A veces la historia simplemente ocurre: natural, inconsciente, sin perspectiva de cambiar nada. El impulso de hacer se lleva la marca del gesto y aquí, por caso, también empuja una acción más grande y estampa un navajazo. Fotocopiado, con apenas un puñadito de copias, el fanzine Petite Maison, de Mako Fufu, alias de la todoterreno Gisela Vergara, se convirtió en el primer manga hentai argentino.

Mako, que por entonces llevaba a cuestas unos 19 años, no tenía idea de lo que estaba haciendo. Era apenas lo que le gustaba hacer. Y ya está. Corría 2003 y el mundo era bastante diferente. Por eso, para hablar de este hito es obligatorio poner un poco de contexto.

El final de los '90 y el principio de los 2000 abrazaron la segunda oleada de anime en América latina. Fueron los canales de televisión por cable, las revistas especializadas, el fandom deseoso y babeante, la proliferación de las comiquerías (Dios bendiga a Camelot Comics Store) y los últimos vestigios de la economía 1 a 1 los que permitieron el avance del manga-anime por acá. Llegaron los tanques Dragon Ball, Sailor Moon, Caballeros del Zodíaco. Arribaban al país cientos de revistas españolas (Manga Zone, Dokan, Minami 2000), el mercado editorial local daba pasos firmes (Lazer, Otaku, Nuke). Triunfaba Magic Kids, y Locomotion se erigía como el proyecto más cool del mundo.

Y, tras aquella primera oleada, que se había dado en los '80 con "estrenos" que llegaban década o década y media más tarde (Mazinger Z, Meteoro, Astroboy y algún otro robotito ATP más), en medio de un nuevo raid oriental, una joven porteña se topaba con el dibujo de un par de tetas y su vida cambiaba para siempre.

"Mi mamá me había comprado el libro Mangavision, que consiguió en Zivals, y ahí conocí el término hentai. También me acuerdo que en una revista Dokan me vino un CD con una galería de imágenes hentai", tira. Allí fue mutando entre la niña que anotaba los capítulos que veía de Los Gatos Samurái y la adolescente cuyo cuerpo reverberaba y fantaseaba con Caliente Nagi e Historias viciosas.

► Manga hentai 100% criollo

Ahora sí, vamos a Petite Maison. La joven Mako venía de despacharse con sus primeros fanzines: arrancó con Neo Otaku, que seguía la actividad de un fan club filo nipón, y más tarde llegaría Freaky!, una publicación llena de textos e ilustraciones. Curiosa, recorría asombrada galerías juveniles (Bond Street, Quinta Avenida), flasheaba con los juegos hentai (Star Platinum, Gals Panic), se carteaba con amigos vía Lazer Mail (el correo de lectores de Leandro Oberto), se juntaba con pibes que andaban en la misma (otakus, bah, que miraban Serial Experiments Lain en una TV de tubo 20" que juntaba polvo en una unidad básica peronista), y su despertar erótico latía dentro suyo como una bomba atómica de hormonas.

Con un novio y un amigo de esa época recibieron la invitación para participar de la Fanatics, una convención doméstica que se hizo en un colegio de CABA. "Tenía que publicar algo y quería hacer un mix: me aburre que sea todo el mismo tema. Me gusta Elsa Bornemann, con esa mezcla de amor, humor y terror. Me aburro fácil de todo. Por eso, le pedí a un novio y a un amigo que me hagan las historias. Uno vino con una historia deprimente y el otro con una hentai. Ellos escribieron, yo me pasé noches dibujando a contrarreloj", le cuenta Mako Fufu al NO.

Más allá de ilustraciones pornetas, de dibujos chanchos con estilo norteamericano, de muchísimo erotismo argentino, no hubo hasta entonces un manga hentai 100% criollo. "Petite Maison es de la época de los tentáculos. Consumía mucho Urotsukidōji y Dragon Pink. Hiroyuki Utatane y U-Jin son mis autores favoritos. Me gustaba el hentai, era esa cosa distinta. Y lo distinto siempre me gustó más que el porno en sí. No es lo mismo, no son personas reales. En el porno real ves las cosas, el hentai te hace unos close up, como que sentís, te transmite las sensaciones. Es más potente, más despersonalizado."

Petite Maison es fresco, es jovial y es, digamos, imberbe. "Era una brujita que tenía que pelear contra una planta que atacaba un pueblo. Así de profundo. Eran cuentos cortitos, que seguían esa lucha. ¿Cómo derrotaba a la planta? Con magia y, en el proceso, pasaba el hentai", cuenta Mako. Eran historias breves, de poquitas páginas. Y acá una curiosidad más: Petite Maison era el nombre del salón de fiestas en el que Mako festejó su cumpleaños número 6. Las vueltas de la vida.

"Pensaba que nadie iba a responder, que no iba a interesar. Antes de Petite Maison, el hentai me lo compraba mi primo, que vivía cerca del Parque Rivadavia. O una amiga caradura que me compraba la revista Hentype. Me gustaba la cosa plástica del hentai", recuerda. "Y tengo patente cuando, una vuelta, en una RAN Party, vi el hentai de Evangelion en el boliche Requiem."

En ese sentido, los historiadores del palo buscan por cielo y tierra algunos de los ejemplares perdidos de esta gema nacional. Uno de ellos, posiblemente el más intenso, es David el Saxofonista, podcaster híper curioso de la movida manga-anime dosmilera. "La obra más potente de Mako, la maestra del manga argentino, es Petite Maison. Sus ilustraciones de chicas al estilo pin-up son una marca registrada de su estilo tan personal. La obra de Mako propone una revolución estética y fue, también, una revolución para aquel manga argentino que recién estaba naciendo", describe el hombre detrás de Bebop Podcast y principal responsable de revivir esta historia.

► Mako's Bizarre Adventure

Hoy, Mako vive en Estados Unidos, más precisamente en Carolina del Norte, y mientras bebe un sorbo de café y muestra su tatuaje de JoJo's Bizarre Adventure recuerda todas aquellas cosas "que uno hace sin pensar". De su boca: "Nunca pensé que iba a ser primera en nada. Me pintó, era lo que consumía, salió naturalmente. Es loco pensarlo en perspectiva. Qué raro que nadie más activó. Había cosas porno pero no hentai, no en ese estilo. Empecé a dibujar estilo anime y manga por la mía, porque no había un lugar en el que pudiera aprender. La gente me decía: 'Qué bueno un hentai'. Pero para mí era un fanzine y nada más", revuelve.

Sin embargo, su estilo sexy cute pegó rápido: pegó primero. "Me cuesta explicar lo que hago". A la sazón, desde piba firma como Mako en referencia a Makoto Kino, la mismísima Sailor Júpiter, su scout favorita. Y la fábula narra que, obligada por su familia, Mako estudió diseño gráfico y, cuando podía, se escapaba a dibujar las puertas de los baños. Ahí dibujó alguna Sakura Card Captor, alguna Lenore, the cute little girl. Lo hacía para interactuar y para "conocer gente que estuviera en la misma".

Con ese envión, un año después, Mako editó Petite Maison 2, la continuación de aquel fanzine. Y en 2005 llegó Cat Glance, un nuevo manga hentai. "Era la historia de dos chicas que se empastillaban, salían de joda y se acostaban con dos chabones. Yo iba a Creamfields, a las fiestas de la radio X4. Fueron unas épocas familiarmente complicadas, pero por otro lado estaba re libre. Cat Glance era un fanzine chiquitito porque no me daba el presupuesto para más", explica.

Así las cosas, capeando con su espíritu underground y un coming-of-age químico, su vida profesional fue llenándose de laburos freelance, de libros infantiles, de princesas rubias, blancas y de ojos celestes, de renders, de retoques en Photoshop, de muestras acá, allá y en todos lados. Hasta que dijo ya está, me voy, nos vemos la próxima.

En 2012, con una visa de artista, viajó a Nueva York a "ver qué onda". Nunca más volvió. "Laburaba haciendo changas: en construcción, cargando escombros, pintando. Me fui sin plata. Primero visité la New York Comic Con, después fui a una expo de Scary Girl. Viví un mes en un hostel. Tenía 29 años y no tenía nada para perder."

Con la billetera delgadísima, Mako estaba en el enclave más hot de la movida cultural contemporánea pero, al mismo tiempo, no le estaba encontrando la vuelta. Trabajó en un restaurante mexicano ("Fue el año nuevo más triste de mi vida") y tuvo que dejar el mundo artístico en stand-by. Claro, con semejante miseria no tenía ni computadora. Y, por si fuera poco, su visa estaba por vencer. Tic, toc, tic, toc.

"Estaba pagando como podía a la abogada que me estaba haciendo los papeles para la residencia. No me alcanzaba, así que en un momento casi agarro un trabajo en el que tenía que poner el cuerpo para unos test médicos: me iban a hacer una colonoscopia como para probar un medicamento. ¡Ufff! Y, bueno, mágicamente, me salió un laburo de storyboards y zafé", dice entre risas.

► Cosquillas en el bajo vientre

Ya acomodada, la autora del primer manga hentai argentino regresó al ruedo artístico. Para 2013 volvió a participar de convenciones. "Me amueblé el departamento con todas cosas que la gente tiraba en la calle. Era divertido salir a la noche y ver qué encontraba. De día, iba haciendo laburos y comía ofertas", recuerda.

Ese mismo año, viajó a Carolina del Norte y se puso de novia. Winston-Salem se convirtió en su nuevo hogar y ahí, oootra vez, arrancó de cero: participó de expos en peluquerías, tuvo stands en la Triad Anime Con, trabajó para la marca de marcadores Pentel. Sumó a sus stands postales, señaladores, pins, stickers, scrolls, llaveros, cartucheras, todo tipo de merchandising. "Hoy vivo de las convenciones", dice.

Por estos días, Mako está estudiando publicidad a distancia en la Universidad de Palermo y en la Miami Ad School. ¿Y el hentai? "Tengo bocetos, ideas, pero es tannnto laburo... No descartaría hacer alguna cosa hentai pronto, quiero hacer algún fanzine." Hace días, Mako pasó por la Argentina: quería festejar su cumpleaños en el país, ver viejas amistades y, de paso, hacer movida. Anduvo pintando por Il Ballo del Mattone, en Palermo, y haciendo pegatinas por Colegiales.

  • En tu vida hiciste realmente de todo. ¿El primer manga hentai argentino fue lo más "extraño" en lo que participaste?
  • No, la verdad que no. En 2010 hice un manga de fetiches de cosquillas en los pies para el sello MTJ Publishing. Duró unos 10 números y se llamaba Tammi the Tickle Witch. Eran situaciones con personajes que se hacían cosquillas, siempre con ropa, y nunca pasaba nada más que eso. ¿Querías "extraño"? Ahí tenés.

Foto: Cecilia Salas


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