El 6 de junio pasado, el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) del Uruguay encontró un cuerpo enterrado en el Batallón 14, de la zona de Canelones. Había sido cubierto con cal y con una loza. Los análisis no dejaron dudas de que se trataba de una mujer que fue víctima del terrorismo de Estado. Se pudo descartar que se tratara de María Claudia García Iruretagoyena, la nuera del poeta Juan Gelman, que fue llevada desde Buenos Aires hasta Montevideo para apropiarse de la hija que estaba gestando. Sin embargo, todavía no se pudo identificar a quién pertenecen los restos. Detrás de ese reto que significa la búsqueda de la verdad no sólo en el país sino en todo el Cono Sur, se conformó una mesa de trabajo entre organismos uruguayos y el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Los antropólogos forenses uruguayos entraron por primera vez al Batallón 14 en 2005, después de que las Fuerzas Armadas le entregaran un informe al entonces presidente Tabaré Vázquez que él había ordenado con el objetivo de hallar a los detenidos-desaparecidos de aquella dictadura. El documento –suministrado por el entonces jefe del ejército uruguayo, Ángel Bertolotti– señalaba que en ese lugar habían enterrado a María Claudia.
En ese momento, los trabajos no permitieron identificar el cuerpo de la nuera de Gelman, pero sí se encontraron los restos en el Batallón 14 de otros dos detenidos-desaparecidos: Ricardo Blanco Valiente y Julio Castro. En 2020, se reanudaron los trabajos en el predio de la zona de Canelones. La aparición de un tercer cuerpo –el primero de una mujer que se encuentra– abona la teoría de que el Batallón 14 funcionó como un lugar de enterramiento.
Los restos hallados en Uruguay se enviaron para ser analizados en el laboratorio que el EAAF tiene en Córdoba. Se pudo extraer el perfil genético. Sin embargo, no hubo coincidencias con las muestras de familias de víctimas del terrorismo de Estado en Uruguay que el EAAF tiene almacenadas.
Sin respuestas para el caso Gelman
“Queda plenamente establecido el contexto de violencia y que esta persona es una detenida-desaparecida”, explicó el 22 de julio pasado, en una conferencia de prensa en Montevideo, Alicia Lusiardo, referente del GIAF. El informe médico estableció que la persona que había sido inhumada en el Batallón 14 había sufrido una muerte violenta, por acción de terceros y que había sido sometida a malos tratos y torturas.
La antropóloga comunicó que, por el momento, se pudo descartar que los restos pertenecieran a la maestra Elena Quinteros –secuestrada en junio de 1976 en Uruguay– o a María Claudia –un caso emblemático de la coordinación de las dictaduras del Cono Sur.
María Claudia fue secuestrada el 24 de agosto de 1976 con su marido, Marcelo Gelman. Antes, una patota había raptado a su cuñada, Nora Gelman, y a su novio. Los cuatro fueron llevados a Automotores Orletti, el centro clandestino que regenteaba la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y que funcionó como una base del Plan Cóndor. Después de la liberación de Nora y de su amigo, Marcelo y María Claudia continuaron en el campo de concentración de la calle Venancio Flores. Él fue asesinado y su cuerpo arrojado –en un barril– al canal de San Fernando. A María Claudia la llevaron a Montevideo.
La chica –que aún no había cumplido los 20 años– estuvo secuestrada en el Servicio de Inteligencia de la Defensa (SID), un piso más arriba que el resto de los prisioneros. Algunos de ellos escuchaban pasitos de niños: es que a María Claudia la habían llevado con los hermanitos Anatole y Victoria Julien Grisonas, que habían sido secuestrados junto con su mamá en el operativo que mataron a su papá. A los dos chiquitos los trasladaron a Montevideo y después los llevaron a Chile, donde los dejaron abandonados en una plaza de Valparaíso.
Los sobrevivientes también escucharon las corridas cuando María Claudia estaba por parir y después el llanto de su beba o vieron cómo los captores pasaban con una mamadera. Un exintegrante del SID, Julio Barboza Plá, declaró haber visto a María Claudia cuando se la llevaban con una canastita con su hija y haber escuchado al capitán José Ricardo Arab decir que “a veces hay que hacer cosas embromadas”.
La beba fue entregada al matrimonio Tauriño-Vivian. Se presume que a María Claudia la llevaron a la Base Valparaíso para asesinarla, pero aún no se sabe qué hicieron con sus restos. En marzo de 2000, Juan Gelman anunció que había encontrado a su nieta. Había hecho una reconstrucción minuciosa junto con su esposa Mara La Madrid. Macarena, entonces, ya superaba los 20 años que los genocidas les habían permitido vivir a su mamá y a su papá. En junio de ese año, el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) --creado a instancias de Abuelas de Plaza de Mayo-- confirmó que se trataba de la hija de María Claudia y Marcelo.
Cómo sigue la búsqueda
Son 39 las mujeres uruguayas que fueron secuestradas y desaparecidas durante los años del terrorismo de Estado: algunas fueron privadas de su libertad en Uruguay y otras en países vecinos --como la Argentina. La tarea estará centrada en saber a cuál de ellas corresponde el cuerpo encontrado en junio.
Para eso se puso en marcha una mesa entre el GIAF, la fiscalía especializada en delitos de lesa humanidad en Uruguay, Madres y Familiares de Detenidos-Desaparecidos, la Institución Nacional de Derechos Humanos y el EAAF. Todos ellos deben discutir las mejores alternativas para ayudar a que los antropólogos forenses argentinos –que son reconocidos mundialmente por su trabajo– mejoren los perfiles genéticos de cada una de las personas desaparecidas en la República Oriental hasta lograr el match con el del cuerpo que fue encontrado en el Batallón 14.
La única forma de completar esos perfiles genéticos es con la sangre de los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado. “Les pedimos a las familias que no hayan dado muestras que las den. Que nos den la oportunidad de pincharles el dedo y de explicarles cómo es el proceso”, le dice a Página/12 Carlos “Maco” Somigliana, el referente del EAAF que el jueves último estuvo sentado con sus compañeros uruguayos para trabajar en la identificación.
Para llegar a la verdad
Desde el GIAF confirmaron que continuarán con las excavaciones en el Batallón 14 y en la Chacra de Pando –otro lugar donde en el pasado se encontró el cuerpo de Ubagésner Chaves Sosa–. “Con este hallazgo se confirma que el Batallón 14 es un objetivo importante para continuar la búsqueda”, dijo en la conferencia de prensa el fiscal Ricardo Perciballe.
El representante del Ministerio Público también hizo una apelación a quienes podrían haber participado del enterramiento sin haber tomado parte en las torturas o en la ejecución, es decir, quienes podrían haber transportado a la víctima o haber hecho el pozo para que fuera enterrada. En esos casos, Perciballe anunció que las “conductas tangenciales” no son consideradas crímenes de lesa humanidad.
El fiscal buscó dejar en claro que no se va a perseguir penalmente a quienes hayan podido haber intervenido en la inhumación clandestina para que rompan el silencio y contribuyan a la búsqueda de los detenidos-desaparecidos y posiblemente a la identificación de los perpetradores que siguen gozando de impunidad.