De la caída de las grandes ideologías al estallido múltiple de sus esquirlas. El carnaval de partículas en los sistemas de ideas políticas encuentra dificultades para lograr unidad en las alianzas. En los movimientos con arraigo histórico se produce cierto respeto entre competidores internos. En cambio, en los partidos políticos administrados por los CEO el arraigo es el libre mercado y su enemigo los derechos humanos. El objetivo principal es rapiñar, comprar jueces y jibarizar el Estado. Asistimos a agresiones entre gerentes (o aspirantes) que luchan para demostrarle a les votantes quién odia más, quién reprime más, quién tiene más larga la taser.

La democracia se consolida entre prácticas sociales y conceptos. Los diferentes proyectos de país responden, por supuesto, a diversas ideas políticas. Algunas agrupaciones surgieron por diferencias siderales entre quienes comparten una ideología de base, otras se constituyen ad hoc formando nuevos grupos que también compiten por el poder. Pero a su vez en cada espacio hay subdivisiones.

De ese dispositivo surgen las candidaturas definitivas. Competirán representando a esa hibridación ideológica que suelen ser las alianzas. Coinciden en algunos puntos y, con frecuencia, disienten en las medidas a tomar. Se producen desagregaciones atómicas. Pirotecnia de candidatura. Si bien ninguna pareciera enamorar demasiado, pues les votantes responden con indiferencia. El ausentismo es la vedette en lo que ya se vio en estas elecciones. Con el espectáculo nada alentador que ofrece esa orgía de pretendientes, se nos presentan dudas y rechazos que nos recuerdan la época del que se vayan todos. Con el agravante de que varios de les candidates conservadores actuales eran funcionarios en el declive argentino de 2001

En La decadencia del Imperio Americano, de Denis Arcand, se sostiene que en épocas de superpotencias represoras la sociedad civil ya no participa de la gestión del bien común y se repliega en la vida privada. Cuando el imperio -a través de los diferentes liberalismos- se filtra en la población, la envenena. (Primo Levi testimonió que cuando una máquina perversa esclaviza, pervierte, se duda, incluso, de la propia condición humana). El film de Arcand se estrenó en 1984 durante el ascenso -que anunciaba descensos- de un nuevo tipo de ideología: el neoliberalismo financiero, el que desindustrializó países e impuso desregulación económica haciendo crujir el entramado social y llevando miseria y muerte a quienes se cayeron del sistema. Esta circunstancia sigue vigente y nos enfrenta a desencantadas preguntas: “¿Por quién votar?, ¿quién ganará?”.

¿Cómo decidimos a quién votar?, si las ideas hasta ayer compartidas se dejan de lado para exaltar el yo individual y rechazar los derechos de quienes más necesitan. Cambalaches donde la Biblia llora junto al calefón y, para aumentar el desconcierto, votos de clase popular -o media aspiracional- que enriquecen las arcas de la oligarquía, cuyo proyecto manifiesto es manipular la justicia. “¿Por qué será que los pueblos luchan por su esclavitud como si fuera por su libertad?” (Baruch Spinoza).

Una sociedad pujante se preocupa por el bienestar colectivo y es sostenida por políticas equitativas que bregan por un mundo mejor para toda la población. Esa premisa -con sus éxitos y sus fracasos- fue aclamada milenariamente para ejercer la política comenzando por el gobierno de sí, para poder gobernar a les demás. Pero siempre existieron buitres que se lanzan en picada sobre quienes no pueden volar.

Cada vez hay más aspirantes a los mayores cargos de gobierno que proponen medidas drásticas sin importarles sus nefastas consecuencias, tal como lo hace la derecha más violenta al anunciar un blindaje monetario -a lo Fernando de la Rúa- que ya nos arrojó al abismo al comenzar el milenio, o hacer desaparecer personas en un país que todavía está sangrando por la dictadura cívico militar y por un grave intento de magnicidio contra la vicepresidenta ninguneado por les profetas del odio.

Lo hicieron hace casi medio siglo quienes sin respeto a la democracia la destruyeron con la fuerza de las armas. Lo hacen hoy protegiendo genocidas. Mientras a las personas que no pertenecen a su clase las tratan como basura. Pobres, líderes populares, pueblos originarios, identidades sexuales no binarias, mujeres, jóvenes humildes, discapacitades, inmigrantes de países vecinos. Violencias que llenan de inquietud y se detectan cada día en el mundo de las políticas enemigas de la comunidad y amigas del mercado. Los valores concebidos en barrios y torres de lujo, en yates espectaculares, en aviones privados o en Lago Escondido disimulan la hipocresía y manifiestan cínicamente su verdad sin anestesia.

En un crucero millonario, le preguntan a una pareja de ancianes a qué se dedican. “A esparcir la democracia por el mundo”, responden. Fabrican armas para las potencias en guerra. Luego el barco es atacado y una granada destroza a les traficantes. Antes de morir ella manotea un fragmento y dirigiéndose al agonizante exclama: “¡Mirá, son de nuestra fábrica!”. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valoración del mundo de la mercancía, declara Ruben Östlund, realizador de El triángulo de la tristeza. Una parodia extravagante de la banal crueldad del capitalismo y de personas que devienen monstruos cuando ejercen poder real.

* * *

No es el único ocaso, el del imperio, el mundo que dibuja la pospandemia es un tiempo de ocasos. La abundancia de paradojas interpela a la política progresista, la presiona para que asuma retos más audaces, reflexiona el ex vicepresidente boliviano Álvaro García Linares. Navegamos un tiempo liminar con dos facetas: la visibilidad de los obstáculos, de las contradicciones y del desgarramiento global, por un lado, y la apertura a otros caminos posibles, por otro. Se abrirán alternativas para deconstruir este diagrama explotador. Las predicciones son aleatorias, no obstante -agrega Linares- van a surgir opciones de reemplazo, ninguna dominante sino en pugna. Así tendremos que vivir varios años, finalmente alguna de las opciones podrá sustituir hegemónicamente este crepúsculo del neoliberalismo. ¿Y hasta que llegue esa liberación?, como hojas en la tormenta el viento de la historia nos seguirá arrojando a sufragios inciertos y -a pesar de todo- esperanzados.

[E1]