La lengua se convierte en el músculo que activa el conflicto. No solo porque la palabra implica un debate enfático, una voz que entra en combate, sino porque hablar se convierte en un ejercicio que involucra al cuerpo y que se expresa desde la dificultad, incluso desde la impostura.
La escena asume una disposición plástica que narra esa forma belicosa e intrincada. La presidenta del parlamento está en lo alto de un asiento al que se llega por una escalera. Esos estrados antiguos conviven con una historia futurista pero de lo que está hablando esta nueva propuesta del grupo Piel de lava es del presente. Las integrantes de este parlamento están obligadas a expresarse en castellano y ese idioma, que es el nuestro, aquí se expone como una lengua que se desentraña y se percibe en partes, fracturada. Como si en el gesto de hablar se escondiera la verdadera densidad que en la retórica de estas cuatro mujeres se anuda entre el delirio y una forma bifurcada de realismo.
El grupo Piel de lava decide hacer de la política un lenguaje que desencaja los cuerpos. Las cuatro integrantes de este Parlamento que desarrolla sus sesiones en la estratósfera, están irritadas, tienen urgencias que no pueden resolver. Encarnan el fascismo de nuestro tiempo a partir de discursos que son asumidos desde una disposición paródica, entendiendo este concepto como lo definió Judith Butler en un texto llamado Meramente cultural. La filósofa norteamericana piensa la parodia como un dispositivo que parte de aquellos discursos que están en boca de todxs, que son repetidos hasta por las personas más inesperadas. Su trabajo crítico no se propone mirarlos desde afuera y descalificarlos sino que considera que el principal ejercicio intelectual es tratar de habitar esos discursos. Al asumirlos como propios el objetivo es comenzar a realizar distorsiones desde su interior.
Butler señala que en algún momento quien ve esta operación puede preguntarse de qué lado está la persona que enuncia, si se ha dejado ganar por esa idea que no es la suya. Este recurso permite que la crítica surja como una falla del funcionamiento de esos seres que se pretende parodiar y no desde una actitud distante, que se percibe ajena a esos discuros y que desacredita al objeto de su investigación.
Este parece ser el procedimiento que guía a las actrices del grupo Piel de lava. La idea de Parlamento (que es un trabajo surgido de una residencia en ArtHaus y que se encuentra todavía en un proceso de investigación), es tomar los discursos de la derecha que circulan por nuestros días y descubrir su entidad dramática como un modo de pensar en escena cuáles son los mecanismos que generan empatía, que producen identificación o rechazo en quienes los escuchan. Pero la forma laboratorio surge cuando el grupo decide sacar a estos personajes de sus condiciones de posibilidad, de su lugar de enunciación y llevarlos a un contexto de ciencia ficción, claramente artificial, tanto en lo temático como en la puesta en escena.
Para las actrices de Piel de lava el cuerpo en estado de representación es susceptible de crear una instancia analítica.
De este modo el personaje a cargo de Laura Paredes es una empresaria venezolana que se define como una trabajadora y que reivindica su derecho a ser millonaria y a presentarse como una figura de la anti política. Valeria Correa es una parlamentaria brasileña que quiere armar al pueblo porque considera que los delincuentes han declarado la guerra y es preciso defenderse. Elisa Carricajo es una italiana que fluctúa entre la moderación y la complicidad pero que se atrinchera en las huestes de la propiedad privada, casi como una causa celestial y Pilar Gamboa es la presidenta de este parlamento que con su tono castizo se ve superada por la insubordinación de estas mujeres que no respetan el uso de la palabra, ni los formas de discutir, ni los mínimos protocolos del orden.
Una lengua desbordada, post-humana
El personaje de Pilar Gamboa realizará una trasmutación de humana a un ser virtual y aquí Parlamento incorpora las discusiones del posthumanismo donde el componente maquinal ya no es una herramienta alejada de lo humano sino que forma parte del mismo cuerpo, de la entidad de ese sujeto que pierde volumen y materia cuando siente que ya no domina ni su cuerpo ni lo que sucede.
En Parlamento la lengua se desborda, es casi una parte del cuerpo inmanejable, salvaje que produce deformidades. A la presidente del parlamento se le escapa la lengua como un animal salvaje. Las integrantes de Piel de lava ven en las manifestaciones de la derecha actual un histrionismo. Parlamento es una propuesta que amplía las nociones del teatro político porque el eje de la politicidad está en la actuación más que en los textos. Si bien los discursos son claramente identificables como esa política que no quiere ser tenida en cuenta desde su dimensión ideológica sino que se asume como la voz de una ciudadanía indignada, hay algo en esa corporalidad desfasada que habla de una violencia, que incluso dialoga con los trabajos de la psicóloga francesa Cynthia Fleury que ve en el resentimiento una materia política, una matriz emocional, usada e incentivada para aumentar el odio social y fortalecer el neo facismo.
La escenografía creada por Rodrigo Gonzales Carrillo adquiere una disposición futurista. Se supone que la tierra es casi inhabitable, que muchos lugares han sido destruidos y parte del trabajo de este parlamento es sentar las bases para su reconstrucción pero en este dispositivo que tiene al lenguaje, el acuerdo y la negociación como sus componentes indispensables, escucharse es imposible. Lo que vemos es una suma de individualidades que se impacientan por imponer su discurso.
Ese cuerpo que se disloca al hablar, como si ellas se desarmaran en cada discurso, rompe con el personaje que representan en el parlamento y, de ese modo, da cuenta del carácter ficcional de las personas que en la vida política funcionan como referencia.
La violencia que está en esos cuerpos, en el uso de la palabra, donde los gestos parecen a punto de salir al combate, habla de nuestra época pero no hay aquí ningún componente mimético ni realista. El público se ríe porque Parlamento también podría ser una comedia musical donde el personaje de ZYPCE se infiltra en la representación y hace de ese dispositivo un espacio donde todo objetivo es imposible. La presencia del músico en vivo que deviene personaje, es otro dato que combina la música como variante dramatúrgica. Los efectos sonoros se transforman en parte de la trama cuando ZYPCE ejecuta esos himnos o marchas que pretenden establecer una emocionalidad dislocada pero también cuando el músico pelea por convertirse en personaje para recuperar una canción lejana de una propaganda de Coca Cola. Es interesante porque en ese spot de los años ochenta, la generación aludida era la nuestra, es decir, la que integran ZYPCE y Piel de lava. Nosotrxs somos esxs niñxs que entraban al parlamento a pedir por el mañana del mundo y que no logramos mejorar esta realidad. En ese chiste puede leerse una autocrítica.
El sustento dramático de Parlamento se encuentra en la incapacidad de sus personajes para concretar un debate, una discusión que pueda traducirse en una acción. Parlamento recuerda a las asambleas de Dogville, el film de Lars von Trier. Por un lado, porque en el pueblo inventado por el cineasta danés no era necesario establecer ningún poder institucional ya que todos sus habitantes habían incorporado el fascismo como forma de vida. Tampoco circulaba ningún pensamiento en esas reuniones, lo único que se escuchaba era la repetición de lugares comunes. La asamblea era asombrosamente predecible.
Los recursos políticos de ese parlamento creado por el grupo Piel de lava no consiguen articularse porque es imposible hallar un modo de entenderse. Los discursos funcionan por separado y lo que hacen estos personajes es tratar de imponer su palabra en ese vacío que no logra tocar la tierra.
Parlamento se presenta los viernes, sábados y domingos a las 20:30 en ArtHaus