vence será este martes a las 19 en la sala Caras y Caretas,  y la muestra Hablemos de amor podrá visitarse de lunes a viernes durante el mes de agosto en la UMET. A ambos lugares se accede en Sarmiento 2037.