Laura “Omega” Pérez es una reconocida activista afroargentina, fundadora de la organización “La Florentina”, se define “negra y feminista”. Además de dirigir la organización que fundó, es estudiante de psicología social y de la licenciatura en Gestión de Políticas Culturales, con una diplomatura en Género, es educadora popular y se especializa en acceso a la cultura en contexto de encierro. Su historia familiar está ligada a la historia de nuestra patria “descendiendo de Juan Pedro de Rosas, que fue cabo en la Mazorca Rosista”. Aunque relata con orgullo los detalles de cada dato de sus ancestros y cómo se transmitieron las historias entre las distintas generaciones, señala: “Nosotros somos una familia de las tantas, de las muchas, que forman la Nación Argentina antes de que se llame nación. Formo parte de esa memoria colectiva, de esa memoria silenciada, de esa memoria que se busca ocultar y decir que la mató toda un mosquito o una lanza en la guerra del Paraguay. Estamos acá. Somos esos fantasmas con carne en los huesos”.
¿Cómo empezaste en el activismo?
Soy activista desde que tengo conciencia. Yo creo que naturalmente fui activista desde nacimiento, porque me crié en una casa en donde todo sucedía en la cocina entre las mujeres. El feminismo y lo negro, uno lo mama desde siempre. Primer recuerdo que tengo de activismo feminista en mi familia es las mujeres que se juntaron para sacar a un marido de la casa de una de las negras de la familia, que el marido la había golpeado, se juntaron todas y lo fueron a sacar al marido blanco de la casa a los palos para que ella se pueda quedar en su casa y con sus hijos. Eso habrá pasado en el ´77.
En el 78 recuerdo a mi madre y a mi abuela asistiendo partos de compañeras que estaban en la clandestinidad. Siempre son acciones feministas y siempre pasaban en la cocina y siempre eran naturales. No es que nosotras nos fuimos a formar para ser feministas. Nosotras teníamos claro que entre nosotras todo, con nosotras todo y con nosotras siempre adelante y con nosotras siempre la comunidad.
Porque si guardamos la memoria de que llegamos en 1595 no es una fecha azarosa, es porque se fue pasando de boca en boca, de mujer en mujer, de vientre a vientre, de madre a hijo, y llegamos hasta hoy conservando esa ancestralidad de que somos de acá, de qué estamos acá desde siempre, pero no caímos de un paracaídas, no elegimos venir a la Argentina. Porque vinimos acá a la fuerza antes de que esto se llame Argentina. Circunstancialmente, después se llamó Argentina. Pero nosotros habíamos llegado ya a esta tierra.
¿Cuál fue tu primer contacto con el feminismo negro hecho letra, hecho acción y formación política feminista?
La formación política feminista a los 15 años, acompañando a mi madre primero, porque estaba en disputa la “trata de blancas”, que había que cambiar esa ley. Entonces íbamos acompañando a una dirigente del partido radical. Iban a luchar por eso. Pero bueno, ellas siempre decían “la trata de blancas no es la trata de personas”, porque a las que más se lleva la trata es a las mujeres racializadas, a las mujeres negras, a las mujeres pobres. Y desde ahí, en adelante. En cuanto al activismo negro, también adentro de una cocina, viendo a mi mamá haciendo traducciones de los libros de los pensadores negros más potentes que hay, como Malcolm X o Martin Luther King Jr., y escuchando las traducciones. Yo tendría en esa época 14 años, sería como 1984, y ahí me explotó la cabeza. Y me di cuenta que ese nombre que me habían puesto cuando salí de mi casa, cuando tenía cinco, que era negrita y no era más Laura, se debía a la superestructura del racismo. La superestructura del racismo es la naturalización, la internalización de los métodos racistas en el lenguaje y en la gesticulación diaria. Se hace a través de la educación, es un método pedagógico.
¿Cuál es el vinculo entre el feminismo negro y el resto de los feminismos?
Voy a parafrasear a Ochy Curiel, cuando ella dice que el feminismo negro es una etapa superadora del feminismo tradicional o los feminismos que contemplan solamente a las personas en género. El feminismo negro contempla a los géneros de las personas, pero también contempla la identidad. Contempla también las corporalidades. Contempla el desarrollo socioeconómico, el educacional. Esto de no quedarse para siempre en la base de la pirámide de Maslow, esto de comer, reproducirse y morir. El feminismo negro da una opción a las personas de construirse y de no perder su identidad. Porque a veces en el proceso para vos poder construirte o avanzar socialmente, tener esta movilidad social, tenés que renunciar a tu identidad y tenés que renunciar al ser negro. Porque es más fácil encajar adaptándose a que te digan “negrito es de cariño” y no que te digan negrito sea subestimarte o ponerte en un rol en donde vos sos el negrito y no sos el negro. No, negro es una palabra muy potente. Apropiándonos de las capas discursivas de ese negro que era el negro del desecho, el negro deshumanizado, el negro que solamente servía como unidad de fuerza, nosotros hacemos de esa unidad de fuerza anterior una fuerza actual que tiene representación, tiene cuerpo, tiene voz, tiene existencia y sobre todo tiene permanencia en el territorio, en nuestro caso.
Como feminista negra ¿Cómo es el vínculo con el movimiento feminista en Argentina?
Complicado. Al movimiento feminista no negro, tuvimos que entrar a las patadas. Porque ese movimiento feminista decía que todas éramos iguales, que todas sufríamos lo mismo y en realidad no todas somos iguales, no todas sufrimos lo mismo y no todas tenemos los mismos derechos. Porque como decimos siempre, nosotras estuvimos siempre sujetas al derecho, pero nunca fuimos sujetos con derecho. Nosotras fuimos lo que estaba para rellenar. Cuando se hablaba de la marea verde, me acuerdo que se hablaba de la marea verde y las que salían a hablar y a decir -Esta es la marea, feminista-, eran todas hegemónicamente “correctas” y las que llenábamos las calles, éramos todas personas racializadas. Pero no era nuestra voz la que estaba al frente de la marea verde y los reclamos no eran los que necesitábamos, las mujeres racializadas que estábamos llenando la calle, que estamos haciendo de contenedor de este reclamo, no estábamos representadas.
Porque también dentro de esos reclamos de la marea verde, de la ola feminista, del aborto legal, seguro y gratuito, de todo lo que se desarrolló alrededor de las fuerzas de nuestros cuerpos, de esa fuerza negra que tomaba las calles, terminó siendo netamente un trampolín para que la hegemonía se posicione y que diga que esas voces que sonaban recogían todos los reclamos de las compañeras y de las hermanas.
Nosotras en el Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata en 2015, tuvimos que reclamar, golpear, gritar, y luchar durante todo ese año, después que terminó el Encuentro de Mar del Plata, para que una compañera que estaba en Rosario organizando el próximo Encuentro, pueda inscribirnos de contrabando, haciendo mucho trabajo y poner por debajo que iba a hacer el Taller Afro de las mujeres afro, la primera mesa de mujeres afrodescendientes que pensaron que íbamos a hacer trencitas y a tocar tambores, y salimos con una posición política, mostrando nuestros cuerpos políticos, exigiendo una agenda en donde se marque nuestras necesidades y nuestros reclamos.
Y fue muy difícil poder tener esa mesa, fue muy difícil llevarla adelante, fue muy difícil sostenerla también, porque de repente estábamos nosotras desarrollando el taller en Rosario y venían otras mujeres no negras a querer tutelarnos el taller, a querer meternos otras ideas de lo que teníamos que hablar o cómo nos teníamos que desarrollar. Entonces, hicimos un círculo de poder entre todas nosotras, hermanadas, hicimos unos cantos ceremoniales, hicimos una unión de fuerza espiritual entre todas las que estábamos ahí, que éramos muchas mujeres. Nos sorprendimos porque no pensamos que íbamos a ser tantas y de pasar a ser trenzadoras o tocadoras de tambores, pasamos a ser una fuerza, una voz política.
Ahí cambió la historia del feminismo en Argentina. Ahí podemos decir que resurgió la primera voz negra dentro del feminismo, que resurgió lo que ya venía trayendo la historia negra de Argentina. Decimos resurgió, porque esa voz ya estaba desde la voz de Juana Peña durante las luchas independentistas y también venía desde la voz de Florentina Ferrari Díaz de Curela, que litigaba en los juzgados de paz para que liberen a los negros que robaban gallinas. Y también viene de la voz de María Angélica Barreda que fue la primera abogada argentina que tuvo que litigar en el juzgado para que le den su título de abogada. Hay mucha historia de mujeres negras en la Argentina, silenciada. Por eso digo que para encontrar a los negros en la Argentina, a las negras sobre todo en la Argentina, hay que buscar en los silencios históricos.
¿Cuánto de lo que impulsaron en el Encuentro Nacional de Mujeres de Mar del Plata en 2015 sigue en pie? ¿Cómo ves actualmente el estado de la cuestión?
Siempre que un movimiento empieza a crecer o que la mal llamada minoría empieza a tomar voz y empieza a tomar fuerza política, hay también resistencia. Para que haya fuerza tiene que haber dos cosas en contraposición. Entonces, nosotras pensamos que de todo este movimiento que hicimos, que fue muy grande, que fue de impulso, que fue de crecimiento, de voces negras adentro de la política también, y de mujeres que no querían ser más tuteladas, que no querían ser más dirigidas, sino que decidieron ponerse de pie y resistir, también surgen estas fuerzas que van para el costado, valiéndose también de este discurso de igualdad y no de equidad, porque equidad es parejos e igualdad es subir a uno para poner a otro. Surgieron distintas voces que fueron modificando en realidad lo que fue la base primaria de la lucha. La fueron modificando en detrimento de la lucha, digamos.
Nosotros siempre hablamos de etnicidad e identidad. Trabajamos muchísimo con las mujeres de pueblos originarios. Las acompañamos. Estuvimos con las mujeres de pueblos originarios en muchos encuentros, en muchas luchas, en muchas resistencias. Y teníamos claro que unas éramos indígenas y otras éramos negras y que estábamos luchando. Cuando esto empezó a crecer, que empezó a crecer apoyando a las compañeras en la Rebelión de las Flores, que fue muy fuerte, todo eso que surgió en el Ministerio del Interior y empezamos a visibilizarnos las indias y las negras, empezó a surgir algo para anularnos. Como siempre pasa, históricamente pasa, no es nada nuevo. Para anularnos y para desalentarnos de la lucha que íbamos llevando adelante. Colorismo colonial, podríamos decir, otra vez aplicado. Porque la historia cuando no se aprende, se repite. Y podríamos decir que estamos en una repetición de un ciclo histórico, de un eco colonial.
Esta colonización nos separaba a nosotros en colores. Entonces, dentro del movimiento negro e indígena, hubo alguna fracción de personas que decidieron volver al colonialismo tratando de distinguirse de nosotras, negras e indígenas, adoptando como identidad un color. Porque cuando yo digo negro, negro tiene una carga discursiva increíble, histórica, tiene carga de ser sujeto, objeto, después volver a ser objeto, ahora toma y es sujeto, sin pedir permiso.
Si yo dejo de ser ese negro histórico, si anulo mi clivaje, mi anclaje, que fueron los procesos que nos esclavizaron, que nos usaron como unidad de fuerza, que nos anularon, que no éramos ni siquiera un número de registro, sino éramos eso que estaba ahí, un bien mueble. Y le anulo todo eso al negro, el negro se volvería solo un color, pero es imposible anularle eso al negro. Ahora, cuando yo digo que el marrón es una identidad, estoy anulando el clivaje étnico del indígena, y estoy anulando 500 años de lucha histórica por todas las personas, nuestros ancestros y los que están vivos todavía, que queremos seguir diciéndonos negros con esa fuerza representativa de lucha histórica y que queremos seguir llamándonos originarios, indígenas, y que no queremos renunciar a nuestro derecho identitario, que es el haber estado en este país, en este lugar, antes de que este país sea una nación. Estar ocupando el territorio y no haciendo aportes a la cultura, sino siendo la cultura, no generando gestos culturales que suman. Nosotros somos la cultura. Nosotros somos la cultura argentina. Nosotros somos la conformación y la base de la nación argentina.
Ser un color no es ser una persona. Y nos costó tanto humanizarnos, que ahora deshumanizarnos se le hace tan fácil al sistema, se les hace tan fácil que poniendo tres o cuatro anuncios y dándole en las redes y dándole en los medios y dándole publicidad, quieren hacerle olvidar a la gente que ya están humanizados, que no necesitan ser un color para ser alguien, porque tienen toda una historia por detrás que los avala.
¿Qué lectura tenes de la fecha del 25 de julio “Día de la Mujer Afrolatinoamericana, Afrocaribeña y de la Diáspora"?
Lo primero que digo es una fecha calendario, no es una fecha agenda para mí. No es una fecha que habla de una memoria de nosotras, las mujeres afroargentinas, afrodescendientes, prácticamente no figuramos porque no figura nuestra identidad. Es una fecha que respeto, es una fecha que celebro que las hermanas hayan hecho fuerza para que se celebre internacionalmente. Pero solamente es una fecha calendario, como tantas otras fechas que hay, como el Día de los Santos Reyes. Pero no es algo que nos represente políticamente, porque por ejemplo, si ese día fuese un día de agenda, nosotros ese día tendríamos que juntarnos entre todas, todos y todes y marcar alguna política poblacional y que cada año se cumpla esa política de mejora educacional, de acceso a la salud, de derecho a la identidad, por ejemplo. Yo tengo derecho a saber quién soy. El primero de los derechos humanos es el derecho a la identidad, al nombre y al saber quién es uno. Y si nosotros seguimos con esta currícula escolar y si seguimos con estos contenidos académicos, lo único que hacemos es repetir un discurso racista, porque le estamos enseñando a los chicos en el colegio que todos estamos muertos.
Entonces si tú hijo, mi hijo, el hijo del otro, el nieto, va al colegio y va a contar que mi tatarabuelo peleó en la Mazorca Rosista, la maestra le va a decir que es un mentiroso porque a todos los mató el mosquito. Esa presencia en la historia, esa permanencia en la historia, en el territorio, yo creo que debe ser una de las fechas que se debería pelear para festejar los 25 de julio. Porque somos mujeres afrodescendientes, mujeres negras, pero nosotras, particularmente nosotras, no estamos en diáspora. Nosotras estamos en el lugar donde nacimos, en la nación que construimos. Y pese a quién le pese, este es nuestro espacio, es nuestro lugar histórico. No salimos de otro lugar que no sea la Argentina, porque somos afrodescendientes argentinos. Eso quiere decir que nosotros podemos tener algún registro étnico, biológico de África, pero nuestra huella cultural completa la desarrollamos acá en el territorio. Entonces, basta de decirnos que estamos rodando por el mundo y que tenemos que volver a otro lugar que no es el nuestro. Creo que esa fecha está hecha para eso, para crearnos melancolía, morriña, añoranza, de ir a un lugar que ni siquiera conocemos. No conocemos históricamente, no conocemos geográficamente, no conocemos al otro que vive en ese espacio. Nosotros somos de acá. Al mismo tiempo esa idea de África como todo homogéneo, como un país, anula la identidad africana, porque África es un continente con diversidad cultural, con diversidad étnica. Entonces, también plantear esa idea dentro del pensamiento global es minimizar a África y tenerla en perpetuo estado de tutela para que no crezca.
Por último, ¿Qué tema te preocupa en la actualidad que te parece importante que tengan en cuenta las las mujeres afroargentinas?
Lo que tengo para decirle a mis hermanas es que la potencia de lo colectivo hace que se generen movimientos grandes. Nosotras debemos ver desde nosotras, para nosotras y con nosotras, todas. La única forma es crear comunidad, crear conciencia negra, pensarnos y pertenecernos, que es lo más importante. El proceso de extranjerización fue tan grande que nos anuló el ser nacional. Y cuando hablo de ser nacional, hablo del concepto de nación de nacidos, de nacidos en y de nacidos de. Nosotros somos paridos por esta patria, pero también parimos a esta patria. Entonces, lo que tenemos que tratar de encontrar es unión desde lo igual y unión desde lo diverso. De esa forma y de esa manera se consigue potencia colectiva. Entonces, las invito a que nos unamos, las invito a que nos acerquemos, a que nos veamos en la calle y nos sonriamos, a que podamos tener este punto de encuentro, porque lo personal es político y desde lo personal se crea lo colectivo. Identidad.
Hoy a las 18:00 hs en el Centro Cultura de la Memoria Haroldo Conti (Av. del Libertador 8151, CABA) se realizará un conversatorio en el marco del Día de la Mujer Afrolatinoamericana, Afrocaribeña y de la Diáspora, donde participará Laura "Omega" Pérez junto a otras destacadas referentas.