¡Al que le toca, le toca. La suerte es loca!
Apenas atravesás la puerta de la Galería Cösmiko te llega ese olorcito a salamandra y leña que te hace sentir en casa. Sobre las mesas hay una fuente con pancitos caseros. Las paredes están llenas de dibujos y pintadas, escritos a mano y carteles que se mezclan con el desgaste de las paredes cansadas. Las pibas del Shirley La Bombón empiezan a llegar a la joda, una más montada que la otra. Desfilan sinvergüenzas entre las mesas del salón y se organizan a los gritos, mientras besan a uno y otro que empieza a llegar al evento.
Están encendidas y van dejando un fulgor con olor a puchito. Esta noche la suerte es loca. Las chicas armaron un bingo trava, al que llamaron “travingo”. No es más que el clásico bingo que la familia heterosexual jugaba las tardes de domingo, pero totalmente enquilombado. La noche se va impregnando de griterío, despelote y olor a guiso. Pasan de mano a mano los vasitos con vino y las latitas de cerveza. Los cartones son un rejunte de cartones coloridos del juego doméstico y para marcar los números que van saliendo, las pibas nos alcanzan unos frascos con fideos codito. Todo está hecho con el cariño rústico de lo hogareño, hasta el bolillero que armaron con dos bidones de agua pegados y llenaron con bolitas de telgopor donde escribieron los números a mano. Sí no fuera por la hora y el chiflete frío, podrías pensar que es una acalorada tarde en familia con las tías borrachas bailando taquirari y bebiendo clericó a codo suelto.
Esta noche es especial porque la recaudación del travingo es para celebrar la graduación de la primera promo del FinEs “Shirley La Bombón”. Este proyecto iniciado en 2019 da a luz a su primera banda de graduadas y eso se celebra con vino, amichis y lotería. Las ya casi egresadas van cantando los números y bromeando fuerte. “Esta trava les va a explicar cómo se juega al bingo porque esta trava terminó el secundario, meamooor!”, grita Glenda, la host de la noche que, aunque confunde los números y te grita un 100, mantiene la riendas del travingo con una magia dominatrix. La salita del Cösmiko está a pleno. Hasta el último rincón está lleno de mostris. En nada se parece a una escuela normal: hay brillo, magia, un altar a Rosario Bléfari, banderas del orgullo, stickers, emblemas, leyendas y sexo. Esta anti-escuela, esta escuela contra-sexual es el producto del encuentro de varixs amigxs durante años de militancia. Los coordinadores del FinEs Shirley La Bombón se conocen de varios eventos significativos para las disidencias sexuales platenses y conviven en la Galería Cösmiko que desde hace 11 años es un refugio artístico-militante en las calles 10 y 71.
Una escuelita contra-sexual
“Las primeras veces era muy muy divertido porque éramos todas travestis y era como estar entre nosotras, escuchándonos y ayudándonos en las tareas que por ahí no entendíamos. Y cuestionando todo el tiempo esto de lo institucional. El Shirley no se sintió nunca como una institución, como todas las otras, tan formal… los directivos… preceptoría.. Era más compañerismo que otra cosa. Te sentías compañera incluso con los profesores”, cuenta Glenda sobre su llegada al FinEs.
Ella es una de las egresadas de esta promo. Destaca todo el tiempo que en el Shirley nunca le hicieron sentir las jerarquías cómo en los demás colegios a los que asistió. Incluso en otros planes FinEs, ella sintió que había dinámicas y formas de trato entre estudiantes y docentes que refuerzan los escalafones y diferencias, una estructura en la que las travestis siempre perdemos. El plan FinEs es un programa de terminalidad educativa pensado para poblaciones vulnerables que no pueden completar sus estudios en una institución educativa estándar.
Lxs coordinadores del Shirley La Bombón, cuentan que este FinEs fue aprobado como un proyecto especial, lo cual permite elegir al equipo docente desde la coordinación. El criterio es tener docentes que participen del activismo sexodisidente y no sólo impartan los contenidos de una materia, sino que estén dispuestos a adaptarlos a las vivencias y preocupaciones que surjan entre los estudiantes. En el Shirley se debate mucho y se construyen a partir de esos debates los horizontes del proyecto pedagógico.
“En el Shirley La Bombón me hice de un grupo de amigas”, cuenta Luchy, otra de las egresadas. “En los otros lugares la pasé muy mal, acá encontré la calidez que necesitaba. Hable mucho con los profesores, que tienen un servicio de excelencia para con las alumnas. Obviamente, son todes queers, son parte de la comunidad LGBTIQ+, así que nos llevamos bien entre todes. Es un clima hermoso”.
La elección de un equipo docente disidente emerge todo el tiempo en el relato como un acierto especial del proyecto de la Shirley. La escuelita de mostras es más mostra aún si los profes son del mismo palo. Ese clima de encuentro favorece que la transmisión de los “contenidos” de una materia se produzca desde los abrazos, la charla amena y el matecito en el patio. También el FinEs se funde y se confunde con los demás proyectos que alberga la Galería Cösmiko: el espacio alberga las clases alrededor de un mesón o en la sombra del patio, pero también se abre para las ballroom, la fiesta con djs travas, el travingo, talleres, cursos de oficios, etc. Todas estas acciones impulsan uno de los ejes políticos que defiende el Shirley: la autogestión como forma de liberarse de las cadenas que se nos imponen sobre lo que debemos y no debemos hacer. La dinámica de participación, solidaridad y comunidad afectiva que promueve el Shirley La Bombón es una forma de alentar a las pibas para que se animen a hacer aquello que siempre les negaron.
Con el analítico en mano, mi amooor
Glenda empezó a trabajar a los 16 años en una popular cadena de comida rápida. En ese momento le permitían trabajar sin tener el secundario, pero con el tiempo tuvo problemas con un encargado homofóbico y la despidieron sin cajita feliz. “De pronto me vi intentando buscar trabajo sin tener el secundario y me dí cuenta de que todos los trabajos eran muy precarizados. No tener el secundario te va llevando a esa condiciones de precariedad”. Glenda cuenta cómo en una entrevista laboral tener el secundario hacía la diferencia entre acceder a una posición en el área administrativa o una en el sector de limpieza. “
Y no es que trabajar en la limpieza esté mal, pero siempre las travestis estamos puestas en ese segundo plano”. Incluso para los puestos laborales que se convocan por la ley de Cupo Laboral Travesti Trans, los encargados de recursos humanos y reclutadores siguen exigiendo el secundario completo, aunque la ley contempla que este requisito no debe ser excluyente y los empleadores deben acompañar el proceso de terminalidad educativa de las incorporadas. “Eso deja en vista como estamos y la realidad en la que vivimos. Más allá de que exista la Ley de Cupo Laboral y la misma ley diga que no necesitás el secundario completo o que no hay límite de edad, por lo general las personas que trabajan en recursos humanos de las empresas y las entidades buscan gente con secundario completo, con cispassing y lo más heteronormadas posible” remarca Glenda, quien gracias a haber completado el secundario entrará muy pronto a trabajar en una institución platense.
Para Luchy, también terminar el secundario significa nuevas oportunidades laborales, aunque lamentablemente fue despedida de un trabajo previo por la incompatibilidad de horarios con el Shirley. Su ex-empleador (un organismo estatal) no tuvo contemplación con los horarios que necesitaba para las clases y apenas cuatro jornadas antes de terminar el secundario, Luchy tuvo que elegir entre estudiar o trabajar.
Eligió al Shirley, convencida de que cerrar este ciclo educativo le iba a traer bienaventuranza y así fue, pronto ingresará a trabajar en un mejor sitio en la Capital Federal. “Antes solamente tenía propuestas inconcretas, tenía que trabajar de lo que no me gustaba. Una de tantas que pueda terminar una carrera como toda la gente “normal” sería un loco. Una genialidad, no… ¡un loco!”. Para Luchy terminar el secundario es una forma de tener una carpeta más abierta de opciones, poder llegar a un lugar con el secundario y el analítico en mano para reclamar mejores condiciones laborales.
También es una venganza frente a las violencias recibida en las demás instituciones educativas hetero-cis que no tienen ni la intención de adaptarse a la existencia de otras sexualidades. “En mi vida pasé por muchas situaciones de violencia. Yo en otros colegios secundarios viví la hostilidad de ser una transfeminidad y que todos mis compañeros me vieran y siempre era el trato en masculino para con mi persona. Tuve también peleas con muchos chicos por obviamente ejercer mi derecho al respeto, problemas con gente hetero cis, también con el directivo de una escuela donde estaba cursando una vez también por defenderme de las personas que ejercían violencia hacia conmigo”. La escuela que para la mayoría de las personas ha sido refugio, sociabilidad y crecimiento, para las travas sigue siendo un territorio inhóspito, aún a once años de la Ley de Identidad de Género y a casi 17 años de la Ley de Educación Sexual Integral.
Una señora travesti
“Shirley era una travesti peruana que vino a vivir aquí en La Plata. Era inmigrante, se casó para tener la ciudadanía argentina y murió en la lucha, como muchas de nuestras compañeras. Ella era grandota y gigante, es la madre de nuestras luchas”, cuenta Glenda. “Una compañera histórica, madre de muchas travestis pequeñas que hoy nacimos, guerrera obviamente, compañeraza y madre fundadora de esta escuela que ahora nos permite tener la escolaridad completa” dice Luchy.
A las dos se les entinta la voz de emociones cuando piensan en La Shirley. A esta casita de amores platenses no le podía faltar una figura maternal como la de La Bombón. Una amiga cercana de la Cösmiko, La Facu, conoció a Shirley cuando estaba con prisión domiciliaria y a punto de quedarse en la calle. Sí no conseguía donde vivir, volvía al penal. Se la llevaron a vivir en una casa con amigues y se fue gestando un vínculo de cariño y cuidados, pero también se armaron los tejes y manejes para que La Bombón tenga todo lo necesario. Cuando en el macrismo quisieron extraditarla junto a otras muchas travas extranjeras, la Shirley se casó con La Hormiga, otra compañera trava y así obtuvo la ciudadanía argentina. A medida que enfermaba y la internaban se fortalecían las estrategías para su cuidado, hasta que en 2018 Shirley La Bombón dejó a sus hijitas unidas y organizadas. Ese saber cuidar y dar cariño, es la energía con la que se construyó el FinEs que hoy lleva el nombre de Shirley La Bombón.
Mientras la noche empieza a decaer, el travingo se vuelve sólo una excusa para estar allí apichonadas. Corre el vino, los besos, los abrazos. Un beso de tres celebra un cartón lleno, un grito ebrio reclama su premio por haber completado una línea. De pronto un número se pierde tras un mueble y todas en cuatro nos ponemos a buscar la bola perdida. No sé si es el humo de la salamandra, el vino o la modorra de un guiso de lentejas bien caliente lo que empieza a calentarnos a todos el pecho, pero de pronto dan ganas de bailar, de acariñarse.
Luchy anima la noche con su vogue y todas las mariconas celebran a los gritos. La Shirley estaría contenta de ver a sus hijas en esa aula que no se parece en nada a la acartonada escena sarmientina. Un aula llena de debates, de amistades, de política, de cuidados. Una aula segura. Un aula sin afiches, ni escenas patrióticas, sino embanderada de lucha. Un aula llena de travestis que esta semana se gradúan y reciben su título. El aula magna de una escuela de mostras.