Un festival de cine no es otra cosa que un portal, a veces mágico, que habilita la posibilidad latente de conectar al público con otras películas, aquellas que no suelen tener espacio en las salas comerciales. A esa labor se dedica desde hace siete años el Festival de Cine de General Pico, que en el corazón de la provincia de La Pampa ofrece una cuidada programación de largometrajes argentinos e internacionales, y tres secciones de cortos con foco en la producción nacional y regional.
La edición 2023 del encuentro tendrá lugar del 3 al 9 de agosto, una semana en la que podrán verse casi dos decenas de largometrajes, la mayoría de ellos en carácter de estreno nacional, repartidos entre secciones competitivas, muestras y panoramas. La grilla se completa con los 17 cortometrajes que integran las dos competencias y una muestra no competitiva.
La gran novedad de la séptima edición del Festival de Cine de General Pico, que desde su fundación cuenta con la curaduría artística del programador Pablo Mazzola, es la incorporación de una Competencia Internacional. En ese marco se presentan seis películas que se verán por primera vez en la Argentina, que llegan precedidas por prestigiosos recorridos. Tres de ellas pertenecen al ámbito de la producción europea. Una es Corsage, de la austríaca Marie Kreutzer, que formó parte del último Festival de Cannes y aborda la figura de la popular emperatriz Sissi. Las otras dos tuvieron su paso por el Festival de Berlín. Se trata de Pasajes, del estadounidense Ira Sachs, y de Here, del belga Bas Devos. La primera se inmiscuye en los pormenores de una crisis matrimonial, mientras la segunda retrata el cálido encuentro entre dos extraños, con la naturaleza como telón de fondo.
La Competencia Internacional se completa con tres producciones latinoamericanas: Utama, del boliviano Alejandro Loayza, Punto de encuentro, del chileno Roberto Baeza, y Rotting in the Sun, del también chileno Sebastián Silva. Con pasos por festivales como los de Munich o Sundance, estos títulos recorren temas como pueblos originarios, dictadura y desaparecidos, y abordan géneros como el documental o la comedia, con estéticas que enriquecen la competencia. El panorama internacional se completa con la Muestra de Cine Italiano, dentro de la que podrá verse la versión restaurada de Terror en la ópera (1987), una de las obras cumbres del maestro del giallo Darío Argento, y El colibrí, de Francesca Archibugi.
“Hasta el año pasado el cine internacional era parte de la programación en forma de muestras, a las que el público de General Pico siempre respondió muy bien”, afirma Mazzola. “En función de ese espectador curioso nos pareció oportuno convertir esa dinámica en una instancia competitiva, que también forma parte de la identidad de este tipo de encuentros de cine. Creemos que en este momento puede resultar un buen aporte al perfil de un festival como el nuestro”, continúa. “El formato competitivo te permite la posibilidad de los estrenos y que esa experiencia de un auditorio encontrándose por primera vez con una película tenga lugar en General Pico es súper importante”, porque “enriquece a la comunidad que viene acompañando al festival”.
Pero Mazzola también cree conveniente aclarar que la incorporación de la Competencia Internacional “no afecta en nada la puesta en valor del cine nacional”, ya que el festival “mantiene sus tres competencias históricas, que son las de largos y cortometrajes nacionales y la de cortos regionales”. Dentro de la Competencia Argentina se podrán ver cuatro largos, dirigidos por seis cineastas. El primero es Agua Sucia, de Diego Crespo y Guillermo Ruiz, documental que aborda el vínculo que un padre y su hijo establecen en una institución penitenciaria, uno como policía, el otro como delincuente. Por su parte, Almamula, de Juan Sebastián Torales, presentada en Berlín, le da forma a un relato de iniciación adolescente. Tras su paso por Cannes, Los delincuentes, de Rodrigo Moreno, narra en tono de comedia la historia de dos amigos que descubren en el delito una salida al tedio de la vida cotidiana. Por último, en Estertor Sofía Jallinsky y Bosovih Marinaro utilizan los recursos de la comedia negra para abordar el complejo tema de la dictadura, a partir de un registro incómodo que no elude la crueldad.
La participación de largometrajes argentinos se completa con una selección de Proyecciones Especiales. La misma incluye los últimos trabajos de importantes cineastas, como Mariano Llinás (el documental Clorindo Testa), Laura Citarella (la monumental Trenque Lauquen), Martín Farina (Los convencidos), o Lautaro García Candela (la comedia policial Cambio, cambio). En este espacio también se podrá ver Refugiado, de Diego Lerman, protagonizada por la actriz Julieta Díaz, quien visitará General Pico como invitada especial del festival.
Con siete años de historia en los cuales apoyarse, el Festival de General Pico aún tiene por delante un largo camino, pero también logros de los cuales enorgullecerse en tiempo presente. “A mí me alegra la confianza, que el público acompañe al festival”, sostiene Mazzola. “Creo que se debe ver cine todo el año y por eso un festival como este debe tener un carácter distintivo, que en cada edición proponga un nuevo desafío para la comunidad y su cultura. De lo contrario estaríamos generando movimientos culturales en los que todo se repite”. En ese sentido, el director artístico cree que “la labor más compleja se da siempre en los largometrajes nacionales” y desde el festival se propone “seguir trabajando para fortalecer esa instancia de encuentro”.
“Tenemos un equipo con el que trabajamos para que esto suceda, apostando por una curaduría que le dé lugar a aquello que aparentemente está a la vista de todos, pero sigue siendo invisible”, afirma. “Puede ser que en algunos lugares ya exista un hábito, pero hay otros donde no, y sostener estos espacios permite la posibilidad de empezar a construirlo. Y, sobre todo, está el deseo de que se vean las películas, que la gente vaya al cine: en General Pico tenemos salas enormes, preciosas, y llenarlas de espectadores es nuestro desafío”.