“En el mundo de la historieta, el manga es hoy el 70 por ciento de lo que se lee, fuertemente apoyado por el animé y la presencia de la cultura audiovisual japonesa”, señala Tomás Linch, editor de Grupo Planeta y responsable de la línea dedicada a las viñetas japonesas. La cifra, por sí sola, alcanza para justificar un fenómeno que está experimentando el mercado local con un pequeño boom de publicaciones de manga. La gran novedad del último año es que ya no son sólo los sellos especializados, sino que ahora también las grandes multinacionales, como Penguin Random House y Grupo Planeta buscan terciar en el negocio.
Históricamente, el manga en la Argentina es un territorio dominado por Ivrea, un sello pionero y cuyo editor –Leandro Oberto- despierta en el fandom tantas pasiones como detractores. Ivrea atravesó muchas fases como editorial: se expandió a España, se refugió allí durante una de las tantas crisis locales, volvió a tener un doble comando cuando la cosa remontó en la Argentina y hoy sigue dominando el sector. Su permanencia no es poca cosa. Cuando en 2008 LARP salió al ruedo publicando hitazos como Naruto o One Piece, todo el sector esperaba un sello arrasador. Quince años después y con la editorial caída en desgracia hace cinco, son muchos los que se preguntan cómo pudieron chocar la calesita.
Hoy el sector del manga en la Argentina se alimenta básicamente por la producción de cuatro sellos. El histórico Ivrea por un lado, y los nuevos actores: OvniPress (con Ovni Manga), Penguin Random House (con Distrito Manga) y Grupo Planeta dentro del sello Planeta Comic. A eso hay que sumarle importaciones de otras grandes del mercado español, como Panini, y ocasionales lanzamientos de sellos independientes (habitualmente títulos unitarios o miniseries).
“Antes de que yo entrara, a fines de 2021, el manga era una parte bastante chica del catálogo de Ovni Press, que se enfocaba casi exclusivamente en el cómic de superhéroes. Pero sobre todo en 2020 con la pandemia hubo un boom de consumos culturales en el que el manga fue el gran protagonista del mercado editorial. Las ventas subieron un montón y el público y las tiendas empezaron a demandar mucho más”, explica Tomás Mir, responsable del área en OvniPress. El sello –históricamente ligado a las licencias de Marvel, DC y Dark Horse en distintas etapas- comenzó pisando fuerte en el rubro con licencias de la fundamental Akira y la hiper popular Attack on Titan.
Valeria Fernández Naya, directora de Marketing y Comunicación de la filial local de Penguin Random House, cuenta que “el fenómeno del manga es algo que venía observando el grupo a nivel regional desde hace tiempo, y luego de la pandemia se decidió desde nuestra casa en España incursionar en este mercado”. Penguin arrancó el sello Distrito Manga con cuatro títulos –que pronto expandió-, entre ellos el conocido Old Boy, que inspiró la célebre película homónima.
A priori, pareciera que tener un mega hit es condición sine qua non para incursionar en el mercado del manga, aunque todos los actores del sector coinciden en destacar la variedad de opciones que ofrece el circuito: hay un manga para cada lector y segmento (en su propio mercado, los japoneses hacen distinciones que aquí resultan de una hiperespecificidad inconcebible).
El manga, además, parece a salvo de algunas de las dificultades que la historieta de autores nacionales enfrentó en los últimos quince o veinte años: encuentra los canales de distribución más aceitados –tanto en comiquerías como en librerías generalistas-, es un producto que ya tiene buena parte del marketing hecho gracias a las adaptaciones en animé, exige menos explicaciones y conocimiento a los libreros y, de yapa, encuentra un circuito de comiquerías que atraviesa un buen momento. “El mejor ejemplo es el crecimiento sostenido de las comiquerías ¡y hasta de manga-café! en los últimos años en toda la superficie del país. Nunca hubo tantas publicaciones disponibles ni tantos lugares donde comprarlas como ahora. Y a esto hay que sumar las redes sociales, la Comic Con y todas las ferias vinculadas al tema”, apunta Linch, de Planeta.
Durante una visita a la comiquería Fans Choice, en los alrededores de Primera Junta, Página/12 pudo comprobar el fenómeno. El local está muy vinculado a las editoriales de historieta argentina –participa de preventas y es punto de distribución de muchas de ellas-, con buena parte de su superficie y decoración dedicado al cómic de superhéroes, pero así todo, su dueño, Pablo Ventura, reconoce que el grueso de las ventas está constituido por el manga. Durante el largo rato que este medio pasó allí, tres de cada cuatro ventas fueron de manga. A veces fueron niños o adolescentes con sus padres. Otras, un padre o un abuelo con la “listita de compras” que llevó de a varios volúmenes, otras jóvenes o adultos que ya tenían sus pedidos preparados en prolijos sobres tras el mostrador. Es que para el manga no hay edad. “Hay generaciones enteras de lectores -vamos por la segunda o la tercera- que se criaron en la lectura dentro del manga. De la misma manera que mi generación creció leyendo a Cortázar y a García Márquez, y otra se formó con Harry Potter, hay chicos y adolescentes que tienen entre sus referencias literarias a los personajes de Dragon Ball o de El Puño de la Estrella del Norte”, reflexiona Linch.
Las dificultades, son las de comunes al resto de la industria editorial, con la falta de papel a la cabeza, aunque también algunos problemas para pagar las licencias internacionales. “Hay cierta ironía en que, desde la pandemia, hay una sensación de que la gente salió a querer comprar (y, espero, leer) más libros, incluso de historieta, pero con la crisis del papel y nuestros vaivenes económicos, se dificultó mucho tanto comprarlos como publicarlos”, comenta Mir. “Imprimir sale caro, no podés trasladar todo el costo al PVP sin volverlos impagables y eso afecta a la economía de la empresa. Se trata de llegar a un equilibrio, pero deja a mucha gente afuera. Quizás el manga, al ser en blanco y negro, tamaño reducido y papel obra, se puede mantener económico, pero ese libro ‘económico’ no baja de los dos mil pesos. El público definitivamente compraría más historietas (y sobre todo más mangas) si tuviesen un precio más accesible, porque la demanda está muy alta pero es difícil comprar todas las que querrías”.
A estos editores no los asustan experiencias como la española de 2008, cuando la crisis internacional de entonces hizo desplomarse a la venta de mangas en la península ibérica. Por entonces, era un sector en plena ebullición, pero cuyas cifras de ventas se sostenían en los consumos casuales. Con la crisis de entonces siguieron fuertes las editoriales que publicaban autores españoles, que tenían un público comparativamente más pequeño, pero infinitamente más fiel. Mir ve difícil que se repita un fenómeno así en la Argentina actual. “Acá podés prever la curva de ventas de una colección e ir programando tiradas y regularidad de la salidas como para que no te pegue por sorpresa que algo baje la venta. Nuestro mercado sigue siendo mucho más chico que el de España, tiene muchísima menos oferta, entonces notás que el público se mantiene fiel a las colecciones que sigue, no se ‘distrae’ con un millón de tomos #1”, analiza. Mir agrega que “esa fidelidad no es solo a tal o cual colección, es al mundo del manga en sí: si su economía lo acompaña, el que entra al manga no suele salirse, es una masa de consumidores que solo va en aumento. Esa fidelidad del nicho, sobre todo a la producción nacional, la notamos mucho y medio que sostiene a toda la industria”.