"Vas a ver las banderas": la indicación, emotiva y política, desafiaba las exigencias de precisión de la inteligencia artificial que guió al taxi precarizado hasta el camping del Sindicato de Barrido y Limpieza. La Avenida San Martín, pasando la Circunvalación, se vestía de inmensas wipalas multicolores al sol del atardecer del domingo, mientras iban llegando las caravanas del Tercer Malón de la Paz que partió el 25 de julio (el día fuera del tiempo, según el calendario maya renovado) y que viene bajando desde el norte.
Un torrente humano incontenible de cantos, reivindicaciones y testimonios, que reúne a líderes y miembros de varias comunidades de los diversos pueblos originarios de Jujuy, Santiago, Tucumán y otras provincias, confluyó en el anochecer al sur de Rosario con el Comité de Bienvenida, integrado por Pueblos Originarios en Lucha Rosario, dirigentes y militantes sindicales, y activistas de Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, entre otras organizaciones (además de gente suelta). Los que venían en combis y en autos por Rosario se encontraron con quienes venían en colectivos con las banderas en alto desde tres mil kilómetros al norte, y en ese abrazo de bienvenida se unieron las dos puntas de la Argentina. Era la Argentina multicultural soñada, que al son de las cajas y las voces de las copleras abrazó el compromiso de realizarse: "Y es esencia y es semilla y está dentro nuestro por siempre. ¡Se hace vida con el Sol y en la Pachamama florece!".
Ritmos tradicionales como el carnavalito daban alegría a los cánticos de protesta: "En Jujuy tenemos un señor dictador / Morales se llama y nos tiene con hambre. / Morales se llama y no tiene corazón". Y los modernos resonaban en reescrituras urgentes del cuartetazo: "¿Quiéee... eh én se ha robado todo el litio, oh oh oh?" o de "Sobreviviendo": "Dicen que los del Norte somos callados / pero cuando nos mienten nos rebelamos".
Algunos los esperaban desde el comienzo de la tarde. Y fueron llegando. "Volveremos, volveremos, volveremos otra vez / volveremos, volveremos, como en el '46", coreaban, haciendo suyo un canto peronista reconvertido en alusión al Primer Malón por la Paz, que fue en esa fecha y del que participaron sus abuelos. Bajaron al llano y no bajaron nunca las banderas: wipalas, y la celeste y blanca; pancartas con los nombres de sus lugares. Lugares que peligran. Las mujeres collas lucían sus vestimentas tradicionales, sus faldas y sombreros. Alzaron la voz para reclamar por sus derechos, que son los de todos, y que peligran. Hubo lágrimas y también canto, tambores, guitarras y violín. El Comité Multisectorial de Rosario trabajó durante días para alimentar y alojar a los cientos de recién llegados, que una vez descansados emprendieron ayer la marcha al Monumento a la Bandera desde la Plaza Pringles y que hoy, día de la Pachamama, se reúnen en torno al Obelisco para una lucha pacífica que no tiene fecha de cierre: "No volveremos con las manos vacías".
En el centro del quincho, alrededor de una mesa y de una pintura mural que se extendía y que es la inmensa bandera que encabeza la marcha, se sentaron primero los voceros de las comunidades y agrupaciones locales y después los del Tercer Malón de la Paz. En orden, fueron pasándose el micrófono, primero para la bienvenida y después para el agradecimiento y la denuncia. Hablaron ancianas de la comunidad qom local: "En la lucha somos uno y tenemos que seguir luchando por nuestra seguridad y nuestras vidas. Porque los hermanos jujeños han perdido un montón de compañeros, hermanos, familiares. Nos duele, como originarios. Nos duele, porque nos siguen atropellando, compañeros. Tenemos leyes, y no nos hacen valer esas leyes. Tenemos que seguir tomándonos de las manos; no bajemos los brazos". Y una joven qom expresó: "Han venido acá para visibilizar lo que está pasando allá. El ojo de la prensa está en otro lado mientras a nuestros hermanos los están matando. ¿Y siempre tiene que haber una masacre para que nuestros pueblos estén en las páginas de los diarios?", clamó.
"Todos somos uno", repetían una y otra vez oradores y oradoras de todas las naciones originarias, dando ejemplo político. Una espiritualidad antigua y genuina se expresó en la invocación a Tata Inti (Padre Sol, en quechua), a la Pachamama (Madre Tierra), a los Apus de las montañas, a la vida toda y a los ancestros. También se invocaron leyes: la 5915, de protección a las fuentes de provisión y a los cursos y cuerpos receptores de agua y a la atmósfera; el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales, principal instrumento internacional sobre derechos de los pueblos indígenas en el mundo, ratificado por Argentina y otros Estados. Hubo un clamor unánime pidiendo la intervención federal de la provincia de Jujuy y la anulación de la infame reforma constitucional del gobernador jujeño Gerardo Morales, contra quien la bronca estallaba en pena: la figura del traidor no como alguien a quien odiar sino como uno que causó dolor a los pueblos al prometer y no cumplir lo prometido.
"Venimos a pedir nuestros derechos como argentinos", resumió una mujer colla. "Y a este gobierno que vamos a llegar con todas las provincias; unido, el pueblo jamás será vencido. Urgentemente reclamamos la intervención federal, con sus tres poderes: el poder Ejecutivo, el poder Legislativo, y el Judicial. Y bueno, que sea: ¡Pacha, o muerte!".
"Desde el último rincón de la provincia, La Puna, La Quiaca, Purmamarca, Abrapampa, en los cortes de ruta; desde el límite con Chile y con Bolivia, Cusí Cusí, están todos los líderes aquí, representado cada uno con su comunidad", se informó a viva voz. Y habló una trabajadora estatal originaria: "Nuestra provincia es inmensamente rica. Pobre Morales. Nos hubiera dado una gran alegría que hubiera sabido valorar la gran riqueza humana que tiene la provincia. Yo soy agente sanitario y hacemos lo imposible para mostrar que Jujuy sea lo primero en salud. En el tiempo del covid, ¿quién dio mejor cobertura? Jujuy. ¿Por qué? Porque Jujuy tiene esclavos en la salud", dijo, narrando las penurias del Altiplano a donde suben como pueden los trabajadores y trabajadoras de la salud, "pero no pueden subir un tomógrafo, un ecógrafo", mientras el avión sanitario existe y es usado por el gobernador para pasear. "Van por nuestros derechos, encima [Morales] se compró todos los medios públicos, que no hablan nada de nosotros. Yo no quiero ver ningún canal... no quiero ver cómo desprecia a su gente, cómo denigra a su gente, debería valorar, tiene una fiesta nacional de los estudiantes a pulmón de los profesores y de los alumnos, porque él no pone nada", continuó la agente sanitaria y junto a los salarios de hambre de los maestros puso los magros 17000 pesos que el Estado paga a los trabajadores sanitarios reclutados en las comunidades. Otra mujer originaria de la Puna denunció el maltrato de los funcionarios blancos y criollos a las mujeres profesionales interculturales, que son rebajadas a funciones de servidumbre.
"Yo vengo de la mina... me crié ahí", contó una anciana. "Mi padre murió por la fibrosis pulmonar. Mi hermano murió por la fibrosis pulmonar. Mi mamá murió por la fibrosis pulmonar. Todas mis hermanas tienen fibrosis pulmonar. Porque todos los desechos los tiraban a la calle. Y esa mina [Morales] la entregó a los extranjeros. Por el litio. Y está dispuesto a sacrificarnos a nosotros, que somos los dueños de la tierra, junto con nuestros animales. Hoy ya no tienen dónde ir a tomar agua. No podemos quedarnos sentados viendo morir a nuestros animales, a nuestros hijos. No podemos quedarnos sentados esperando a que él reaccione. ¿Cuánto más quiere? ¿Cuál es el propósito de aniquilarnos?". Y después se cantó en qom y en castellano, de León Gieco: "Cinco siglos igual".