"Empecé a dirigir un cine móvil en la provincia, donde llevábamos el cine a distintos barrios donde los jóvenes no tenían acceso, ya sea por un tema de no poder pagar la entrada o por un tema de distancia. Esa experiencia siempre es increíble, proyectabamos en las escuelas y muchas veces no solo venían los pibes del colegio sino toda la familia. Son cosas que te cambian para toda la vida. Había chicos que iban atrás de la pantalla porque no podían creer que los actores no estuvieran ahí", afirma Adrián Guarino, guionista, realizador y director audiovisual, profesor de la UNLP, pero también capacitador de jóvenes, o puente entre la juventud vulnerada y el cine. Sobre todo, es un acérrimo creyente del poder de las imágenes para para luchar contra la estigmatización, para defender derechos, para crear cosas y transformar el mundo. Por lo menos, el pequeño mundo de alguien. 

Según Guarino, la palabra clave para empezar a entender qué es el cine comunitario es vínculo. "El cine comunitario es una realización de la comunidad en conjunto, con la sociedad, con las personas que llegan y brindan herramientas. Para realizar una película de cine comunitario principalmente lo que tenés que crear es un vínculo, para que esa película salga realmente de las personas del barrio, para que ellos puedan dar su mensaje. El Cine Comunitario lo que busca es crear una un vínculo entre personas para ayudarse mutuamente, a hacer un producto que pueda comunicar las problemáticas del lugar", afirma. 

Los talleres comienzan con una hoja en blanco y con la invitación a todos los jóvenes del barrio, recorriendo el territorio a pie y contandoles de qué se trata. A pesar de que sostiene que nunca le faltó ni una tuerca, a pesar de ser extranjero en el territorio, una vez le quisieron robar, pero lo hizo aún más creyente de su proyecto.

"Me vinieron a apurar y nos pusimos a charlar, les expliqué qué era eso, dónde quedaba lo que hacíamos y ellos tenían un mínimo conocimiento de que ahí se hacía un taller de cine, no me robaron los equipos y con ellos hicimos un cortometraje. Esto fue en el 2005, hasta el día de hoy con la mayoría de los jóvenes de ahí seguimos en contacto. Eso para mí también es un orgullo y un placer", afirma.

Cómo me hice cine

Guarino está involucrado en la relación entre cine y audiencias quizás de toda la vida. Hace por lo menos 30 años que dedica su vida a llevar el cine comunitario a distintos barrios de la Provincia de Buenos Aires. Empezó desde la Dirección General de Cultura y Educación, de donde sacó las inquietudes que mantiene hasta el día de hoy. 

"Creo que de ahí saqué la motivación que me generaba el relacionarme con los jóvenes, con distintas formas de vida, distintos orígenes y lugares de crianza. Se me generaba como una indagación, pensaba cómo puedo buscarle la vuelta a esto, cómo podemos generar producciones donde elllos estén presentes", afirma. 

A principios de los 2000, Guarino hablaba con el consejo y buscaba llegar a las escuelas con los derechos más vulnerados del distrito, a pesar de que le aconsejaban que no se acercara con los equipos cinematográficos a territorios "peligrosos". Menos mal que hizo oídos sordos, ya que animándose, su cine móvil llegó a más de 300.000 pibes del conurbano. Es un convenio con el Instituto de Cine (INCAA), de ofrecer películas argentinas y llegar con el cine allí donde parece que no hay audiencias. 

Pero tenía que existir una forma de dejar de ser audiencia y empezar a tomar las armas, o en este caso, la cámara. Y no cómo aquel que filma a los otros, sino acercar las herramientas para que otros se las apropien. Comenzó a trabajar con Desde abajo cine, uno de los primeros grupos de cine comunitarios que se crearon después de la democracia. Con la ayuda de UNICEF, en Villa Fiorito gestaron los cortos "Un minuto por mis derechos". Así, empezó a dedicar todo su tiempo a que más jóvenes de barrios vulnerados se interesen por el poder de construir imágenes. Hace diez años que trabaja con los jóvenes del barrio de Villa Alba, en La Plata, brindando talleres en La Casita de los Pibes. 

"El cine mueve todo eso, indaga todo eso, potencia las actitudes personales de esos jóvenes y y los invita a que sean partícipes, a que sí pueden participar, aunque ellos crean que no. Es una actividad tan multidisciplinaria y tiene tantos roles que cada uno encuentra su espacio. Ya sea en el equipo de producción, en el equipo de dirección, en los equipos de cámara, en los equipos de sonido, en lo que sea. Nosotros hasta la música hacemos original para las películas. Buscamos jóvenes que hagan música en el barrio y que sean los que musicalicen esa película. Claqueta, vestuario, maquilladores, todo sale del barrio y cada uno encuentra su grupo, su lugar. Hacemos capacitaciones en todos los equipos, y dejamos que ellos encuentren su lugar", afirma. 

Que se apropien de las herramientas es el horizonte. Conseguir correrse del lugar protagónico del que sabe es un triunfo para aquellos que acompañan el proceso del cine comunitario. "Yo soy como un asistente de ellos, yo llevo las herramientas para que ellos y ellas las puedan aprehender, para que se las puedan apropiar. Los acompaño en cada parte del proceso, hasta que sienten que el proyecto es de ellos y ellas. Ahí es cuando cuando la película sale, y ellos pueden ocupar cualquier rol", afirma. 

Los pibes

Yessica Ayelén Oviedo formó parte del grupo de pibes de Villa Alba que realizaron el cortometraje Tentaciones, cuando tenía 21 años. Fue gracias al taller de cine que aún dicta Guarino en La casita de los pibes que su vida comenzó a cambiar. 

"La mayoría de las personas que participábamos del taller estábamos en consumo. Éramos pibes de la casita que no encontrábamos un lugar en un taller, no es que íbamos a alguno, como a fútbol, sonido, grabación. Andábamos más sueltos", afirma Yessi. Pero cuando trajeron el cine, algo prendió una luz roja que había estado apagada mucho tiempo. 

"Nos gustó porque nos permitían ser parte, no es que venían de la facultad y nos traían algo armado. Siempre estaban hablando con nosotros, preguntándonos qué nos interesaba, que pensábamos de cine, y así se iba armando. Eso nos llamó mucho la atención", recuerda Yessi. 

Tentaciones lo escribieron todos juntos, durante semanas. Participaron de cada parte del armado del cortometraje: preproducción, rodaje, post. "Era algo re importante. Estábamos acá vistos en el barrio como pibes que consumían, imagínate, re señalados todos. El único lugar donde nos daban una mano y nunca nos soltaban era ahí", afirma.

El cortometraje les permitió viajar, algo con lo que nunca habían soñado: no solo formaron parte del festival de Cine Comunitario de Colombia "Ojo al Sancocho" (donde fueron premiados), sino también al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Muchos de los chicos que estaban en el taller conocieron por primera vez el mar, gracias al cine. 

"Eso fue muy lindo en la etapa que estábamos nosotros en nuestra vida, cómo estábamos. Porque nos sirvió para cambiar a muchos. A muchos", afirma Yessi, que hoy, como muchos de sus compañeros de la película, trabajan como educadores de la casita acompañando otros pibes. "Cuando empezamos el taller de cine este año los pibes nos agarran y nos dicen nosotros queremos hacer una película como hicieron ustedes. Siempre se habla de eso, hasta el día de hoy los pibes siguen viendo eso y es un ejemplo lindo que nosotros dimos", afirma.

A Yessi le encanta actuar, pero lamentablemente no pudo seguir porque "hay que laburar, parar la olla". Pero hoy está contenta con el lugar que ocupa gracias al cine. "Me veo más acompañando la movida del taller, porque me gustaría que los más jóvenes puedan tener la suerte que tuvimos nosotros de hacer un cortometraje así, de poder competir en algún lado con eso, de ofrecerles la oportunidad de poder vivir un momento así de lindo", afirma. 

Hacia un futuro cinematográfico 

Hace solamente un par de semanas, Axel Kicillof envió a la Cámara de Diputados de la provincia un proyecto de ley que prevé destinar un fondo de 675 millones de pesos a la producción audiovisual bonaerense. La propuesta tuvo un impacto positivo en el sector, y Guarino piensa que puede fomentar la industria de cine comunitario. 

"Ojalá esto de las leyes de producción audiovisual pueda servir para esto para que jóvenes de barrio puedan contar sus historias sin tener intermediarios, y para conseguir trabajo, para tener otra salida laboral que no sea la calle. Esta ley ayuda a que muchos jóvenes se involucren en la industria y muestren su verdadera identidad, cómo son, de dónde, son, por qué son como son", afirma. 

Además, podría ayudar a que mejore radicalmente la calidad de los contenidos, algo con lo que trabajan desde los talleres. "No queremos que sea un cine comunitario con cámara movida, sino que sea algo que estimule a la gente a mirarlo, a ellos mismos, eso es lo que se trabaja también fundamentalmente", afirma. 

Y por último, los estrenos y las proyecciones. Actualmente, no existen muchos espacios donde los chicos puedan verse en sus cortos, donde puedan ver el trabajo que tanto les costó realizar. Cabe destacar que la proyección de sus cortometrajes también es algo donde ellos poseen la voluntad de acción. De una vez y para siempre.