Nacida en Buenos Aires, Sandra Gugliotta estudió y egresó de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), y es uno de los grandes nombres que surgieron en el denominado Nuevo Cine Argentino. En 1994 realizó el corto Noches Áticas, que formó parte de Historias Breves 1, el tradicional concurso del Incaa que desde hace 27 años busca estimular la producción y dirección de cortometrajes por parte de realizadoras y realizadores emergentes para que puedan plasmar nuevas tendencias y estéticas cinematográficas con ideas originales. Su corto alcanzó una proyección internacional.
Hasta el momento, Gugliotta lleva dirigidos cinco largometrajes. Su ópera prima, Un día de suerte (2002), debutó a lo grande: fue premiada en La Berlinale y nominada al Goya. Desde entonces, la cineasta realizó una carrera exitosa en el mundo del cine y dejó atrás la labor en televisión, donde se había iniciado profesionalmente. Durante el mes de agosto, la plataforma Octubre TV ofrecerá al público la posibilidad de ver todos sus largometrajes y dos de sus cortos, de manera gratuita.
"Con el Nuevo Cine Argentino, Argentina pasó a ser un territorio que interesaba culturalmente. Se combinaron dos cosas: que existían las películas y que existía un interés geopolítico por nuestro país. Y también existían los recursos", afirma Gugliotta en diálogo con Página/12.
Un lugar en el mundo
Un día de suerte está situada en Buenos Aires. En medio de la ciudad donde se producen los estallidos sociales, la desocupación alcanza niveles tremendos y los conflictos políticos se incrementan, Elsa, una joven de 25 años, busca un trabajo digno para conseguir dinero que le permita cumplir su sueño: viajar a Italia. Ella sueña con encontrar allí al hombre del que está enamorada y, además, tener una vida mejor. "Es una película de una crisis social, económica y política que desgraciadamente vivió repitiéndose. En ese momento, estaba más en mi cabeza el tema de una chica que quería dejar el país porque pensaba que su futuro estaba afuera y también de imaginar un lugar ideal en Europa, particularmente en Italia que resultaba ser muy distinto al que estaba en la Argentina", comenta Gugliotta.
Como se observa, esta historia de ficción del 2002 dialoga con las crisis del país, especialmente la más cercana a la producción de la película que fue la de diciembre de 2001. Hay un clima de época en Un día de suerte. "Está impregnada de eso y tanto que, por momentos, parecía que era una película documental. Y no lo era porque era una película con actores que ya tenían en ese momento una trayectoria fuerte. Fue filmada mientras sucedía todo eso. Lo que pasa es que con las crisis cíclicas podría haber sido filmada en muchos otros momentos de los últimos años. El tema de buscar un futuro afuera nunca terminó en la Argentina", asegura la cineasta, que construyó una Buenos Aires de la desesperanza.
De la suerte al interrogante
Después de un impasse de cinco años, Sandra Gugliotta volvió a la escena cinematográfica con Las vidas posibles. El film tiene como protagonistas a Carla (Ana Celentano) y Luciano (Germán Palacios), una pareja que disfruta de la vida, al menos en apariencia. Luciano es geólogo y, como tantas otras veces, parte al sur por motivos de trabajo. Pero no regresa. Cuando pasan los días, Carla no sabe nada de su marido y el misterio potencia su preocupación que va creciendo cada vez más. Decide rastrearlo por el último pueblo en el que estuvo. Al llegar, se encuentra con Luis (Palacios), un hombre casado que trabaja en una inmobiliaria, y que vive allí desde hace seis años. Carla queda fascinada, ya que Luis es físicamente igual que Luciano. A partir de entonces, la película inicia una búsqueda de resolución del misterio: ¿es el mismo hombre o es otro? ¿Hay una doble vida?
De estos interrogantes parte Gugliotta. "Me encantaba esa película y me apareció completa y de golpe en la cabeza", reconoce. "Me parecía sorprendente porque era totalmente diferente a lo que había hecho antes, pero me encantaba. Me parecía que tenía que ver con cuentos e historias que yo había leído mucho cuando era adolescente", sostiene la realizadora. También explica que "fue muy difícil de hacer por las condiciones, había que filmar en el sur y porque era otro lenguaje, pero mientras la atravesaba era una experiencia hermosa hacerla", sostiene la cineasta. Y en Las vidas posibles hay silencios expresivos y toda esta ficción se llena de palabras como esperanza, dolor, sueños, ambigüedad de la realidad, que definen la esencia de un film poético, con suspenso y un misterio afectivo.
Buenos Aires no cambia
Gugliotta comenzó a filmar en el colegio Nicolás Avellaneda, en 2010, su tercer largometraje, La toma; en este caso un documental de observación que tiene la particularidad de reproducir las discusiones de estudiantes, padres, ex alumnos y autoridades del colegio Nicolás Avellaneda en el mismo momento en que se iban produciendo las históricas tomas en los colegios secundarios porteños. No tiene ninguna entrevista: Gugliotta no utiliza el modelo “cabeza parlante”, sino que su cámara busca invisibilizarse en las reuniones colectivas, como abriendo una ventana al escenario que los medios de comunicación televisivos nunca ponen en pantalla. Desde el aspecto político, La toma muestra el elevado nivel de compromiso de los estudiantes, que discuten cuestiones bien concretas sobre las reformas edilicias. En ese sentido, el documental adquiere un valor testimonial de alto interés para quienes no habitan las aulas, porque permite al espectador introducirse en el escenario del conflicto.
"En ese momento, yo quería trabajar algo que era bastante diferente a lo que terminó siendo porque tenía que ver con el género. Había partido de una tesis que había escrito mi hermana sobre algo que suena muy complicado: cómo se construye el género en la escuela secundaria. Hoy no resulta tan complicado porque se ha hablado mucho. Entonces, fue un trabajo de observación sobre el género. Y la película tiene más que ver con la situación política, pero las que más participan son las mujeres porque son las que están al frente del Centro de Estudiantes, las que más discuten, las que se pelean más con la autoridad, las que más arman y desarman", comenta la directora.
Algo destacable de La toma es que muchos de los reclamos que los estudiantes de los colegios secundarios porteños hacían en 2010, todavía están sin solución. En ese sentido, La toma es también una película actual de la Buenos Aires del 2023. "Veo a Buenos Aires exactamente igual. Cada año sigue sucediendo lo mismo y los reclamos son los mismos. Esa es otra cuestión asombrosa que habla de vivir en el Día de la marmota," cuestiona Gugliotta.
Policial con sabor femenino
A veces, los cineastas encuentran el germen de una ficción en la realidad de las noticias. Eso le sucedió a Gugliotta, quien prestó atención a una crónica policial sobre escritores acusados por lo que plasmaron en sus obras. Y, a partir de ahí, sumándole los condimentos de celos, pasión y traición, ideó el thriller Arrebato, que se estrenó en 2014. La historia creada por la directora de Un día de suerte y Las vidas posibles se focaliza en la mente de Luis Vega (Pablo Echarri), un profesor de literatura y escritor en crisis con su mujer, Carla (Mónica Antonópulos), que encuentra en un caso policial difundido por la prensa una historia que le calza justo para su próxima novela. Se trata del inentendible asesinato de Grotzki, un dentista sin enemigos, al menos en teoría. Su enigmática mujer (Leticia Brédice) parece, en principio, sospechosa. Pero cuando Vega publica su libro, debido a una serie de coincidencias entre la realidad y la ficción, quedará en el ojo de la tormenta.
Arrebato no es un clásico policial. "Hay un juego con ciertas películas que tienen que ver con el género. Me gustaba mucho de los personajes de las mujeres malas. Es una de esas películas que tienen que ver con el género y con ciertos sentimientos retorcidos y oscuros", afirma la directora, quien coincide que Arrebato no tiene "todos los elementos clásicos del género, como el cine negro o el thriller, pero sí tiene algunos elementos de eso pero retrabajados de otra manera".
Gugliotta buscó trabajar en la delgada línea que divide la realidad de la ficción. "Algo de eso continúa de Las vidas posibles, pero, por ejemplo, lo que no continúan son los silencios. En esta película, los personajes hablan, se expresan, no terminan de ser personajes naturalistas, realistas sino que son personajes que tienen que ver con ciertos caracteres de películas".
Situación límite
La más reciente película de Sandra Gugliotta es Retiros (in) voluntarios, estrenada en 2021. En 2008, una ola de suicidios en Francia reveló un punto en común: todas las personas eran o fueron empleados de France Telecom. Los efectos de ese sistema laboral perverso tuvieron su antesala en la Argentina, cuando se privatizó el servicio telefónico y la misma empresa se instaló en el país. Se trata de un documental político sobre las corporaciones y el neoliberalismo, en el que su directora desarrolla una investigación que une la intimidad de su historia familiar con un conflicto de dimensiones globales.
"La idea surgió de una nota en un diario argentino que, debido a las políticas de flexibilización laboral que habían implementado durante la privatización de France Telecom, en Francia, se habían suicidado más de cien personas. Y la nota lo comparaba con que había sucedido lo mismo en la Argentina durante la privatización de Entel. Y hablaba de un libro de Damián Pierbattisti, un sociólogo argentino que escribió La privatización de los cuerpos", cuenta la cineasta. "A partir de ese libro que, en realidad, es un ensayo de sociología, empecé a trabajar en la película y descubrí algo que más o menos uno sabía o había vivenciado del tema de las privatizaciones. Había historias que había escuchado, pero nunca había escuchado esta cuestión de que había un método de parte de la empresa para deshacerse de las personas y que ese método tuviera políticas de recursos humanos tan violentas", señala Gugliotta sobre la “cultura del miedo” puesta en práctica por las áreas de recursos humanos de las empresas globalizadas.
Siempre es difícil abordar un tema relacionado con el suicido. Para encararlo, Gugliotta se preparó como en todas sus otras películas: "Con una especie de ceguera de lo que iba a encarar, o sea, era puramente el deseo de hacerlo y de ir hacia ese lugar. Me di cuenta de lo que estaba haciendo ya cuando estaba realmente haciéndolo. O frente a algunos momentos y situaciones de gente con que yo hablaba, me resultaba insoportable lo que estaba escuchando. A veces tenía que salir un rato a airearme porque escuchaba cosas muy duras", agrega la realizadora.
Cortos y dictadura
En la retrospectiva de Gugliotta podrán verse dos cortos. Uno de ellos es Posadas, que formó parte del proyecto “25 miradas” (2010), en el que la Secretaría de Cultura, encabezada entonces por el recordado cineasta e intelectual Jorge Coscia, había invitado a reflexionar sobre doscientos años de historia a distintos cineastas. Posadas aborda la historia, en plena dictadura, de una militante que escapa con su pequeña hija y trata de llegar a la frontera. El otro corto es Epica (2015), que narra la aventura alucinada de un soldado perdido en la Guerra de Malvinas.
Tanto Epica como Posadas están anclados en el contexto de la última dictadura. Gugliotta explica cómo fue trabajar esa época tan dolorosa para el país: "La violencia desgraciadamente nos atraviesa. En ese aspecto, hay una madurez de reconocer que por ahí no, pero hay que ser siempre cuidadoso. Hay miles de historias que no se contaron y sobre todo el recorrido económico que tiene que ver con el porqué de esa violencia, todavía no está del todo claramente incorporado, ni cuál fue el sentido real de esas dictaduras y de esa violencia ni para qué se hizo eso", concluye Gugliotta.