Este 2023 celebramos 40 años en democracia con un preocupante ausentismo electoral. La agenda política negocia las utopías que no deben perderse nunca con el retorno del irracionalismo en las urnas. No ocurre sólo en Argentina. La ultraderecha crece en Europa. Vox en España ya es una realidad preocupante, La Liga del Norte italiana hace lo propio, Marine Le Pen en Francia le muerde los talones a Emmanuel Macron, el partido Alternativa por Alemania impulsa la xenofobia con los ojos posados en los fantasmas del Tercer Reich. Cruzando la Cordillera de los Andes, el Partido Republicano de José Antonio Kast avanza como la libertad a paso marcial, seguido de la derecha conservadora de Chile Seguro.
Así las cosas, poco asoma en los slogans electorales. Faltan los derechos de los sin techo que ni siquiera tienen documentos para votar, de los pueblos originarios, de la mayoría silenciosa que resiste la injusticia social. La miseria con sus fotos de época en hospitales y escuelas. El gatillo fácil policial. Los trabajadores desocupados. La ausencia de políticas ambientales frente a la megaminería y sus consecuencias a largo plazo. El reconocimiento del acceso a internet como un derecho humano fundamental. La renta básica universal y el desarrollo de una industria del conocimiento para trascender la matriz agroexportadora, listan sólo algunos de los ejes omitidos en los spots de campaña de las principales fuerzas políticas que aspiran a ganar bancas y la presidencia en Argentina.
Son 57 mil millones de dólares, con la fuga de capitales más sorprendente de la historia y la complicidad con el pasado que niegan, los precedentes a sortear de los candidatos surgidos del macrismo. Está la versión moderada del actual jefe de gobierno porteño, quien insiste en la búsqueda de un shock de confianza internacional como solución mágica; o su alter ego que asusta en modo violento, en donde los malos de la película son los beneficiarios de planes sociales a ser combatidos con carros hidrantes. Poco dicen sobre los problemas reales y los intereses mezquinos que representan, en especial porque los protagonistas de sus campañas están personificados en pobres convertidos en ladrones que le roban los impuestos a los trabajadores. Ambas opciones representan a los carceleros de sus propios pueblos, aunque lo nieguen.
Los sujetos peligrosos pasan a ser los sectores vulnerables. Curiosamente, según las proyecciones, no pocos optaran por un cisne negro ultraderechista. Sustentada en discursos de odio, la propuesta de un partido que vende posiciones en la lista al mejor postor, ofrece una reforma monetaria con dolarización y achicar aún más el Estado, bajo una doctrina de seguridad nacional rigurosa.
Tras el lema “La Patria sos vos”, vestida de celeste y blanco, aparece la lista 134a con un candidato conciliador que pone en los pocos segundos publicitarios cedidos por el espacio electoral a un estibador de puerto, pero cuya cabeza de lista tiene la capacidad para decir shoulder carry (hombreador, en inglés) si lo invitan a la Embajada. En su principal spot se suceden campesinos de caras secas por el sol sin botox, artistas, investigadores, docentes, médicos, trans, queers, cocineros y como si estuviera Pino Solanas en su imaginario escénico, hay un cierre conmovedor con niños con la bandera argentina dibujada. Cada sector popular está representado ¿Cómo no votar esa figura catch all (atrapa todo, también del inglés), frente a la violencia política que recupera la dictadura en versiones remozadas?
Al lado en la interna, casi de imprevisto asoma la lista 134b con un precandidato sorpresa que se acerca a las propuestas durante la recuperación democrática con un foco preciso en los salarios, la vivienda, la salud y la educación. Se trata de una apuesta al futuro de las generaciones más jóvenes. Sin embargo, para sorpresa de todos y todas menciona al pasar la anacrónica consigna “Braden o Perón”, como si su electorado conociera la historia del ex embajador estadounidense que trató de impedir el triunfo del peronismo en las elecciones de 1946 acusándolo de nazi, entre los mitos inventados sobre el primer gobierno que se animó a integrar sin distinción de razas a todas las oleadas inmigratorias.
Pero no todo está perdido, el retorno de Luiz Inácio Lula da Silva tras el desastre conservador del bolsonarismo en Brasil, muestra que el voto de los invisibilizados (ese que raramente contabilizan las encuestas) cuenta. Esto abre una ventana de esperanza para la fuerza electoral del peronismo, siempre y cuando sea capaz de volver a abrazar la esencia revolucionaria que le dio origen. Ese límite es la condición de posibilidad de ampliar la agenda de los sin voz más allá de los candidatos y sus spots publicitarios.
* Docente en Legislación Comparada, Facultad de Ciencias Sociales (UBA)